n los últimos 25 años se
comercializaron 1.393 medicamentos y de ellos sólo 15 fueron para
enfermedades que afectan a países del Tercer Mundo. Debido a este abandono
se ha puesto en marcha un proyecto mundial para producir fármacos para
países pobres, en el que participa MSF. De ello nos habla Nora Uranga,
responsable para la campaña de acceso a medicamentos esenciales.
-En qué consistirá la Iniciativa de Medicamentos para Enfermedades
Olvidadas (DNDi)? ¿En qué estado se encuentra a día de hoy?
-El objetivo general del DNDi consiste en el desarrollo de
medicamentos para enfermedades olvidadas, que no forman parte del mercado,
y estimular el sector público para que asuma una mayor responsabilidad.
Pretende combinar las fuentes del sector privado y público con la ciencia
y tecnología para cumplir una investigación basada en las necesidades
reales de las personas que sufren las enfermedades olvidadas. En estos
momentos la iniciativa se encuentra en la fase de definición de una agenda
de trabajo basado en las necesidades reales en relación a tres
enfermedades: la enfermedad de Chagas (tripanosomiasis americana), la
enfermedad del Sueño (tripanosomiasis africana) y la leishmaniosis. Hasta
el momento se han presentado 71 propuestas de proyectos a corto, medio y
largo plazo.
-¿Cuál es en todo ello el papel de MSF?
-MSF es uno de los miembros fundadores del DNDi junto con el TDR/OMS,
Instituto Oswaldo Cruz/Fiocruz (Brasil), Indian Council of Medical
Research (India), el Instituto Pasteur (Francia), el Ministerio de Salud
(Malasia) y el Instituto de Investigación Médica (Kenia). MSF es
testimonio directo de las consecuencias de la falta de medicamentos para
tratar las enfermedades más olvidadas y el papel de MSF dentro del DNDi es
crucial para garantizar que la agenda de trabajo esté basada en las
necesidades médicas reales de las personas olvidadas.
-Hágame una comparativa. Cada año, ¿cuántos medicamentos nuevos salen
para enfermedades de países ricos y cuántos son específicos para las
enfermedades que azotan el Tercer Mundo?
-Un análisis de los resultados del desarrollo de medicamentos durante
los últimos 25 años muestra que de 1.393 entidades químicas
comercializadas, sólo 15 nuevos medicamentos estaban indicados para las
enfermedades tropicales y para la tuberculosis. Solamente tres de esos
quince fueron fruto de la investigación farmacéutica directa, el resto
fueron fruto de la investigación veterinaria y militar. Estas enfermedades
afectan principalmente a las poblaciones pobres y representan el 12% de la
carga por enfermedad mundial. En comparación, se desarrollaron 179 nuevos
medicamentos para enfermedades cardiovasculares, que representan el 11% de
la carga por enfermedad mundial.
-Visto lo visto, ¿se puede dejar en manos de las multinacionales
farmacéuticas la investigación de enfermedades del Tercer Mundo?
-No. En la actualidad el desarrollo de medicamentos depende casi
exclusivamente de la I+D de la industria farmacéutica que trabaja en una
economía global de mercado. Las fuerzas del mercado desvían la dirección
de la I+D de fármacos hacia aquellas enfermedades y pacientes (clientes)
que aseguran los beneficios financieros más altos. Por lo tanto, la falta
de I+D de fármacos para las enfermedades olvidadas es debida a que un
sistema de incentivos basado únicamente en el mercado falla a la hora de
encontrar soluciones para las enfermedades que afectan a los más pobres
(enfermedades que afectan al 75-80% de la población mundial). De todas
maneras, los gobiernos no han reaccionado rápidamente para atajar este
problema global. En los países industrializados, la política pública ha
otorgado durante mucho tiempo incentivos, como por ejemplo patentes,
créditos de impuestos, sistemas de seguros de atención sanitaria para
fomentar las inversiones del sector privado en la I+D de medicamentos,
pero dichos incentivos raramente afectaban a las enfermedades olvidadas.
Por otra parte, los gobiernos de los países menos desarrollados se
enfrentan a una falta de recursos financieros, a una falta de voluntad
para invertir en un desarrollo sanitario a largo plazo y el fracaso para
establecer incentivos de política pública que fomenten una capacidad
interna viable de desarrollo de medicamentos./