JULIO 2003
PRESTIGE,
la mancha sobre Galicia
Han pasado ocho meses desde el mayor desastre ecológico sufrido en
Galicia, y la huella del Prestige sigue presente, condicionando la vida
de los gallegos.
Texto: Carolina Fernández
Fotos: Miguel Muñiz
El 13 de noviembre de 2002 se dio la
primera voz de alarma. Un petrolero con el estómago cargado de fuel
pedía ayuda frente a las costas gallegas. La agonía se prolongó durante
cinco días, hasta que finalmente a mediodía del 19 el barco se parte en
dos y se hunde a poco más de 130 millas de Finisterre. Desde entonces, y
a pesar de las más que optimistas previsiones del Gobierno central y
autonómico, no ha dejado de escupir fuel.
Todos recordamos las imágenes. Playas enlutadas, espesas olas negras,
miles de voluntarios acudiendo desde toda España para pelearse con el
chapapote en arenales y acantilados, pescadores desesperados, toda
Galicia en las calles exigiendo responsabilidades con una sola voz. Y la
absoluta indolencia tanto del Gobierno central, como de la Xunta de
Galicia, que en su día hicieron lo imposible por esconder la gravedad de
lo sucedido, mintieron a la opinión pública y entorpecieron en todo lo
posible el esclarecimiento de los hechos. Todavía hoy, y pese a tratarse
del mayor desastre ecológico que ha sufrido Galicia, no existe una
comisión oficial para investigar qué fue lo que ocurrió durante los días
que el Prestige estuvo deambulando frente a las costas, esperando un
puerto de abrigo.
De hecho, la comisión que se había creado a principios de diciembre de
2002 a petición de los representantes de la oposición, PSG y BNG, queda
enseguida bloqueada debido a la falta total de colaboración de los
miembros del Partido Popular, que se oponen a todas las comparecencias
que piden el resto de los partidos. Por esa razón, el PP se queda solo y
finalmente termina disolviendo la polémica comisión mediante una
modificación reglamentaria. El asunto está actualmente en manos del
Tribunal Constitucional, ante el que los partidos de la oposición
presentaron sendos recursos. "Pedíamos la comparecencia de aquellos que
eran Conselleiros en el momento del accidente, pero como uno de ellos
era Cuíña sencillamente no estaban por la labor", comenta Dolores
Villarino, portavoz del Grupo Parlamentario Socialista de la Xunta de
Galicia. Ahora es el Tribunal Superior de Justicia de Galicia el que
establecerá quiénes tenían la obligación de comparecer ante esta
comisión.
Se auguraba la debacle del Partido Popular en Galicia. Se esperaba que
el peso del Prestige, tanto en el bolsillo de muchos como en el alma de
todos los gallegos, dejase una huella profunda en las urnas de Galicia,
tradicionalmente amigas del Partido Popular. Pero no fue así, al menos
no en la medida que se esperaba.
Actualmente se puede decir que el Partido Socialista se convierte en la
primera fuerza política en Galicia, seguido por el Bloque Nacionalista
Galego, mientras que el Partido Popular pierde puestos y recibe un voto
de castigo por la nefasta gestión del asunto del Prestige. "En Galicia
han perdido cuatro puntos, es decir, no les ha ido muy bien, pero les ha
ido mejor de lo que ellos mismos esperaban", comenta Dolores Villarino.
Se produjeron incluso resultados sorprendentes. Algunos pueblos costeros
muy dañados por la llegada masiva de chapapote continuaron siendo feudo
del PP. Muxía es el mejor ejemplo: si ya gobernaba en la anterior
legislatura, ahora lo seguirá haciendo y además con mayoría absoluta.
¿Cómo es posible? Hay que mirar hacia el llamado Plan Galicia, una
inyección económica que ha llevado muchos euros a las zonas afectadas,
ha recuperado votos para el PP y ha frenado en seco una caída que se
presuponía estrepitosa y que finalmente no lo ha sido tanto.
Todavía hoy, y pese a tratarse del mayor
desastre ecológico que ha sufrido Galicia, no existe una comisión
oficial para investigar qué fue lo que ocurrió.
¿Y qué pasa con el fuel que todavía guarda y que sigue vertiendo
diariamente el Prestige? Después de barajar varias propuestas, que
rondaban presupuestos en torno a los ciento cincuenta millones de euros,
se acepta la idea de Repsol, por aproximadamente veinte millones de
euros. Se trataría de abrir uno o más boquetes en el barco y colocar en
las grietas unas bolsas especiales. Esas bolsas se llenarían de fuel y
por la diferencia en la densidad y en el peso teóricamente subirían
llenas hasta la superficie, donde serían recogidas.
La compañía petrolera había aceptado la propuesta del gobierno para
extraer el fuel y terminar en el otoño del 2003. Una vez conseguido el
contrato, anuncian un retraso en los plazos, que se estiran hasta la
primavera del 2004. Las quejas no se hacen esperar, ya que el fuel sigue
saliendo a razón de una tonelada por día.
