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Foto: M. A. Oliva
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AGOSTO 2003
¿Conformes con la telebasura?
Texto: Mariló Hidalgo
Si por un lado cogemos uno de los
muchos concursos que nos ofrece la televisión -Gran Hermano, Hotel Glam,
por ejemplo-, o un programa del corazón, telenovela lacrimógena, tertulia
diseñada para el insulto y el ridículo... y lo aderezamos con lenguaje
soez, vulgar y grosero. Tendremos Telebasura. Un género que según
encuestas, cuenta con millones de seguidores en nuestro país. ¿Es esta
televisión un espejo de la sociedad? ¿Qué intereses existen detrás de
ello? ¿Es posible un cambio hacia una televisión de calidad?
¿Para qué sirve la televisión?
Se
calcula que para el año 2005 más de mil millones de hogares tendrán un
televisor. La influencia que este pequeño electrodoméstico ha ido
adquiriendo en nuestras vidas es de tal magnitud que incluso se le ha
intentado dotar de vida propia. ¿Es buena o mala la televisión?
Hace llorar, incita al consumo, a veces informa, te lleva de viaje, te
excita, genera adicción, fomenta tu imaginación, te acompaña, te relaja,
te enseña, te ayuda casi casi a volar... ¡Cuántas cosas puede provocar
este conjunto de imágenes y voz que transmite esta pequeña caja de 625
líneas!
Si por un momento cambiamos de perspectiva podemos ver quién está al otro
lado. Dos ancianos solitarios. Unos niños que se pelean por unas
palomitas. Varios amigos que se han citado para ver un partido. Un ama de
casa fatigada. Una pareja que aprovecha el momento para comer. Un
adolescente que acaba de llegar de clase. Un solitario que necesita
compañía... ¿Cómo se puede satisfacer a un público tan diverso?
Share, rating, índice de audiencia... diferentes palabras para designar un
mismo concepto: qué número de espectadores están viendo un determinado
programa. Este dato que a simple vista no dice nada es el que marca el
éxito o fracaso de un programa -sea bueno o no-. Es el que determina el
número de anuncios con el que nos flagelan en los intermedios, e incluso
cuántas pausas puede llegar a tener el espacio que estamos viendo. Este
índice también marca el precio que va a pagar el anunciante por salir
justo en ese momento -más audiencia, más dinero-. Y más cosas. Esos datos
van a decidir al final qué programas se van a emitir en las diferentes
cadenas y a qué horas. Como dice una ley en economía, la oferta es la que
determina la demanda. Pero, ¿de dónde surgen esos datos? ¿Cómo se mide la
audiencia de un programa? Si usted piensa, al igual que muchos, que existe
un pequeño sensor en su aparato que manda información a un ordenador
central informando qué programa ve, cuánto tiempo está pegado al televisor
y con quién... está muy equivocado. Siento decirle que usted no es
representativo.
Existen empresas que deciden quién es la audiencia: van casa por casa,
ofrecen el producto, seleccionan varios hogares e instalan en cada
domicilio un aparatito llamado audímetro. Una de las empresas españolas de
mayor influencia -Sofres- tiene instalados tres mil aparatos en todo el
país. Si tenemos en cuenta que en España existe una población de casi
cuarenta millones de personas, nos podemos hacer una idea del índice de
representatividad y del universo del que esos datos son extraídos.
"La
telebasura le enseña a la sociedad su verdadero rostro, un rostro
grosero y grotesco".
(Enrique Gil Calvo. Sociólogo) |
Una vez encendido el televisor, el
aparatito en cuestión pregunta: ¿Quién está ahí?, para identificar al
usuario. Si no llega la respuesta, empieza a emitir una serie de pitidos
hasta que se le da esa información. Cada miembro de la familia tiene
asignada una tecla de entrada. El audímetro reconoce rápidamente qué canal
estás viendo y si haces zapping o resistes estoicamente los anuncios, etc.
¿Pagan por "ser audiencia"? Los implicados comentan que lamentablemente,
no. En su lugar les premian con puntos canjeables por regalos. En
resumidas cuentas, estas personas representan a la audiencia.
