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CONTRAPUNTO

 

A Bush se le llena la boca al decir que tiene la Biblia como libro de cabecera. Aznar ahora está en su círculo de amistades. ¿Se recomendarán las lecturas? Me gustaría saber cuál era el libro favorito de Hannibal Lecter. Al menos, él resultaba elegante.
 

JULIO 2003

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LA BIBLIA EN CASA
POR CAROLINA FERNANDEZ

Dicen que los españoles leemos pocos libros, y compramos menos todavía. Sin embargo, en esa escasez bibliotecaria de nuestros hogares, hay unos cuantos que nunca fallan, y que es posible encontrar en todas las casas. Son pocos, pero seguros. Para empezar, la guía telefónica, con sus correspondientes páginas amarillas, que aunque no lo parezca no deja de ser un libro, es más, quizás sea el tomo más consultado. Lo demuestran las cubiertas pintarrajeadas con números anónimos, garabatos geométricos y demás manifestaciones artísticas que brotan durante las conversaciones aburridas. Es posible que haya también un libro de cocina, un diccionario rescatado de los años de escolar de algún abuelo, y siempre un ejemplar de letra pequeña, tipo El Quijote, La Regenta o Platero y Yo, que por supuesto nadie ha leído. Suelen ser vestigios de alguna colección por entregas de la que sólo se llegó a comprar la oferta de lanzamiento. Antaño solía haber siempre uno más, la Biblia, con su lomo oscuro y sus hojuelas de papel de fumar. Era el libro invisible en la estantería, que está pero que no se ve y menos se consulta, habitualmente usado para apuntalar algún jarrón inestable o similar; un quiste literario en las baldas del salón. Su presencia podía explicarse por un complejo proceso social-religioso-educativo que hunde sus razones en el franquismo y más allá. Es el afán imperialista que siempre han tenido las religiones en general y la Iglesia Católica en particular, que no paró hasta tener colonizado un trocito del salón de todas las casas. Por la misma razón en todos los dormitorios pendía como una amenaza el crucifijo sobre las cabezas de los durmientes (o de los amantes, según se terciara la noche). El caso era estar siempre vigilados, siempre con la intranquilidad de que en un revolcón más agitado de lo usual, el crucifijo pudiera desprenderse de la alcayata para incrustarse en el lóbulo frontal del pobre desgraciado que estuviera debajo. Los castigos divinos acechaban en cualquier momento y en cualquier lugar.
Para regocijo de la mayoría y disgusto de algunos, llegó la Democracia con la Constitución debajo del brazo, que al menos en teoría y entre otras cosas, devolvía la calidad de ser humano respetable a rojos y ateos, que antes de eso vivían un peldaño por debajo de todo el resto de los españoles y con un crucifijo siempre apuntando a la cabeza.
Desde entonces vivimos en un limbo teórico que no tiene nada que ver con la realidad práctica de todos los días. A saber: los españoles formamos parte de un estado aconfesional, sin embargo nuestros niños van a tener que ir a clase de religión, entre la hora de matemáticas y la de ciencias naturales. ¿Y por qué? Pues por una sola razón de peso, que se basta y se sobra en sí misma para justificar la decisión: por cojones. Claro, en ese terreno, en el de los susodichos, no se puede razonar. Ya tenemos reválida, ahora clases de religión, y en breve rescatarán aquello de la "letra con sangre entra" y la foto de Aznar presidiendo las aulas, inspirando autoridad, pundonor y amor a la patria, con su bigotillo recortado. Y de ahí a rescatar la Sección Femenina, bajo la tutela de Esperanza Aguirre, hay un paso. ¿Es eso lo que nos espera?
Personalmente una servidora se mosquea bastante con tanto énfasis en el "hecho religioso". Creo que todos deberíamos reflexionar al saber que a Bush se le llena la boca al decir que tiene la Biblia como libro de cabecera. Aznar ahora está en su círculo de amistades. ¿Se recomendarán las lecturas? Me gustaría saber cuál era el libro favorito de Hannibal Lecter. Al menos, él resultaba elegante.
No dudo que la Biblia y otros documentos religiosos, encierren mensajes que realmente merezca la pena escuchar. De lo que sí dudo es de las intenciones que se esconden detrás de esos que se declaran públicamente ávidos lectores de versículos y salmos, a la vez que provocan, instigan y apoyan locuras que luego se saldan con miles de muertos. O callan y consienten, que viene a ser lo mismo. Me parece un uso bajo, sucio, rastrero, pervertido (y me quedo corta con los adjetivos) de la religiosidad y todo el entramado de intereses que la rodea. El mensaje que encierran algunos textos religiosos, es muy claro y muy contundente, tanto, que prácticamente nadie lo quiere realmente oír.
El resto es pura farándula, incluyendo las clases de religión de Sor Pilar del Castillo.∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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