o ha parado desde que recibió el Planeta,
pero tiene todo el tiempo del mundo. Tiempo para pararse con la gente, tiempo
para preguntar, para charlar, para sonreír, para dedicar sus libros con
autógrafos kilométricos que luego decora con florecitas. Y aunque ya tiene ganas
de relajar el ritmo para sentarse a escribir tranquilamente, no se niega a ir
allá a donde la reclaman.
Entre la serenidad que emana y lo apretado de su agenda, hay que tener en cuenta
que Rosa Regàs pocas veces ha estado quieta. Es ésta una mujer de múltiples
vocaciones, de las cuales la escritura ha sido la última en aflorar. Ha sido
madre de cinco hijos y ha trabajado de traductora, editora, periodista... Además
toca el piano, viaja compulsivamente, e incluso me promete que la próxima vez
que nos veamos me contará cómo ganó una medalla como gimnasta.
-Al recibir el Planeta dijiste que ibas a usar el dinero para comprar tiempo.
¿Qué has hecho con él?
-Pues en junio recibí cuatro meses y ya me los he gastado. Y Hacienda se ha
quedado la mitad, claro. De todas maneras, es casi una contradicción, porque en
el momento en que ganas el Planeta todo el mundo quiere que vayas a contar
cosas, te piden que hables de todo. Y yo en este tiempo he aprendido a decir: yo
de esto no puedo hablar, porque no sé. Porque te preguntan: ¿qué opina usted de
la minifalda? ¿Qué opina de los anticonceptivos? Pues oiga, no opino. Hay cosas
que sí pero muchas otras que no.
-Escribes "desde la parte amarga de la vida". Sin embargo, viéndote, no
pareces para nada encajar con esa amargura.
-Es lo que me dicen mis hijos, sobre todo uno de ellos: ¿cómo puede ser que
una persona tan alegre como tú escriba siempre esas cosas tan amargas? Y es que
tal vez al escribir, al entrar dentro de mí misma, al profundizar en la
realidad, dejo esa parte más externa de alegría y de buen humor, y me meto más
en la brutalidad de la vida.
-Has dicho que para crear es necesario tener un espacio propio, y que para
las mujeres es especialmente difícil encontrar ese reducto de libertad.
-Es que no hay, no tenemos, lugar libre en la mente. Estamos siempre muy
ocupadas con muchas cosas. Primero que tenemos una vocación de Marta, que nos
gusta la casa y el hogar y las cortinitas, esto nos ocupa mucho sitio. Pero
también nos cuidamos de la casa y nos cuidamos de los hijos, y nos cuidamos del
marido, y de las gallinas y del huerto, y de todo.
-¿Dices en serio que nos gusta?
-Bueno, no sé si nos gusta, pero lo desarrollamos, tal vez porque nos lo ha
inculcado una cultura de 4.000 años. La división de funciones se produjo hace
muchísimo tiempo, de tal manera que no es la mujer la que transmite el machismo,
ni tampoco es el hombre: es la cultura. La cultura nos ha separado las
funciones, y todavía se resiste a creer que una mujer es el equivalente de un
hombre. No digo que sea igual, pero sí que es equivalente.
-Aunque vivimos en un mundo de hombres, se habla cada vez más de conceptos
como feminización de la cultura. ¿Hacia allí vamos?
-Ya convendría. Pero fíjate, ayer estuve haciendo un artículo sobre los
premios Príncipe de Asturias de este año: ni una mujer, ni una. Pero no es
porque los hombres no quieran, es que no las ven. Una mujer, para tener el
prestigio de un hombre mediocre, tiene que ser muy vieja o estar muerta. Porque
los hombres no nos ven ni nos consideran. Incluso los que están contentos de que
hayamos irrumpido en el mundo de las letras y de las artes y de la música,
incluso éstos. Los hombres no leen libros de mujeres.
-Has llevado una vida muy activa, siempre has estado muy ocupada. ¿Dónde
tienes tú ese espacio privado, que te permite la creación?
