ra una mañana calurosa en Madrid. Llegué
puntual a mi cita en la redacción de Interviú pero se conoce que aquel día no
era el más indicado para una charla "tranquila" con Teresa Viejo, como era mi
intención. Mientras esperaba, de su despacho no hacía más que entrar y salir
gente y el ambiente se notaba caldeado. Cuando al fin nos presentaron, apareció
ante mí una mujer apurada que casi sin conocerla me comenta la agenda apretada
que tiene para ese día: Comida con el presidente de Castilla la Mancha y después
un programa en una televisión autonómica. Además, en un día como hoy tiene
esperando a la redacción para organizarse...
Deja de sonar el teléfono, empieza la entrevista y poco a poco va apareciendo
ella...
-La noticia de tu nombramiento como directora de Interviú armó cierto
revuelo. ¿A qué crees que fue debido?
-Era la primera vez que se producía una circunstancia parecida en el ámbito
de los medios de comunicación: una mujer dirigiendo una revista masculina. Como
comprenderás, después de casi veintisiete años de historia de Interviú, esto fue
toda una novedad.
-Aunque antes ya tenías una sección dentro de esta publicación, como
directora ¿qué ingrediente nuevo aportas?
-Esta no es la revista de Teresa Viejo, esto es Interviú. Una revista con
una carga concreta, un sello muy específico y una línea, con independencia de
quién esté al frente. Lo que yo aporto es lo que aportaría cualquier profesional
que -como es mi caso- tuviese una formación multidisciplinar. El hecho de haber
trabajado en televisión me hace que tenga cierta capacidad para poner en marcha
temas de forma muy rápida, de apostar por lo gráfico, lo audiovisual, la
investigación. Pero, poco más.
-Uno de los reclamos de la revista es el desnudo femenino. Comentaste en
alguna ocasión que considerabas que el desnudo era bello y que lo peligroso era
la utilización que se hiciera de ello. ¿Cómo lo enfocáis vosotros?
-Pues de esa manera. En Interviú el desnudo tiene un significado estético por
encima de todo, entre otras cosas porque es el elemento vendedor de la revista.
En la portada aparece una mujer, con unas fotografías más o menos eróticas, que
es un reclamo para el público masculino.
-Hace algún tiempo publicaste el libro "Hombres, modo de empleo" (Ed.
Martínez Roca) y dijiste que aquello era el resultado de una labor de
observación, análisis, estudio e interpretación del otro sexo realizada durante
muchos años. ¿Qué te hizo emprender esta labor de investigación?
-Fueron muchos años de análisis, pero no de investigación -eso me suena a
biblioteca-. Es un tema que me agrada y que además no me gusta enfocar desde una
perspectiva feminista. ¿Qué fue lo que me atrajo para emprender esta
aventura...? Pues, el no entenderlos. Recuerdo que en alguna ocasión algún
psiquiatra amigo mío me comentaba que era una de las personalidades femeninas
más claras que había visto nunca y eso hacía que colisionase con cada
comportamiento masculino típico, porque no lo entendía. Me preguntaba, ¿por qué
hacen esto? ¿por qué no ven lo otro? Si yo quiero esto, ¿por qué no responden? Y
esto no ha sido sólo con parejas, sino en la familia, en la amistad, en el
trabajo, en todo.
-En la redacción de Interviú es mayoría el personal masculino ¿Cómo ven los
hombres que te rodean a la mujer que tengo delante?
-De mí se tiene una opinión bastante contradictoria. No puedo pensar que
todo el mundo me considere un ser adorable y cariñosísimo. No es así. Los que me
conocen saben que soy una mezcla de debilidad y fortaleza a partes iguales, y
que además soy capaz de cambiar de una a otra en cuestión de minutos.
Los que trabajan a mi lado saben que soy bastante intransigente, fundamentalista
con los temas que me preocupan. Me imagino que seré muy criticada y me siento
muy observada, muy mirada con lupa. Todo esto te lo puedo decir con mucha
tranquilidad porque con el paso del tiempo he desarrollado la capacidad de
abstraerme de mí misma.
-Suena bien. Háblame de esa capacidad...
-Tengo facilidad para verme desde fuera, a mí y a los demás. Me imagino que
es un aprendizaje psicológico. Yo veo a Teresa y digo: "Esta eres tú y esto es
lo que está pasando contigo". Y puedo lograr que eso no me afecte. Para ello, sé
que primero me tengo que calmar, tranquilizar, pero luego puedo ver lo que está
ocurriendo desde fuera. Otra cosa distinta es que pueda arreglar las
situaciones... ¡Entonces sería Dios!.
-Como resultado de tus observaciones, comentas que puedes adivinar qué
piensan los hombres en todo momento y, en cambio, te cuesta entender a las
mujeres porque son muy contradictorias...
-Sí, bueno, vamos a ver. Tengo el conocimiento como para intuir y ver por
qué el hombre se está comportando de una determinada forma. A veces, se me
olvidan los instrumentos de análisis y entonces vuelvo a juzgarlos bajo el
prisma de las emociones y me equivoco. Las mujeres somos infinitamente más
complejas, más sutiles, más sibilinas, tenemos muchas aristas, más recovecos y
eso hace que no se pueda aplicar un patrón de comportamiento femenino. Al
masculino sí, y a ellos les sienta fatal que les digas eso.
-Recoges en el libro que "todo ser vivo nace hembra, son luego los gametos
masculinos los que definen el sexo masculino". Si potenciase el hombre esa parte
femenina que tiene dentro, sin duda el mundo daría un giro de 180 grados...
