Sólo cambiando nuestros
criterios de comportamiento, domando nuestra ambición, siendo de verdad
tolerantes y solidarios, podemos aportar a la masa una nueva ideología que
nos lleve a conseguir cambios reales que hagan de la paz un instrumento
posible. |
|
MAYO 2003
ESPACIOS PARA LA PAZ
POR JOSE ROMERO SEGUIN
V ivimos en medio de la mentira y en
torno a ella establecemos nuestras verdades, verdades que nacen de la
mentira, y son, por tanto, de su misma naturaleza.
La paz en el orden social es hoy una de esas verdades que son mentira, la
peor de todas ellas, porque no va más allá del terceto de vocales y
consonantes que la forman. La paz es una palabra, sólo eso, una palabra
vacía, porque está fuera del sistema, y hoy por hoy, todo lo que está fuera
del sistema, nos guste o no, no cuenta.
La intención de los que la gritamos es mayoritariamente buena, por el
contrario, la simple acción, léase pronunciación, no. Ello nos hace buenos,
pero no justos, ni acaso solidarios, sino a ser lo peor que se puede ser,
neutrales, cuando lo que se impone es luchar por la creación de un espacio
donde la paz deje de ser una pura entelequia y sea, si no el único, sí al
menos el principal agente de construcción social.
La guerra no exige sino seguir la línea trazada por su propia dinámica,
ataque, defensa, en una palabra, desconfianza en el otro, y público deseo de
su exterminio. Se reivindica y revitaliza por ello en cada acto, llenándose
de nuevas razones que la llenan de sentido y lógica.
La paz por el contrario es mucho más complicada tanto en lo que se refiere a
su íntimo mecanismo psicológico de creación, como a su puesta en práctica,
pues al contrario que la guerra, ella no establece dinámicas de acción
reacción, sino que obliga al hombre a abrir a hombre a hombre, espacios de
tolerancia, de libertad y de seguridad, que en éste momento en que habita
sin espacio en la realidad social pueden ser utilizados por quienes no la
respetan para violentarla quebrando con ella su esencia.
Se podría pensar que la guerra está exenta de razón, pero no es cierto, la
guerra es pura razón natural, puesto que está presente en la genética del
hombre como depredador que es, y como tal no tiene para él ningún secreto a
la hora de utilizarla en la construcción de sus sistemas sociales, y como es
así, es también sumamente fácil poner esa realidad social en favor de la
violencia y con ella todo el potencial económico de un país.
Mientras que la paz es pura razón artificial, es decir, nace de la evolución
intelectual del hombre, no está por lo tanto en él, sino que es producto de
la constante lucha de éste contra el instinto depredador que lo habita, y es
por ello complejo su manejo como herramienta social.
La paz es un sutil y complicado compromiso que adquiere el individuo en la
soledad de su propia conciencia, y no sirve sino a él, aún en medio de la
masa. La guerra es por el contrario la natural conciencia que adquiere el
individuo al margen de él en medio de la masa.
La paz es legítima prisionera de las íntimas limitaciones propias del
individuo; la guerra, de la colectiva prepotencia de la masa. Y el individuo
actúa sobre la sociedad en que vive, en masa, y ésta es, por tanto,
belicista.
Son, por tanto, guerra y paz, dos conceptos no sólo antagónicos en el plano
intelectual sino que uno es posible y el otro imposible, ya que uno tiene
plena aplicación práctica en el desarrollo de la sociedad, y el otro no. Es
decir, la paz hoy por hoy no tiene cabida en el sistema social, tal y como
éste está concebido
El sistema sociopolítico y laboral que rige nuestras vidas, se nutre del
continuo enfrentamiento, ocurre simplemente que en los tiempos que
denominamos de paz, los conflictos se resuelven de forma pactada, en ese
alarde de cinismo que todos llamamos civilización, y que no es sino una
forma de guerra como otra cualquiera, puesto que se gobierna como ya dije
por una serie de principios preestablecidos por un sistema social nacido de
la razón de la guerra.
Entiendo, por tanto, que para que la paz adquiera de verdad sentido, hemos
de hacer algo más que pronunciarla, debemos propiciar espacios para que ella
tenga aplicación y como tal capacidad de implicación en el desarrollo del
sistema social en que vivimos..
En medio de un mundo de injusticia, donde impera la opresión, el expolio, la
tiranía, el aplastamiento del contrario, gritar en respuesta, paz, resulta
inútil. Se impone hacer algo más que tomar partido a favor de uno u otro
tirano, debemos cambiar las reglas comenzando por las que rigen la vida de
cada uno de nosotros. Sólo cambiando nuestros criterios de comportamiento,
domando nuestra ambición, siendo de verdad tolerantes y solidarios, podemos
aportar a la masa una nueva ideología que nos lleve a conseguir cambios
reales que hagan de la paz un instrumento posible y con capacidad al menos
para disputar con la guerra en igualdad de oportunidades.
Hoy por hoy la paz no tiene cabida en el tablero de la existencia social,
por más que nos empeñemos en exigirla en calles, plazas y tribunas, y no la
tiene, sencillamente, porque no tiene ni capacidad de decisión ni mucho
menos de participación. ∆ |