-Bueno, yo no lo he tenido hasta que he sido muy mayor, hasta los 55 años no
escribí mi primer libro. No sé si habría sido capaz de escribirlo antes, creo
que no. No sé si porque mi vocación no había aflorado del todo
-aunque siempre la he tenido-, o porque no me veía capaz o lo dejaba para más
adelante... Para mí escribir cuatro novelas ha sido, como para todo el mundo, un
gran esfuerzo de concentración y de profundización, porque yo sí creo que todo
está dentro de mí misma. Y esto no habría podido hacerlo hace 20 años, porque me
habría ido, no sé, al mar, a cualquier sitio.
-Hablas de ese proceso de introspección, de ponerte a escribir, como algo que
te parece difícil, y al mismo tiempo...
-Muy atractivo. Me cuesta mucho ponerme a escribir, mucho, mucho, pero
cuando me pongo se me va el mundo entero. Ahora estoy escribiendo un cuento que
me han pedido y es feo, no me gusta nada, es una tontería, sin embargo ya me he
metido.
-¿Las mujeres lo tenemos más fácil a la hora de hacer ese ejercicio de
introspección?
-No lo sé, no creo. Los hombres se han empeñado en decir que nosotras sólo
sabemos hacer literatura intimista y en primera persona, y se olvidan de que las
mejores novelas policíacas, de fantasía, de ciencia-ficción, han sido escritas
por mujeres. Lo que nosotras hemos hecho es incorporar a la literatura el mundo
de la intimidad, donde hasta entonces habían entrado muy pocos hombres. Uno de
ellos fue Proust, uno de los más grandes escritores que el mundo ha tenido. Pero
en general los hombres entienden el mundo de la intimidad de otra manera, no
porque sean distintos, sino porque culturalmente los sentimientos les dan un
poco de grima. Incluso en el ámbito doméstico, siempre hay esta conversación en
la que la mujer se queja de que el hombre habla poco, porque nosotras hablamos
de los sentimientos, les damos la vuelta, analizamos. Y los hombres: esto ya lo
hemos dicho, ya está. Se cansan. Ésta es una de las grandes diferencias entre
hombres y mujeres, porque los hombres han tenido constantemente la función de
ser los protectores, no se pueden permitir debilidades, y los sentimientos
siempre les han parecido una debilidad. Estos pobres tíos no pueden llorar, no
pueden tener un fallo en la cama, porque todo va en contra de su prestigio, de
ser el tipo que lo dirige todo, lo arregla todo... Es muy duro ser hombre en un
mundo machista.
-Hay dos constantes en tu vida: una es la literatura y la otra es tu familia.
Sin embargo, este concepto está cambiando mucho, tú misma cuentas que tuviste
que inventarte a tu propia familia.
-Claro que sí, el modelo tradicional, que antes era el único, ahora es uno
de tantos. Está el padre dominador, la madre obediente y los hijos sumisos; pero
hay cantidad de mujeres que no tienen ningún hombre en casa y que llevan a la
familia como les da la gana; hay niños que tienen dos madres y dos padres, y
hasta tres, y no pasa nada. Cuando yo era pequeña, si tenías a tus padres
separados se te había caído el pelo. Y yo creo que todo está muy bien, porque la
familia, sea como sea, tiene que ser un reducto donde el hijo va aprendiendo la
única cosa que le va a servir cuando sea mayor, que es ser libre.
-Partiendo de una infancia que tú misma has calificado de dickensiana, has
ido creándote tu propio camino de una forma muy rompedora. ¿Cómo lo has hecho?
-Bueno, también tuve la ventaja de que estaba en contra de lo que me
habían impuesto, por lo tanto lo tenía más fácil. Quiero decir que si hubiera
tenido un padre y una madre y hubiera sido más feliz, a lo mejor me habría
quedado ahí. O sea que nunca sabes por qué vienen las cosas. Una misma tragedia,
por ejemplo, a mi hermano mayor le jodió la vida entera, pero a mí me ayudó a
ver la facilidad a la trasgresión, que no sé si la hubiera podido ver en una
familia compacta y tradicional. Y luego también aguantar lo que te venga. Yo...
no sé, a mí todo me parece aceptable -estoy hablando de cosas que me pasan a
mí-. Si tengo un traje, lo tengo, y si no, no lo tengo. No me quejo. Como partí
de la nada, eso me ha ayudado.