¿Los porcentajes de share son datos fiables? Recuerdo que en una película
de Danny de Vito, titulada "Rating game", mostraban cómo se podía comprar
a personas que tenían audímetro para salvar a programas que no conseguían
una audiencia real. ¿Sólo ocurre en las películas? Pedro Ruiz asegura que
no cree en esos números. "Conociendo cómo se malogran y malean todos los
negocios no va a ser ésta una excepción. Si se ha sido capaz de presionar
al Tribunal Constitucional, imagínate a una empresa cuya subida de dos
puntos representa un aumento de dos millones de pesetas en los spot
publicitarios".
Si echamos una ojeada a los espacios que actualmente vemos en televisión
observaremos una clara tendencia hacia el espectáculo, el sentimiento, la
frivolidad, lo superficial, los cotilleos de la prensa rosa... los
directores de las cadenas y programadores nos explican que el papel de la
televisión es el de entretener, no el de educar. ¿Y con qué programas se
pretende divertir? Con programas de mala calidad, chabacanos,
superficiales, pero que dan mucho dinero y a cambio cuentan con un elevado
índice de audiencia. A esta línea de programas se les conoce como
telebasura.
¿Representan estos espacios el gusto medio del ciudadano español? Para
Lorenzo Díaz(*), periodista y sociólogo, la cuestión es precisamente la
contraria: "La España profunda nunca ha decidido los contenidos de la
televisión, lo que ocurre es que los programadores saben que tienen que
mimar a estos estratos sociales que configuran la España profunda porque
son los que les van a dar el poder. Contentan a ese público con
sentimiento, pero nunca con la razón". Cuestión en la que profundiza el
ex-magistrado Javier Gómez de Liaño: "Por algunas cabezas se pasa la idea
de que se gobierna mejor una manada que un pueblo de hombres bien formados
y que piensen. Alguien puede estar pensando que tener a la gente
alimentada con este tipo de programas les permite conducir al grupo por
donde les apetece". En nuestro país se lee más bien poco, de manera que la
mayor parte de los ciudadanos, según las encuestas, recibe la información
casi exclusivamente a través del televisor. Un monopolio muy interesante
para todos aquellos que quieren llegar directamente a la mente de los
ciudadanos. Hablamos del poder político y económico, que en estos momentos
van de la mano. "El poder -asegura el periodista Manuel Piedrahíta(*)-,
sea político o económico, hace lo imposible para evitar que los
periodistas administren libremente la información. Cuando el poder se
corrompe no quiere que el ciudadano aprenda a discernir, razonar,
enjuiciar al margen de los caminos trillados de la semántica burocrática y
los canales informativos bien encauzados. La vieja y tosca censura
tradicional se ha perfeccionado en la era de los satélites de
comunicaciones. A diario, el periodista se ve asediado por informaciones
sensacionalistas o banales que ocultan, y minimizan, las verdaderamente
importantes para el ciudadano, con el latiguillo 'es lo que vende".
"Por
algunas cabezas pasa la idea de que se gobierna mejor una manada que un
pueblo de hombres bien formados y que piensen. Hay quienes creen que tener
a una gente alimentada con este tipo de programas, les permite luego
llevarles por dónde a ellos les apetece". (Javier Gómez de Liaño. Abogado)
¿Se sigue el mismo patrón en la televisión
pública que en las privadas? En estos momentos no existe gran diferencia
entre ambas. Lamentablemente con las privadas no llegó la variedad. Hoy
asistimos a una oferta de programación uniforme y pésima que con la excusa
de atraer a un público variado ha impuesto un nivel a la baja que no
parece contar con muchos detractores. Con la única diferencia de que la
televisión pública está pagada por todos los ciudadanos y debería contar
también con todos ellos a la hora de programar. "Soy partidaria -dice la
realizadora de televisión Josefa Molina (El País,24-5-98)- de una
televisión pública que cuide la salud mental de los espectadores o que por
lo menos sirva de contrapunto a eso que todo el mundo admite como una cosa
hecha: que las televisiones privadas están única y exclusivamente para
ganar dinero. Yo lo rechazo de plano. Lamento que los políticos no lo
perciban y vean la televisión como un elemento para manipular la
audiencia. Defienden los informativos y desprecian todo lo demás. ¿Existe
una fórmula? La fórmula mágica sería un compromiso del Estado. Que los
políticos quieran una verdadera televisión pública, donde la pluralidad,
la cultura y la libertad de expresión sean la clave. Es lo mismo que la
sanidad pública: Ésta se ocupa de los cuerpos y aquella de las mentes de
los espectadores".
