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"Nunca tan pocos hicieron tanto por tocar fondo en cuanto a mediocridad y mal gusto. Nunca se alcanzaron niveles más bajos de calidad, sentido crítico, rigor o interés artístico y humano. La basura es como la droga, engancha y destruye. La telebasura es el nuevo opio del pueblo". (Jesús Quintero. Periodista)
Foto: M. A. Oliva

AGOSTO  2003

¿Conformes con la telebasura?

Texto: Mariló Hidalgo

Si por un lado cogemos uno de los muchos concursos que nos ofrece la televisión -Gran Hermano, Hotel Glam, por ejemplo-, o un programa del corazón, telenovela lacrimógena, tertulia diseñada para el insulto y el ridículo... y lo aderezamos con lenguaje soez, vulgar y grosero. Tendremos Telebasura. Un género que según encuestas, cuenta con millones de seguidores en nuestro país. ¿Es esta televisión un espejo de la sociedad? ¿Qué intereses existen detrás de ello? ¿Es posible un cambio hacia una televisión de calidad?

¿Para qué sirve la televisión?

Se calcula que para el año 2005 más de mil millones de hogares tendrán un televisor. La influencia que este pequeño electrodoméstico ha ido adquiriendo en nuestras vidas es de tal magnitud que incluso se le ha intentado dotar de vida propia. ¿Es buena o mala la televisión?
Hace llorar, incita al consumo, a veces informa, te lleva de viaje, te excita, genera adicción, fomenta tu imaginación, te acompaña, te relaja, te enseña, te ayuda casi casi a volar... ¡Cuántas cosas puede provocar este conjunto de imágenes y voz que transmite esta pequeña caja de 625 líneas!
Si por un momento cambiamos de perspectiva podemos ver quién está al otro lado. Dos ancianos solitarios. Unos niños que se pelean por unas palomitas. Varios amigos que se han citado para ver un partido. Un ama de casa fatigada. Una pareja que aprovecha el momento para comer. Un adolescente que acaba de llegar de clase. Un solitario que necesita compañía... ¿Cómo se puede satisfacer a un público tan diverso?
Share, rating, índice de audiencia... diferentes palabras para designar un mismo concepto: qué número de espectadores están viendo un determinado programa. Este dato que a simple vista no dice nada es el que marca el éxito o fracaso de un programa -sea bueno o no-. Es el que determina el número de anuncios con el que nos flagelan en los intermedios, e incluso cuántas pausas puede llegar a tener el espacio que estamos viendo. Este índice también marca el precio que va a pagar el anunciante por salir justo en ese momento -más audiencia, más dinero-. Y más cosas. Esos datos van a decidir al final qué programas se van a emitir en las diferentes cadenas y a qué horas. Como dice una ley en economía, la oferta es la que determina la demanda. Pero, ¿de dónde surgen esos datos? ¿Cómo se mide la audiencia de un programa? Si usted piensa, al igual que muchos, que existe un pequeño sensor en su aparato que manda información a un ordenador central informando qué programa ve, cuánto tiempo está pegado al televisor y con quién... está muy equivocado. Siento decirle que usted no es representativo.
Existen empresas que deciden quién es la audiencia: van casa por casa, ofrecen el producto, seleccionan varios hogares e instalan en cada domicilio un aparatito llamado audímetro. Una de las empresas españolas de mayor influencia -Sofres- tiene instalados tres mil aparatos en todo el país. Si tenemos en cuenta que en España existe una población de casi cuarenta millones de personas, nos podemos hacer una idea del índice de representatividad y del universo del que esos datos son extraídos.

"La telebasura le enseña a la sociedad su verdadero rostro, un rostro grosero y grotesco".
(Enrique Gil Calvo. Sociólogo)

