La vida es un viaje, nos
movemos por un espacio, nuestro espacio, y constantemente estamos abriendo
y cerrando círculos. |
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MARZO 2003
CARLOS
POR ELENA G. GOMEZ
T engo que reconocer que las lecciones
más importantes de mi vida las aprendí siempre a base de dolor. Las
situaciones más duras, los momentos más difíciles, siempre me llevaron a
plantearme lo que es realmente importante en la vida, en la existencia de
una persona.
Hace nueve meses que ella, mi compañera, me dejó. No puedo reprocharle nada
porque reconozco que todo lo que me dijo era verdad, aunque no lo quise
reconocer.
Recuerdo cada una de las palabras que me dijo, su voz serena, fruto sin duda
de una profunda reflexión, porque ella nunca hacía nada sin darle muchas
vueltas. Es de las mujeres que no tiran la toalla así como así. Pero se
notaba que estaba cansada, dolida por la derrota, pero dispuesta a emprender
una nueva vida.
Me dijo, "Carlos, lo siento pero me voy, no puedo estar más tiempo a tu
lado. Reconozco que te quiero, pero eso no es suficiente. Yo sé que no soy
perfecta y por tanto no pretendo pedirte que tú lo seas, pero en la
convivencia entre las personas hay algo, además del amor, que es
fundamental, y es la comunicación. Saber lo que piensas de las cosas, saber
lo que es o no importante para ti, saber si hay algo en lo que no estás de
acuerdo. Yo te pregunto, pero eso no es suficiente y llegué a la conclusión
de que tú vives en un mundo, tu mundo, y que en él estás bien, te vale así,
no necesitas nada más. Yo, sin embargo, necesito otras cosas, cosas que a ti
no te importan, cosas que no valoras, por eso pienso que es mejor que cada
uno continúe su vida".
Me miró esperando que le dijera algo, pero de mí sólo salió un "de acuerdo,
si eso es lo que tú quieres, que así sea". Y no dije nada más.
Ella se fue, y me dejó en el más absoluto de los vacíos, por primera vez me
di cuenta de cómo ella llenaba mi vida. Su risa, su conversación, todo
desapareció y se llenó de silencio, un silencio duro y denso que se podía
cortar.
Me dije a mí mismo que no importaba, que podía rehacer mi vida. Me enfrasqué
más que nunca en el trabajo, me pasaba el día entero con los negocios,
llegando a casa tan cansado que no tenía tiempo ni de pensar.
La gente que me conocía decía que lo estaba haciendo muy bien, que no me
parase y que continuase con mi vida. Yo también quería creer que todo era
cierto, pero dentro de mí sabía que no, que en realidad cuando ella se
marchó me dejó algo más que solo, me dejó ante mí mismo. Podía disimular e
incluso engañar a los demás, pero no me podía engañar a mí.
Y un día ocurrió algo que cambió mi vida. Estaba leyendo una entrevista que
le habían hecho a un escritor y éste decía... "Tu mayor defecto es tu mayor
virtud. Todo cuanto nos rodea está en constante cambio, es el hombre el que
se empeña en mantener esquemas de sí mismo y pensar que son inamovibles. Es
ese, "yo soy así y no puedo cambiar", lo que realmente encadena al hombre.
Todo, absolutamente todo en nosotros mismos es susceptible de cambio, sólo
tenemos que desearlo".
La entrevista continuaba con otras preguntas, pero casi al final había otras
palabras que sonaron dentro de mí, decía "la vida es un viaje, nos movemos
por un espacio, nuestro espacio, y constantemente estamos abriendo y
cerrando círculos. Es muy importante para la mente tener presente el origen
y el fin, el porqué y para qué se hacen las cosas. Así, si uno empieza algo
y no lo termina, lo que hace es no cerrar un círculo, y la consecuencia es
que crea una cadena en su vida".
Se produjo algo especial cuando leía sus palabras, parecía que aquella
entrevista la habían realizado para mí, para dar respuesta a preguntas que
tenía dentro, muy dentro y que yo no me atrevía a formular.
Para colmo, la entrevista terminaba con una pregunta..."¿Y si en realidad la
vida fuera un examen, y a cada uno de nosotros se nos entregó un libro en
blanco y al final se mira lo que cada uno escribió en él?".
Las palabras quedaron flotando en mi mente,,, espacio, círculos, origen y
fin, cambios, libros en blanco... Entonces se me ocurrió una idea, ¿por qué
no me mudaba a otro espacio?, estoy loco, pensé, pero la idea como si
tuviera vida propia coqueteaba en mi mente. Sería algo divertido, sería
amueblar de nuevo mi mente, no se trataba de quitar los muebles viejos, sino
de comprar todo nuevo, de primera mano y, puestos a elegir, de la mejor
calidad. Empecé por imaginar tres espacios distintos, nuevos y vacíos. Cada
uno tendría su propio sentido. El primero sería el espacio donde me crearía
a mí mismo. En él tendría que definir cómo quería realmente ser, cuáles
serían mis características, tenía que dibujarme tanto por dentro como por
fuera. El segundo espacio sería un espacio de investigación, acudiría a él
para buscar el origen de las cosas, para no quedarme con lo que mis sentidos
físicos me informaran sino para ver detrás, porque todo tenía un origen más
profundo. Y el tercer espacio sería el de mi relación con los demás, desde
el primer momento que lo imagine supe que este espacio era importante y
además el que realmente me daría la medida de mi cambio.
Sin apenas darme cuenta llevaba ya un montón de tiempo imaginando el
espacio, moviéndome por él, creando en él, era el espacio de la mente, un
espacio donde no había tiempo ni tampoco límites y sí había muchas cosas por
descubrir.
Varias veces cuando me movía de un espacio a otro me pareció sentir la
presencia de alguien, al principio era como una sombra, en ningún momento
pude ver qué o quién era, pero sí tuve muy claro una cosa, en este nuevo
espacio no estaba solo. ∆ |