¿Y qué dicen los espectadores? Me temo que no mucho. Hay quienes piensan
que en vez de un defensor del espectador, debería existir un acusador del
espectador: ¿Es que no reacciona ante nada? Dice el filósofo Gustavo Bueno
que cada pueblo tiene la televisión que se merece. "¿Acaso la televisión
es el espejo del alma de España? -se pregunta Gómez de Liaño-. Hace
bastantes años que nos convertimos en un país democrático, pero no nos
dimos cuenta de que esa democracia hay que cuidarla con una serie de
principios y valores. La libertad está muy bien, pero educar a la gente es
algo mucho más serio que un patio de vecinos o una alcoba".
Foto: M. A. Oliva |
Telebasura y televisión de calidad
Aunque en las encuestas todo el mundo asegura que es adicto a los
documentales de La 2, la realidad es muy distinta. La telebasura está de
moda y es seguida día a día por millones de personas. "La televisión
basura -reflexiona el sociólogo Enrique Gil Calvo-, le enseña como un
espejito mágico a la sociedad española su verdadero rostro, y es un rostro
a la vez grosero y grotesco. Y así somos, lo que ocurre es que hay mucha
hipocresía. La cultura popular española siempre se ha caracterizado por
una gran obscenidad, aunque luego en público esto se oculte y sólo salga a
la luz lo aparentemente puritano, depurado. Ahora se ha levantado un poco
el telón y se ve lo que hay en la trastienda: esa cultura típicamente
masculina de la grosería, de la obscenidad, que antes sólo traslucía en
las escenas de hombres solos. Respecto a los jóvenes, este tipo de
programas basura les muestra que para triunfar no sólo deben de ser muy
competitivos -como dicen los neoliberales- sino también grotescos y
groseros. Sino, no trepas". Para Pedro Ruiz el concepto de telebasura, no
existe: "Hay hombres basura que hacen basura. Y hombres basura que ven la
basura. La televisión es absolutamente inocente de lo que hacen los
hombres con ella".
Y lo que hacen es evitar que la gente reflexione, piense imponiendo una
cultura de lo frívolo, sensiblero y superficial. No existen debates sobre
ideas, sobre cuestiones que afecten al ciudadano: tren de alta velocidad,
corrupción, el porqué de una huelga, etc. Tampoco existen muchos programas
de entrevistas en profundidad, donde se aporte una nueva visión del
personaje. No hay programas para niños. Existen refritos donde lo mismo te
aparece una serie de dibujos animados, que un videoclip, o un
mini-concurso. Tampoco nos ofrecen buenos informativos, variados, que
aporten otra visión de lo que está ocurriendo. En su lugar nos bombardean
con espacios que más que informar, parece que intentan adoctrinar al
ciudadano según el bando político o económico desde el que se sitúa la
Cadena. En resumen, no existen programas que aporten cultura, profundidad,
reflexión... sin que por ello tengan que ser aburridos. Hace muy poco
tiempo, la Primera de TVE ofreció un documental sobre el origen de la
especie humana que consiguió casi un 30% de cuota de pantalla. Esto
demuestra que cuando a la gente se le ofrece algo bueno, lo ve.
"Al público le
interesa lo que le ofreces y la televisión pública debe proporcionarle
calidad.
El espectador no demanda nada, reacciona entre las opciones que tiene".
(Pilar Miró)
¿Cómo sería entonces una televisión de
calidad? Gómez de Liaño aunque confiesa que no ve mucha televisión porque
le apasiona la lectura, considera que dentro de una televisión de calidad
incluiría "programas de debate donde acuda gente de una y otra manera de
pensar, muy plural. ¿Se acuerda de aquel programa de Balbín, La Clave? A
mi gusto era un espacio excelente. Apuesto por la calidad y pediría
programas de índole cultural, político, documentales...". Para Pedro Ruiz
todo va unido a la forma de vida de cada uno. "La televisión de calidad,
es una vida de calidad. No hay mucho más que descubrir. Respetar, crecer,
divertirse y pensar son cosas compatibles con el mejorar como especie y
como individuos. Y si hay que hacer autocrítica, se hace, empezando por
uno mismo. Pero estas falacias de hacer burla a los demás como si eso
fuera libertad... Eso no es libertad, eso es una zafia parodia del
libertinaje. Porque a estas alturas, todo el mundo sabe que la libertad en
televisión no existe, ni existirá. Que pasen por ser libres unos programas
donde lo que hay es una discusión de 37 iletrados, analfabetos morales...