Una vez encendido el televisor, el aparatito en cuestión pregunta: ¿Quién está ahí?, para identificar al usuario. Si no llega la respuesta, empieza a emitir una serie de pitidos hasta que se le da esa información. Cada miembro de la familia tiene asignada una tecla de entrada. El audímetro reconoce rápidamente qué canal estás viendo y si haces zapping o resistes estoicamente los anuncios, etc. ¿Pagan por "ser audiencia"? Los implicados comentan que lamentablemente, no. En su lugar les premian con puntos canjeables por regalos. En resumidas cuentas, estas personas representan a la audiencia.
¿Los porcentajes de share son datos fiables? Recuerdo que en una película de Danny de Vito, titulada "Rating game", mostraban cómo se podía comprar a personas que tenían audímetro para salvar a programas que no conseguían una audiencia real. ¿Sólo ocurre en las películas? Pedro Ruiz asegura que no cree en esos números. "Conociendo cómo se malogran y malean todos los negocios no va a ser ésta una excepción. Si se ha sido capaz de presionar al Tribunal Constitucional, imagínate a una empresa cuya subida de dos puntos representa un aumento de dos millones de pesetas en los spot publicitarios".
Si echamos una ojeada a los espacios que actualmente vemos en televisión observaremos una clara tendencia hacia el espectáculo, el sentimiento, la frivolidad, lo superficial, los cotilleos de la prensa rosa... los directores de las cadenas y programadores nos explican que el papel de la televisión es el de entretener, no el de educar. ¿Y con qué programas se pretende divertir? Con programas de mala calidad, chabacanos, superficiales, pero que dan mucho dinero y a cambio cuentan con un elevado índice de audiencia. A esta línea de programas se les conoce como telebasura.
¿Representan estos espacios el gusto medio del ciudadano español? Para Lorenzo Díaz(*), periodista y sociólogo, la cuestión es precisamente la contraria: "La España profunda nunca ha decidido los contenidos de la televisión, lo que ocurre es que los programadores saben que tienen que mimar a estos estratos sociales que configuran la España profunda porque son los que les van a dar el poder. Contentan a ese público con sentimiento, pero nunca con la razón". Cuestión en la que profundiza el ex-magistrado Javier Gómez de Liaño: "Por algunas cabezas se pasa la idea de que se gobierna mejor una manada que un pueblo de hombres bien formados y que piensen. Alguien puede estar pensando que tener a la gente alimentada con este tipo de programas les permite conducir al grupo por donde les apetece". En nuestro país se lee más bien poco, de manera que la mayor parte de los ciudadanos, según las encuestas, recibe la información casi exclusivamente a través del televisor. Un monopolio muy interesante para todos aquellos que quieren llegar directamente a la mente de los ciudadanos. Hablamos del poder político y económico, que en estos momentos van de la mano. "El poder -asegura el periodista Manuel Piedrahíta(*)-, sea político o económico, hace lo imposible para evitar que los periodistas administren libremente la información. Cuando el poder se corrompe no quiere que el ciudadano aprenda a discernir, razonar, enjuiciar al margen de los caminos trillados de la semántica burocrática y los canales informativos bien encauzados. La vieja y tosca censura tradicional se ha perfeccionado en la era de los satélites de comunicaciones. A diario, el periodista se ve asediado por informaciones sensacionalistas o banales que ocultan, y minimizan, las verdaderamente importantes para el ciudadano, con el latiguillo 'es lo que vende".

"Por algunas cabezas pasa la idea de que se gobierna mejor una manada que un pueblo de hombres bien formados y que piensen. Hay quienes creen que tener a una gente alimentada con este tipo de programas, les permite luego llevarles por dónde a ellos les apetece". (Javier Gómez de Liaño. Abogado)

¿Se sigue el mismo patrón en la televisión pública que en las privadas? En estos momentos no existe gran diferencia entre ambas. Lamentablemente con las privadas no llegó la variedad. Hoy asistimos a una oferta de programación uniforme y pésima que con la excusa de atraer a un público variado ha impuesto un nivel a la baja que no parece contar con muchos detractores. Con la única diferencia de que la televisión pública está pagada por todos los ciudadanos y debería contar también con todos ellos a la hora de programar. "Soy partidaria -dice la realizadora de televisión Josefa Molina (El País,24-5-98)- de una televisión pública que cuide la salud mental de los espectadores o que por lo menos sirva de contrapunto a eso que todo el mundo admite como una cosa hecha: que las televisiones privadas están única y exclusivamente para ganar dinero. Yo lo rechazo de plano. Lamento que los políticos no lo perciban y vean la televisión como un elemento para manipular la audiencia. Defienden los informativos y desprecian todo lo demás. ¿Existe una fórmula? La fórmula mágica sería un compromiso del Estado. Que los políticos quieran una verdadera televisión pública, donde la pluralidad, la cultura y la libertad de expresión sean la clave. Es lo mismo que la sanidad pública: Ésta se ocupa de los cuerpos y aquella de las mentes de los espectadores".
¿Y qué dicen los espectadores? Me temo que no mucho. Hay quienes piensan que en vez de un defensor del espectador, debería existir un acusador del espectador: ¿Es que no reacciona ante nada? Dice el filósofo Gustavo Bueno que cada pueblo tiene la televisión que se merece. "¿Acaso la televisión es el espejo del alma de España? -se pregunta Gómez de Liaño-. Hace bastantes años que nos convertimos en un país democrático, pero no nos dimos cuenta de que esa democracia hay que cuidarla con una serie de principios y valores. La libertad está muy bien, pero educar a la gente es algo mucho más serio que un patio de vecinos o una alcoba".