-¿Hacia dónde enfocas tus luchas ahora?
-Fundamentalmente, hacia lo que me parece injusto del mundo en el que vivo.
Pues para defender a los obreros de Sintel, para ir en contra del Plan
Hidrológico Nacional, por supuesto para ir en contra de Bush, para ir en contra
de Sharon, para poder en un momento determinado pensar que la derecha no siempre
está mal, que a veces también, por ejemplo en el caso de Chirac, es capaz de
hacer prevalecer el derecho internacional para oponerse a la guerra. Para
meterme con la Fundación Francisco Franco, que ya ha cobrado 124.000 euros desde
que está el PP... Pues para denunciar un poco todas estas cosas, que me parecen
abusos de autoridad. Y también para hacer cábalas de por qué Ana Botella se
conforma con un puesto de concejal y acabar pensando que tal vez el candidato de
Aznar no sea ninguno de los tres mosqueteros, sino Ruiz Gallardón, que es más
joven y el que parece que se puede enfrentar mejor, porque presume más de
progresista, con Zapatero. Y que si Ana Botella se presenta segunda en las
listas y ganan, entonces Aznar presentará a su candidato, que será Ruiz
Gallardón, y ella acabará siendo la alcaldesa de Madrid.
-El otro día el PP decía que no aprueba la búsqueda de las fosas comunes de
la guerra civil y todo este tema de la recuperación de la memoria histórica.
-¡Claro que no! Si son todos tíos, abuelos y primos de los que están en el
gobierno, si no han sido capaces todavía de condenar un régimen dictatorial como
el de Franco... A pesar de que lo está pidiendo la Comunidad Europea, la ONU,
pero no, no, es que no pueden, si uno empieza a mirar quién está en el gobierno
verá que todos son franquistas.
-La cuestión es que insisten en que el pasado está muerto y enterrado...
-Entonces, ¿por qué en la Catedral de Vitoria están desenterrando los
cimientos? ¿Para qué sirve la arqueología y para qué sirve la historia? Entonces
que suspendan las películas del oeste y las del Vietnam en los Estados Unidos y
que no se vuelva a hablar de la revolución francesa, ¿no?
-Has dicho "mi voz se oye poco, pero estoy convencida de que se oiría
muchísimo menos si me callara".
-¿Sabes qué pasa? Que yo tengo conciencia de que soy una persona mayor, a
pesar de que no me siento así, me tengo que mirar en el espejo para saber que
soy mayor, y como no tengo mucho tiempo, pues no me miro mucho. Pero sé que soy
una persona mayor, y las personas mayores tenemos muchas desventajas, por
ejemplo, que sabemos que nos queda poco tiempo. Pero también tenemos la ventaja
total de poder decir lo que nos da la gana. Porque a mí ya nadie me va a quitar
mi trabajo. Bueno, sí, en algún periódico no me pedirán artículos, ¿y a mí qué
más me da? Yo digo lo que pienso honestamente, y ya está.
-Después del Planeta, todo el mundo te pide opinión de las cosas. ¿Es que
sigue vigente ese papel del intelectual como guía?
-Pues no lo sé. Yo creo que al intelectual se le exige más que a los demás
ciudadanos, cuando el compromiso se le tiene que exigir igual a todo el mundo.
Otra cosa es que el intelectual en un momento determinado, alcanza un momento de
fama, que es una cosa perecedera y hay que aprovechar. Por eso yo aprovecho esta
fama que me han dado los premios que he ganado y los libros que he vendido para
dar voz a los que no tienen voz. En ese sentido soy machacona y protestona.
Cuando no tenga esa voz ya podré ir chillando, que nadie me escuchará. Hace
muchos años me costaba publicar un artículo, y como ahora no me cuesta, pues lo
aprovecho. Yo me siento profundamente solidaria con las personas que sufren por
causas injustas, entonces hago lo que puedo, en la medida de mis posibilidades.
Pero no porque tenga la responsabilidad, sino porque tengo la oportunidad y
siento la satisfacción, el placer, de hacerlo. ∆
Rosa Regàs ha participado en las III Jornadas Socioculturales del C.E.L.
(Círculo Empresarial Leonés)