¡pues hasta aquí hemos llegado! La humanidad es una anécdota en el planeta
y el planeta no es más que un pueblo del Universo".
La televisión de calidad se ve, pero no interesa por dos cuestiones: una,
vende menos. La segunda conduciría a ese público que lee poco, que no se
molesta en preguntarse por las cosas, o plantearse que todo puede ser
distinto... le conduciría a pensar, a exigir, a ser parte activa en este
asunto y no un índice en el consumo. El cambio puede ser posible. Pero
hace falta una movilización de la sociedad. Cosa que por otro lado, está
de moda". ∆
Fuentes: (*) "El rapto de la televisión pública" de Manuel Piedrahita (Ed.Noesis),
"Telebasura y democracia" de Gustavo Bueno (Ediciones B), "Informe sobre
la televisión en España", de Lorenzo Díaz (Ediciones B) |
Foto: J.M.López |
Pedro
Ruiz
La libertad más que el
éxito
Estuvo doce años vetado en la televisión de la dictadura. Con el
PSOE no pudo pisar un plató en nueve años. ¿Su pecado? No morderse
la lengua ni debajo del agua. Este nadador contra corriente conduce
en La 2, "La noche abierta", un programa de entrevistas en
profundidad que lleva en antena más de doscientas emisiones. ¿La
clave de su permanencia? Ser un espacio de calidad que no se queda
en la superficie del personaje. Apuesta por la verdad y es capaz de
transmitir esa sensación al otro lado de la pantalla. |
-Hace tres años publicaste "La última carta" (Planeta), una novela
reflexiva y crítica que hablaba sobre los entresijos del mundo de la
televisión. Empieza el libro con una pregunta que te vuelvo a hacer unos
años después: ¿Llegará el hoy discutido y discutible mundo de la peor
televisión a los extremos que a continuación se apuntan?
-"La última carta", mi penúltimo libro, -luego he publicado "Mi noche
abierta"- es aún posterior a mis primeros vaticinios sobre lo que llegaría
a ser la televisión una vez que llegasen las privadas. En aquel programa
que hacía en Antena 3 titulado "En carne viva", ya parodiaba a la
televisión que venía. El que pueda acceder a aquellas cintas, verá que
está todo ahí. Y eso no tiene nada que ver con ser un visionario, o más
listo que los demás. Es cuestión de conocer la condición humana y saber
que eso, junto con los bajos instintos, dan mucho dinero. Igual que saber
que el odio es negocio, o el nacionalismo, o el enfrentamiento y la
polémica son negocio.
-¿Quién crees que está interesado en mantener este negocio a base de
esa basura de la que hablas?
-Los mediocres que pasan por ser magnates y mecenas. Los que quieren
mediocrizar a la población, que nunca ha sido de un desarrollo
extraordinario. En la pequeña historia del planeta tierra, nunca ha
existido una población con demasiado criterio, ni la habrá. Por mucho
Internet o rayo láser que metan en el cerebro, dentro de cinco mil
millones de años el criterio y el individuo seguirán sin formar. Es más
fácil manejar rebaños -la sociedad siempre ha estado organizada en
rebaños-, pero si además los rebaños se agrupan en raleas, se les conduce
mejor.
-En el fondo se trata de contentar al pueblo con "pan y circo" para que
no se pregunte por otras cosas...
-Siempre pasa lo mismo. En una vida no da tiempo para ser más que
amateur, decía Chaplin. Los movimientos gregarios son movimientos que
distraen al individuo. En realidad el individuo nunca ha nacido. El
"conócete a ti mismo" es una asignatura pendiente con la que nos morimos
todos. Si a ello le añades aturdimiento, prisa, vaciedad y empanadilla,
pues se compran 75 millones de pantalones Lois, y una voz te dice,
¿todavía no eres diferente como 75 millones de chicos? Eso es la vida del
comercio, luego hay otras vidas que son los amaneceres, el mar, los
pequeños detalles y los silencios.