"La España profunda nunca ha decidido los contenidos de la televisión, lo que ocurre es que los programadores saben que tienen que tener mimados a estos estratos sociales porque son los que les van a dar el poder. A cambio van a contentar a ese pueblo con sentimiento, pero nunca con razón". (Lorenzo Díaz. Sociólogo y periodista)
Foto: M. A. Oliva

Telebasura y televisión de calidad
Aunque en las encuestas todo el mundo asegura que es adicto a los documentales de La 2, la realidad es muy distinta. La telebasura está de moda y es seguida día a día por millones de personas. "La televisión basura -reflexiona el sociólogo Enrique Gil Calvo-, le enseña como un espejito mágico a la sociedad española su verdadero rostro, y es un rostro a la vez grosero y grotesco. Y así somos, lo que ocurre es que hay mucha hipocresía. La cultura popular española siempre se ha caracterizado por una gran obscenidad, aunque luego en público esto se oculte y sólo salga a la luz lo aparentemente puritano, depurado. Ahora se ha levantado un poco el telón y se ve lo que hay en la trastienda: esa cultura típicamente masculina de la grosería, de la obscenidad, que antes sólo traslucía en las escenas de hombres solos. Respecto a los jóvenes, este tipo de programas basura les muestra que para triunfar no sólo deben de ser muy competitivos -como dicen los neoliberales- sino también grotescos y groseros. Sino, no trepas". Para Pedro Ruiz el concepto de telebasura, no existe: "Hay hombres basura que hacen basura. Y hombres basura que ven la basura. La televisión es absolutamente inocente de lo que hacen los hombres con ella".
Y lo que hacen es evitar que la gente reflexione, piense imponiendo una cultura de lo frívolo, sensiblero y superficial. No existen debates sobre ideas, sobre cuestiones que afecten al ciudadano: tren de alta velocidad, corrupción, el porqué de una huelga, etc. Tampoco existen muchos programas de entrevistas en profundidad, donde se aporte una nueva visión del personaje. No hay programas para niños. Existen refritos donde lo mismo te aparece una serie de dibujos animados, que un videoclip, o un mini-concurso. Tampoco nos ofrecen buenos informativos, variados, que aporten otra visión de lo que está ocurriendo. En su lugar nos bombardean con espacios que más que informar, parece que intentan adoctrinar al ciudadano según el bando político o económico desde el que se sitúa la Cadena. En resumen, no existen programas que aporten cultura, profundidad, reflexión... sin que por ello tengan que ser aburridos. Hace muy poco tiempo, la Primera de TVE ofreció un documental sobre el origen de la especie humana que consiguió casi un 30% de cuota de pantalla. Esto demuestra que cuando a la gente se le ofrece algo bueno, lo ve.

"Al público le interesa lo que le ofreces y la televisión pública debe proporcionarle calidad.
El espectador no demanda nada, reacciona entre las opciones que tiene".
(Pilar Miró)