"Primero dijeron que empezarían a finales de junio, luego a finales de
julio, a finales de agosto, y ahora ya definitivamente el año que viene
-se queja Dolores Villarino-. Como eso es un escándalo, han decidido que
a finales de agosto van a hacer unas pruebas en el Mediterráneo, que ya
ves lo que se parece al Atlántico. En definitiva, está claro que
quisieron pasar las elecciones municipales y ahora van a querer pasar
las elecciones generales."
La Plataforma Nunca Máis ha aglutinado desde el primer momento las
protestas y las reivindicaciones de los gallegos, demostrando una
capacidad de convocatoria sin precedentes. Debido a sus actividades,
también ha tenido que hacer frente a una campaña de desprestigio por
parte de las administraciones. "La Plataforma está viva. La Plataforma
es la ciudadanía, y cada vez que la convocamos responde. Es un germen
que se ha sembrado y además ha dado dignidad a los gallegos, que por fin
nos hemos atrevido a no decir a todo que sí". Luis do Pico, portavoz de
Nunca Máis, recuerda que los puntos esenciales de la Carta de la
Plataforma no se han cumplido todavía, es decir, solución para el barco,
dimisión de los responsables y mantenimiento del poder adquisitivo de
los afectados. "Como portavoz de la Plataforma puedo decir que para
nosotros sigue estando todo igual. Nuestras tres principales
reclamaciones están pendientes".
Luis do Pico es además Representante de la Flota de Bajura de la
Cofradía de Pescadores de A Coruña. Cuenta que a principios de mayo
empezó por primera vez a faenar en una zona abierta por la Xunta. Es un
caladero dividido en varias zonas, pero aún no se puede pescar en todas.
A los quince días después de salir al mar tras el vertido del Prestige,
el pescado dejó de aparecer, y a principios de junio se planteaban de
nuevo el amarre de la flota de bajura por falta de capturas. "Todas las
Cofradías se están quejando. Por la experiencia del Mar Egeo y del
Erika, sabemos que después de cada catástrofe se producen unos años de
vacío. Yo ya declaré hace bastantes meses que eso había que tenerlo
previsto, pero actualmente no hay ninguna partida destinada para hacerle
frente a ese vacío. Creí que iba a aguantar tres meses antes de suceder,
pero parece ser que viene antes de tiempo: apenas logramos capturas".
Los pescadores fuerzan a la Administración a abrir nuevas zonas para
tratar de mantenerse. Saben que en el caso de que no haya pesca
suficiente, no hay previsto ningún tipo de indemnización.
El pescado, aseguran, está en buenas
condiciones. El problema es que lo hay en tan poca cantidad que no
compensa lo que cuesta salir al mar.
Llega el verano y la duda surge en torno a las playas, a pesar de la
promesa del Gobierno y de la Xunta de que estarían listas para el 1 de
julio. La opinión mayoritaria es que sí, efectivamente, el gobierno
gallego ha hecho un esfuerzo por retirar el fuel.
Se puede decir que la apariencia de la mayoría de las playas gallegas, o
al menos de las más frecuentadas, es aceptable, pero los cuerpos al sol
en bañador tendrán que seguir conviviendo con los trabajadores de mono
blanco que remueven la playa en busca de "galletas". Por otra parte,
pese al esfuerzo de la administración por animar al turismo a golpe de
campaña publicitaria, los hosteleros se quejaban ya recién estrenado el
verano de que las perspectivas de ocupación hotelera en la franja
costera habían descendido sensiblemente con respecto a las cifras del
año pasado.
De momento, la realidad es que no ha sido posible eliminar todos los
restos del chapapote, sobre todo porque hay zonas donde sigue llegando
en cantidades variables pero con continuidad. Los visitantes se quejan
de que la arena está limpia sólo superficialmente, y que el chapapote se
va quedando en las capas interiores. "Si escarbas un poco la arena está
negra y encuentras capas de chapapote". No hay grandes manchas, pero sí
pequeñas lentejas de fuel que marcan la piel y la ropa de los
visitantes. Después de un par de jornadas a la orilla del mar, la huella
del fuel queda impresa en toallas, bañadores y sandalias. Sólo los más
cuidadosos se salvan. La práctica ha hecho que muchos turistas
precavidos incluyan al lado del bronceador, un bote con aceite y
algodón, para limpiarse la piel de las engorrosas manchas antes de
volver a casa.
Y no hace falta pisar un pegote de fuel porque en muchos casos el
chapapote se ha fragmentado en partículas minúsculas. El resultado se ve
en la planta de los pies descalzos: están negras después de una pequeña
caminata por la playa. En las rocas se centra el trabajo de las máquinas
de presión y de las espátulas de los voluntarios. Hay rincones de
difícil acceso, rendijas inalcanzables por donde se cuela el fuel.
Todavía tendrá pues que pasar bastante tiempo hasta que las playas
gallegas estén lo "esplendorosas" que pregonaba Federico Trillo, pocas
semanas después del hundimiento del Prestige. ∆
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