Volverán también las
catástrofes ecológicas: las inevitables inundaciones en China, terremotos
en sabe Dios dónde, y por aquí probablemente no nos escapemos sin alguna
riada de impresión. Pero como todavía hay quien niega el cambio climático,
podemos achacar las lluvias torrenciales a que en la radio estaban
pinchando a Dinio. |
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JUNIO 2003
LA MISMA CANCION DE TODOS LOS VERANOS
POR ELENA F. VISPO
Y a lo dice la canción: El verano ya
llegó, ya llegó, ya llegó... o por lo menos está a punto. Si los cálculos no
me fallan el veintipico de este mes nos llegan oficialmente el calor, las
carnes al sol, las chorradas en televisión -¿alguna diferencia con el resto
del año?- y las vacaciones. El verano ya está aquí, señores, y con él la
inevitable canción del ídem, la canción del verano, quiero decir: esa
melodía machacona con letra absurda que te ponen en todos los chiringuitos
de playa que se precien hasta que no tienes más narices que aprendértela, e
incluso osas tararearla cuando la ponen por la radio, que también,
continuamente.
Para saber cuál es la canción del verano, curiosamente, hay que esperar a
septiembre, porque es entonces cuando uno descubre cuál de las muchas
tonadillas que aspiraban a ese título es la que se te ha quedado impresa en
el cerebro, pero a día de hoy yo ya tengo dos favoritas. Una es la
declaración de intenciones que hace Dinio, sí, el que se ha hecho famoso por
tenerla más larga que nadie y usarla a la perfección (eso dicen): por la
mañana, por la tarde, por la noche, haciendo el amooooor. Tal es su canción,
y si aún no la han escuchado, por favor, llamen a la emisora de radio que
tengan más a mano o, si no, bájensela de internet. Que ya sabemos que es un
ataque directo a la salud de nuestra industria musical, pero seamos crueles:
si la discográfica que ha perpetrado ese invento quiebra, el mundo de la
cultura no perdería tanto. Aunque, puestos a competir, no hay que despreciar
tampoco al inefable Paco Porras, que este verano ha decidido deleitar al
mundo con su particular sabiduría: pinga, picha, chorra, minga... tiene
nombres mil el miembro viril. Sin comentarios.
En fin, mientras suenan estas estupideces a todas horas, oiremos también las
mismas historias que solemos escuchar todos los veranos. Los accidentes de
tráfico volverán a ser noticia, faltaría más. La pasada temporada, les
recuerdo, llegamos a septiembre con la nada despreciable cifra de 678
accidentes, aunque no sé por qué reciben ese nombre, si la mayoría de ellos
se podrían haber evitado. Claro que si yo fuese escuchando lo del miembro
viril en la radio del coche, a lo mejor me entraba una especie de frenesí
suicida, pero en la mayoría de los casos los muertos no son por eso. Así que
no hay más que pedir un poquito de cordura al volante, a ver si este año
baja la estadística. Y apagar la radio, que desconcentra.
En fin. Volverán también las catástrofes ecológicas: las inevitables
inundaciones en China, terremotos en sabe Dios dónde, y por aquí
probablemente no nos escapemos sin alguna riada de impresión. Pero como
todavía hay quien niega el cambio climático, podemos achacar las lluvias
torrenciales a que en la radio estaban pinchando a Dinio. O a Enrique
Iglesias, para el caso. Seguirán por supuesto los atentados terroristas, día
sí día también. Y, con la excusa perfecta en la mano, Bush y sus colegas
seguirán maquinando nuevos planes de guerra. Aunque probablemente esperen a
que llegue octubre para poner nada en marcha, ya que el calor les sienta mal
a sus avispados combatientes y, sobre todo, a sus máquinas de guerra.
Confiemos pues en que cuando la monten también se nos haya pasado el clásico
atontamiento agostil, y a ver si esta vez conseguimos pararles a tiempo,
porque lo van a intentar seguro. Y a lo mejor le echan la culpa a Georgie
Dann, pero no cuela.
Con el buen tiempo más pateras intentan cruzar el Estrecho. Y vuelta otra
vez a recoger cadáveres en las playas o, en el mejor de los casos,
inmigrantes deshidratados y tan ateridos de frío que no han tenido fuerzas
para salir por piernas en cuanto tocaron tierra. Son las mismas playas donde
se bañan los turistas, que luego se irán a tomar una caña a una terracita
donde les pondrán de fondo, inevitablemente, alguna de esas canciones para
gilipollas que tenemos que soportar cada nueve meses, y que no tienen que
ver con el mundo en que vivimos.
Pero qué le vamos a hacer, hay que asumir los hechos: llega el verano, y
promete ser calentito. Avisados estamos. ∆ |