¿Cómo sería entonces una televisión de calidad? Gómez de Liaño aunque confiesa que no ve mucha televisión porque le apasiona la lectura, considera que dentro de una televisión de calidad incluiría "programas de debate donde acuda gente de una y otra manera de pensar, muy plural. ¿Se acuerda de aquel programa de Balbín, La Clave? A mi gusto era un espacio excelente. Apuesto por la calidad y pediría programas de índole cultural, político, documentales...". Para Pedro Ruiz todo va unido a la forma de vida de cada uno. "La televisión de calidad, es una vida de calidad. No hay mucho más que descubrir. Respetar, crecer, divertirse y pensar son cosas compatibles con el mejorar como especie y como individuos. Y si hay que hacer autocrítica, se hace, empezando por uno mismo. Pero estas falacias de hacer burla a los demás como si eso fuera libertad... Eso no es libertad, eso es una zafia parodia del libertinaje. Porque a estas alturas, todo el mundo sabe que la libertad en televisión no existe, ni existirá. Que pasen por ser libres unos programas donde lo que hay es una discusión de 37 iletrados, analfabetos morales... ¡pues hasta aquí hemos llegado! La humanidad es una anécdota en el planeta y el planeta no es más que un pueblo del Universo".
La televisión de calidad se ve, pero no interesa por dos cuestiones: una, vende menos. La segunda conduciría a ese público que lee poco, que no se molesta en preguntarse por las cosas, o plantearse que todo puede ser distinto... le conduciría a pensar, a exigir, a ser parte activa en este asunto y no un índice en el consumo. El cambio puede ser posible. Pero hace falta una movilización de la sociedad. Cosa que por otro lado, está de moda". ∆

Fuentes: (*) "El rapto de la televisión pública" de Manuel Piedrahita (Ed.Noesis), "Telebasura y democracia" de Gustavo Bueno (Ediciones B), "Informe sobre la televisión en España", de Lorenzo Díaz (Ediciones B)

 

"Yo creo que la telebasura no existe. Hay hombres basura que hacen basura. Y hombres basura que ven basura"
Foto: J.M.López

Pedro Ruiz
 La libertad más que el éxito

Estuvo doce años vetado en la televisión de la dictadura. Con el PSOE no pudo pisar un plató en nueve años. ¿Su pecado? No morderse la lengua ni debajo del agua. Este nadador contra corriente conduce en La 2, "La noche abierta", un programa de entrevistas en profundidad que lleva en antena más de doscientas emisiones. ¿La clave de su permanencia? Ser un espacio de calidad que no se queda en la superficie del personaje. Apuesta por la verdad y es capaz de transmitir esa sensación al otro lado de la pantalla.


-Hace tres años publicaste "La última carta" (Planeta), una novela reflexiva y crítica que hablaba sobre los entresijos del mundo de la televisión. Empieza el libro con una pregunta que te vuelvo a hacer unos años después: ¿Llegará el hoy discutido y discutible mundo de la peor televisión a los extremos que a continuación se apuntan?
-"La última carta", mi penúltimo libro, -luego he publicado "Mi noche abierta"- es aún posterior a mis primeros vaticinios sobre lo que llegaría a ser la televisión una vez que llegasen las privadas. En aquel programa que hacía en Antena 3 titulado "En carne viva", ya parodiaba a la televisión que venía. El que pueda acceder a aquellas cintas, verá que está todo ahí. Y eso no tiene nada que ver con ser un visionario, o más listo que los demás. Es cuestión de conocer la condición humana y saber que eso, junto con los bajos instintos, dan mucho dinero. Igual que saber que el odio es negocio, o el nacionalismo, o el enfrentamiento y la polémica son negocio.

-¿Quién crees que está interesado en mantener este negocio a base de esa basura de la que hablas?
-Los mediocres que pasan por ser magnates y mecenas. Los que quieren mediocrizar a la población, que nunca ha sido de un desarrollo extraordinario. En la pequeña historia del planeta tierra, nunca ha existido una población con demasiado criterio, ni la habrá. Por mucho Internet o rayo láser que metan en el cerebro, dentro de cinco mil millones de años el criterio y el individuo seguirán sin formar. Es más fácil manejar rebaños -la sociedad siempre ha estado organizada en rebaños-, pero si además los rebaños se agrupan en raleas, se les conduce mejor.

-En el fondo se trata de contentar al pueblo con "pan y circo" para que no se pregunte por otras cosas...
-Siempre pasa lo mismo. En una vida no da tiempo para ser más que amateur, decía Chaplin. Los movimientos gregarios son movimientos que distraen al individuo. En realidad el individuo nunca ha nacido. El "conócete a ti mismo" es una asignatura pendiente con la que nos morimos todos. Si a ello le añades aturdimiento, prisa, vaciedad y empanadilla, pues se compran 75 millones de pantalones Lois, y una voz te dice, ¿todavía no eres diferente como 75 millones de chicos? Eso es la vida del comercio, luego hay otras vidas que son los amaneceres, el mar, los pequeños detalles y los silencios.