-En tu libro, el protagonista hace una jugada magistral que pone en
jaque a los poderosos de la televisión valiéndose de la misma suciedad que
les ha llevado al poder. ¿Serías tú capaz de hacer algo así?
-Sí, porque al igual que el protagonista, tengo un concepto de la vida
muy efímero. Aunque vivo plenamente -soy un pesimista vitalista-, creo que
una última gamberrada ni arregla el mundo ni lo cambia, pero a uno le
otorga el placer de decir unas cuantas cosas que todo el mundo sabe -ya
que el sistema está corrompido- pero que nadie dice. En el último
espectáculo que hice en Barcelona como conmemoración de mis 25 años en el
escenario, lo primero que aparecía era un actor con mis cenizas. A partir
de ahí me daban dos horas más. Imagínate lo libre que se siente uno.
-"Es la hora del hombre más libre de la televisión. El tiempo de quien
ya puede decirlo todo..." Es una frase del protagonista de tu libro.
¿Podrían ser éstas, palabras de Pedro Ruiz hablando de sí mismo?
- Sí. Hay unos amigos míos que me apelan cariñosamente el "fiambre".
Tengo miedo como todo el mundo, -a cosas fundamentales como la
desaparición de tus seres queridos- pero al decorado, muy poco. Por eso me
apodan así, porque dicen que hablo como si ya no estuviera aquí. Y la
verdad es que mantengo un diálogo conmigo mismo desde que tengo 14 años, y
no como si estuviera muerto, sino conociendo lo efímero y lo pasajero que
puede resultar todo esto.
-Tengo una curiosidad, ¿cómo puedes vivir en medio de ese mundo lleno
de frivolidad, sin perder la esencia de lo que dices ser?
-Todo el mundo tiene que hacer pactos con la realidad. Aristóteles
decía que había que creer en la utopía porque la realidad es increíble.
Hay que hacer pactos con esta realidad cotidiana que sepulta tanta parte
de nuestra alma. El 80% de lo que tenemos, especialmente en los países
donde se habla del Estado del bienestar, es tres veces más de lo
que necesitamos. La cuestión está en no perder la raíz de uno mismo, ese
pequeño pálpito minúsculo que existe dentro de nosotros, y que te paga con
una pequeña voz cuando no estás demasiado borracho de la vida. Si miramos
a nuestro alrededor vemos que todo está preparado, urdido y fabricado para
distraerte de ti mismo -en el peor sentido de la palabra-, de manera que
cuando abres los ojos hay tres mil llamadas hacia sitios que no son de tu
interior. El esfuerzo consiste en participar en el circo pero sin dejar de
oír esa pequeña voz.
-Si como has comentado muchas veces "lo bueno no vende", ¿por qué sigue
en antena "La Noche Abierta"?
-La Noche Abierta está en La 2, y ahí se puede tener un 3% o un 12% de
audiencia. No miro las audiencias. En la próxima temporada alternaré esto
con un programa en la Primera de humor, probablemente en la línea de "Como
Pedro por su casa". O dirigiré cine o interpretaré. Hoy por hoy, no hago
el programa que quiero, sino el que puedo hacer por razones familiares.
Llevo demasiado tiempo sentado en un lugar donde se me tilda de lo que no
soy. No soy periodista y rechazo permanentemente la palabra. Me gusta
hablar con las personas y ya llevo demasiado tiempo haciéndolo sin
desarrollar lo que más me gusta, mi actividad artística. Este programa
puede hacerlo cualquier persona que tenga un talante parecido, otra cosa
es que consiga reunir a personas que no van a ningún otro programa salvo a
éste: Garzón, Antonio Banderas, Cela, Saramago, Barrionuevo... Han venido
a mi programa porque son amigos y ese es un patrimonio impagable que
también debe cotizar además de los números, que no son malos.
Independientemente, es un programa muy barato.
-Cada temporada añades un nuevo ingrediente a tu programa que induce a
la reflexión, a la crítica. ¿Hacia dónde quieres conducir al espectador?