-Sí, pero no es tan sencillo. Llevan dentro lo femenino pero en un momento
determinado reciben una inyección de hormonas masculinas que son las que luego
definen ese comportamiento. El hombre depende mucho de esas hormonas, así que lo
primero que debería hacer sería luchar contra su estructura químico-hormonal y
metabólica, porque es lo que le predispone a ser más violento, poderoso,
egoísta, a estar en una competición permanente, a anular sus emociones. Luego
vendría un proceso de socialización desde que es niño. Y ahí sí que tiene un
papel fundamental la mujer. La madre, que en base a otros valores distintos a
los actuales, tendría que educar a su hijo. Por último, este hombre debería de
conocerse a sí mismo, eso es fundamental. A partir de ahí puede empezar a pensar
que algunos aspectos de esa estructura que le marca, le define y hace que se
comporte de una determinada manera, no son buenos ni para él ni para los demás.
Que el hecho de ocultar siempre sus sentimientos es algo que al final le pasa
factura.
"Que la actividad sexual del macho dependa de mantener una erección es muy
duro y eso le hace que esté siempre inquieto. Es esclavo de una auténtica
dictadora, la testosterona, y siervo de su propia fragilidad. No hay lugar para
el fingimiento, no hay estrategia que enmascare un fallo. Ni excusa para un mal
día: si el hombre no está a punto se viene abajo. ¿Daré la talla? ¿Mantendré la
erección? ¿Alcanzará ella el orgasmo? ¿No sufriré una eyaculación precoz?
¿Pasaría la prueba una segunda vez?...
Sólo nosotras sabemos que, cuando hay amor, estos requisitos no son
fundamentales, pero ellos NO. Para ellos, su vida va en cada intento". Estas
son algunas de las reflexiones que haces en un capítulo -El hombre y el sexo-
donde desmitificas el universo que él ha creado en torno al pene. Después de
tanta evidencia, ¿cuál crees tú que sería el siguiente paso que ellos deberían
dar?
-Primero deberían entenderlo. Luego mirarse en el espejo y reconocerse de esa
forma. En el fondo todo eso que tú les cuentas, ellos creen que es un elemento
de frivolidad. A mí me lo dicen muchas veces: "Tú todo lo interpretas en función
de tu género". Y yo les digo: ¡Qué gran incultura! ¡Os falta entender que sois
así! Comprenderlo y asumirlo. Seguís esclavos de estructuras arcaicas y como no
lo veáis, no podréis empezar a vivir con ese nuevo Yo, que es el auténtico.
Lejano de toda la educación que habéis recibido.
-En el libro agradeces a los hombres de tu entorno -en especial a tu
compañero- "su nobleza al tolerar que durante meses les utilizases como carne de
laboratorio". Si me permites la pregunta, ¿cómo vives la relación con tu pareja?
-Él ha ido cambiando mucho. Desde colaborar en las tareas de la casa -no
sabía coger una escoba-, hasta adquirir un mayor nivel de compromiso, admitir
que el peso económico lo llevo yo... muchas cosas. Pero sobre todo, exterioriza
sus sentimientos. Es un hombre que llora, se emociona, a veces es débil. Ha sido
el resultado de un proceso mutuo. El primer día que mostró su debilidad, no sólo
no se lo criticas sino que le dices ¡bravo!, te apoyo, ¡vas por buen camino!
-Si el futuro como dicen, es femenino, ¿cómo dibujarías tú el camino de esa
mujer?
-Mira, veo peligrosamente que la mujer tiende a abdicar y eso es muy malo.
Entiende que la feminidad va a ser mal vista y ahoga sus comportamientos, su
personalidad, sus pensamientos... cuando yo sé perfectamente qué parte de la
crítica viene marcada por mi personalidad, si la hubiera. Si en un momento
determinado estoy dudando entre dos temas, es porque mi proceso mental está
siendo más rápido que el de ellos. Tenemos una visión más global, estás
manejando muchas cosas que ellos no calculan. Y cuando te dicen: ¡joder,
decidiros, que las tías sois siempre iguales...! A ti te puede entrar el miedo e
intentas decidir rápidamente lo primero que ves, para que ellos piensen que tú
resuelves enseguida las cosas. Cuando en el fondo estás ahogando lo que eres,
porque cuando dudas entre dos cosas, es porque estás pensando en los matices en
los que sólo nos paramos las mujeres. ¡Que esperen y se aguanten! "Sí, dudo. Y
dudo porque veo cosas que tú no estás viendo...". "Sí, efectivamente, me he
emocionado cuando he visto no sé qué cosa. ¿Y qué pasa...? Soy mujer y tengo
emociones, sentimientos y además los hago públicos".
Las mujeres que acceden a determinados puestos de poder -político, de empresa-
que son muy pocas, adoptan rápidamente comportamientos masculinos, se mimetizan
con el entorno. Y eso, con lo que me preguntabas, lleva a la mujer por muy mal
camino.
-¿Cómo es tu relación con otras mujeres?
-La verdad es que es bastante buena. En el fondo, amigas de verdad, tengo
muy pocas, pero yo siempre he pensado que mi público era un público femenino
porque me comunico muy bien con las mujeres.
-¿Echas de menos algo en estos momentos?
-Dirijo la revista, conduzco un programa en una televisión autonómica y
tendría que estar escribiendo un libro. ¿Que si echo algo de menos...? Escribir,
que es mi gran pasión. Me gustaría distribuir mi tiempo de otra manera. Me paso
aquí todo el día. Pero confío en que esto no va a ser siempre así. ∆
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