-En tu libro, el protagonista hace una jugada magistral que pone en jaque a los poderosos de la televisión valiéndose de la misma suciedad que les ha llevado al poder. ¿Serías tú capaz de hacer algo así?
-Sí, porque al igual que el protagonista, tengo un concepto de la vida muy efímero. Aunque vivo plenamente -soy un pesimista vitalista-, creo que una última gamberrada ni arregla el mundo ni lo cambia, pero a uno le otorga el placer de decir unas cuantas cosas que todo el mundo sabe -ya que el sistema está corrompido- pero que nadie dice. En el último espectáculo que hice en Barcelona como conmemoración de mis 25 años en el escenario, lo primero que aparecía era un actor con mis cenizas. A partir de ahí me daban dos horas más. Imagínate lo libre que se siente uno.

-"Es la hora del hombre más libre de la televisión. El tiempo de quien ya puede decirlo todo..." Es una frase del protagonista de tu libro. ¿Podrían ser éstas, palabras de Pedro Ruiz hablando de sí mismo?
- Sí. Hay unos amigos míos que me apelan cariñosamente el "fiambre". Tengo miedo como todo el mundo, -a cosas fundamentales como la desaparición de tus seres queridos- pero al decorado, muy poco. Por eso me apodan así, porque dicen que hablo como si ya no estuviera aquí. Y la verdad es que mantengo un diálogo conmigo mismo desde que tengo 14 años, y no como si estuviera muerto, sino conociendo lo efímero y lo pasajero que puede resultar todo esto.

-Tengo una curiosidad, ¿cómo puedes vivir en medio de ese mundo lleno de frivolidad, sin perder la esencia de lo que dices ser?
-Todo el mundo tiene que hacer pactos con la realidad. Aristóteles decía que había que creer en la utopía porque la realidad es increíble. Hay que hacer pactos con esta realidad cotidiana que sepulta tanta parte de nuestra alma. El 80% de lo que tenemos, especialmente en los países donde se habla del Estado del bienestar, es tres veces más de lo que necesitamos. La cuestión está en no perder la raíz de uno mismo, ese pequeño pálpito minúsculo que existe dentro de nosotros, y que te paga con una pequeña voz cuando no estás demasiado borracho de la vida. Si miramos a nuestro alrededor vemos que todo está preparado, urdido y fabricado para distraerte de ti mismo -en el peor sentido de la palabra-, de manera que cuando abres los ojos hay tres mil llamadas hacia sitios que no son de tu interior. El esfuerzo consiste en participar en el circo pero sin dejar de oír esa pequeña voz.

"En la pequeña historia del planeta tierra, nunca ha existido una población con demasiado criterio, ni la habrá".

-Si como has comentado muchas veces "lo bueno no vende", ¿por qué sigue en antena "La Noche Abierta"?
-La Noche Abierta está en La 2, y ahí se puede tener un 3% o un 12% de audiencia. No miro las audiencias. En la próxima temporada alternaré esto con un programa en la Primera de humor, probablemente en la línea de "Como Pedro por su casa". O dirigiré cine o interpretaré. Hoy por hoy, no hago el programa que quiero, sino el que puedo hacer por razones familiares. Llevo demasiado tiempo sentado en un lugar donde se me tilda de lo que no soy. No soy periodista y rechazo permanentemente la palabra. Me gusta hablar con las personas y ya llevo demasiado tiempo haciéndolo sin desarrollar lo que más me gusta, mi actividad artística. Este programa puede hacerlo cualquier persona que tenga un talante parecido, otra cosa es que consiga reunir a personas que no van a ningún otro programa salvo a éste: Garzón, Antonio Banderas, Cela, Saramago, Barrionuevo... Han venido a mi programa porque son amigos y ese es un patrimonio impagable que también debe cotizar además de los números, que no son malos. Independientemente, es un programa muy barato.