-No le quiero conducir a ningún sitio porque entre otras muchas cosas
el público es algo que no conocemos. Mi público no existe. Existen unos
señores que te usan un rato y tú a ellos y todos somos un poco el de vez
en cuando de los demás. Te miran, no sabes quiénes son. Apagan. Se duermen
y se acabó. Si han sido 700.000 ó 2.500.000, al día siguiente lo dirán
unos números en los que no creo, porque conociendo cómo se malogran y
malean otros datos, en éstos me lo creo menos. Si se llega a presionar al
Tribunal Constitucional, imagínate a una empresa cuyo ascenso de dos
puntos representa una subida en spot publicitarios de dos millones de
pesetas. Dicho esto, al público lo único que quiero es ofrecerle en La
Noche Abierta, algo que me resulte a mí identificable en el sentido de ser
respetuoso con el que viene; procurar entenderle aunque no esté de acuerdo
con él; hacerle fácil la conversación... Y luego, que cada uno juzgue en
su casa. Muchas veces me preguntan por qué no soy más polémico, por qué no
"doy caña" a mis personajes. Yo les contesto que para eso hay demasiados
espacios en las televisiones.
-El filósofo Gustavo Bueno dice que cada pueblo tiene la televisión que
se merece. ¿Estás de acuerdo?
-Tiene una parte de razón importante. Se junta con Lope de Vega,
cuando dice si el pueblo es necio, que pague su precio. Cada pueblo tiene
la televisión que se merece, la moda que se merece, el equipo que se
merece, el porvenir que se merece. No creo en los pueblos, nunca he creído
en las identidades colectivas, por eso no figuro en ningún censo, no estoy
empadronado, no he votado nunca. Niego la mayor de las democracias, aunque
tengo muchos amigos políticos, que es votar, y lo hago por dos razones.
Una, porque en el fondo siempre acabas votando a Botín -o similar- y dos,
porque niego la mayor: creo que el voto de Gustavo Bueno, o una persona
buena, no vale lo mismo que el de un narcotraficante, o el asesino de la
Baraja, o un maltratador. Dicho sea con toda humildad, pero con toda
firmeza, mi papeleta no vale igual que todas las papeletas.
-Me sigue maravillando que siendo tan crítico mantengas un programa en
TVE.
- Estuve durante muchos años vetado en televisión. Ahora no soy un
apestado, pero tampoco un favorecido. Es milagroso quizá porque practico
una cosa y es aquello que decía Julio César de que "me odien mientras me
teman". Y aunque no quiero que me teman ni me odien, pues a las personas
que están más instaladas en el sistema -que está totalmente imbricado de
corruptelas hasta límites insospechados-, les he trasladado la idea de que
me voy a la rueda de prensa más multitudinaria que pueda existir con
motivo de Operación Triunfo -por ejemplo-, y digo un montón de cosas que
no les gusta, voy y las digo. Sé que el escándalo no duraría mucho porque
al final todo se olvida después de tres novelas rosas, cuatro telediarios
y dos escándalos sexuales. ∆ |
FUSION OPINA
La historia
de la Telebasura es muy sencilla, simplemente existe porque interesa. Si
un padre quiere educar bien a su hijo, pues controla sus fuentes de
alimentación, lo que lee, lo que oye, lo que ve. Luego, dialoga mucho con
él y le enseña a saber escoger entre lo que le eleva y lo que le degrada.
Con los gobernantes y el pueblo pasa lo mismo. Si quisieran un pueblo
culto y preparado crearían leyes que no permitieran la basura. Pero un
pueblo culto y preparado piensa, y saca conclusiones, y es más difícil de
mangonear. Así que, si quien gobierna tiene intenciones digamos sombrías,
pues prefiere el pueblo que hay, o sea, gente más preocupada por la vida
de los "famosos" que por las mentiras de Aznar para consolidar su futuro
en las américas, que es donde emigraban antes los desafortunados y ahora
los que no saben qué hacer con su fortuna.
El resto es simple inercia, marketing, escándalos y dinero, mucho dinero
en juego, que al fin y al cabo es el "dios" de la mayoría.
¿Qué o quién pondrá fin a tanta basura...? Pues sólo el ciudadano que es
quien tiene la libertad de cambiar de canal, así como de cambiar de voto.
Pero... ¿interesa...? ¿Se puede vivir sin el cotilleo?
Alguien dijo que lo que existe es reflejo de lo que somos, y somos lo que
decidimos ser.
Pero la verdadera libertad no tiene nada que ver con todo esto. ∆ |
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