-Cada temporada añades un nuevo ingrediente a tu programa que induce a la reflexión, a la crítica. ¿Hacia dónde quieres conducir al espectador?
-No le quiero conducir a ningún sitio porque entre otras muchas cosas el público es algo que no conocemos. Mi público no existe. Existen unos señores que te usan un rato y tú a ellos y todos somos un poco el de vez en cuando de los demás. Te miran, no sabes quiénes son. Apagan. Se duermen y se acabó. Si han sido 700.000 ó 2.500.000, al día siguiente lo dirán unos números en los que no creo, porque conociendo cómo se malogran y malean otros datos, en éstos me lo creo menos. Si se llega a presionar al Tribunal Constitucional, imagínate a una empresa cuyo ascenso de dos puntos representa una subida en spot publicitarios de dos millones de pesetas. Dicho esto, al público lo único que quiero es ofrecerle en La Noche Abierta, algo que me resulte a mí identificable en el sentido de ser respetuoso con el que viene; procurar entenderle aunque no esté de acuerdo con él; hacerle fácil la conversación... Y luego, que cada uno juzgue en su casa. Muchas veces me preguntan por qué no soy más polémico, por qué no "doy caña" a mis personajes. Yo les contesto que para eso hay demasiados espacios en las televisiones.

-El filósofo Gustavo Bueno dice que cada pueblo tiene la televisión que se merece. ¿Estás de acuerdo?
-Tiene una parte de razón importante. Se junta con Lope de Vega, cuando dice si el pueblo es necio, que pague su precio. Cada pueblo tiene la televisión que se merece, la moda que se merece, el equipo que se merece, el porvenir que se merece. No creo en los pueblos, nunca he creído en las identidades colectivas, por eso no figuro en ningún censo, no estoy empadronado, no he votado nunca. Niego la mayor de las democracias, aunque tengo muchos amigos políticos, que es votar, y lo hago por dos razones. Una, porque en el fondo siempre acabas votando a Botín -o similar- y dos, porque niego la mayor: creo que el voto de Gustavo Bueno, o una persona buena, no vale lo mismo que el de un narcotraficante, o el asesino de la Baraja, o un maltratador. Dicho sea con toda humildad, pero con toda firmeza, mi papeleta no vale igual que todas las papeletas.

-Me sigue maravillando que siendo tan crítico mantengas un programa en TVE.
- Estuve durante muchos años vetado en televisión. Ahora no soy un apestado, pero tampoco un favorecido. Es milagroso quizá porque practico una cosa y es aquello que decía Julio César de que "me odien mientras me teman". Y aunque no quiero que me teman ni me odien, pues a las personas que están más instaladas en el sistema -que está totalmente imbricado de corruptelas hasta límites insospechados-, les he trasladado la idea de que me voy a la rueda de prensa más multitudinaria que pueda existir con motivo de Operación Triunfo -por ejemplo-, y digo un montón de cosas que no les gusta, voy y las digo. Sé que el escándalo no duraría mucho porque al final todo se olvida después de tres novelas rosas, cuatro telediarios y dos escándalos sexuales. ∆

 

 FUSION OPINA

La historia de la Telebasura es muy sencilla, simplemente existe porque interesa. Si un padre quiere educar bien a su hijo, pues controla sus fuentes de alimentación, lo que lee, lo que oye, lo que ve. Luego, dialoga mucho con él y le enseña a saber escoger entre lo que le eleva y lo que le degrada.
Con los gobernantes y el pueblo pasa lo mismo. Si quisieran un pueblo culto y preparado crearían leyes que no permitieran la basura. Pero un pueblo culto y preparado piensa, y saca conclusiones, y es más difícil de mangonear. Así que, si quien gobierna tiene intenciones digamos sombrías, pues prefiere el pueblo que hay, o sea, gente más preocupada por la vida de los "famosos" que por las mentiras de Aznar para consolidar su futuro en las américas, que es donde emigraban antes los desafortunados y ahora los que no saben qué hacer con su fortuna.
El resto es simple inercia, marketing, escándalos y dinero, mucho dinero en juego, que al fin y al cabo es el "dios" de la mayoría.
¿Qué o quién pondrá fin a tanta basura...? Pues sólo el ciudadano que es quien tiene la libertad de cambiar de canal, así como de cambiar de voto.
Pero... ¿interesa...? ¿Se puede vivir sin el cotilleo?
Alguien dijo que lo que existe es reflejo de lo que somos, y somos lo que decidimos ser.
Pero la verdadera libertad no tiene nada que ver con todo esto. ∆

   

   
INDICE:   Editorial Nacional, Internacional, Entrevistas, Reportajes, Actualidad
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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