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AGOSTO  2003

Manuel Lucas Matheu. Sexólogo

MANUEL LUCAS MATHEU
-Sexólogo-

Ha dedicado una parte de su vida a estudiar la relación que se establece entre una moral sexual más o menos relajada, con la agresividad y otros temas, como el incesto, la hospitalidad sexual o el papel de la mujer. Insiste en la importancia de calmar la sed de piel, porque "las personas que se acarician no se golpean"


Texto: Carolina Fernández

Para comprender la importancia de la sexualidad en la vida de los individuos, Manuel Lucas ha realizado estudios de campo en las islas Truck y Ponape de la Micronesia. Es, además, coordinador de la Licenciatura en Sexología de la Universidad de Almería, Presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología y Delegado Provincial de la Consejería de Salud en Almería. Y aún saca tiempo para dar conferencias y seguir observando y analizando el comportamiento humano tanto en la sociedad occidental como en otras partes del mundo.

-¿Cualquier comportamiento del ser humano tiene su origen en la sexualidad?
-No exactamente, porque hay cosas que están relacionadas con otras necesidades como el hambre o la sed, por ejemplo, pero la sexualidad en el ser humano tiene una dimensión más importante de lo que reconocemos, sobre todo en la sociedad occidental. Tienen su origen en la sexualidad muchos más comportamientos de los que pensamos.

-¿Como por ejemplo?
-Algunos comportamientos agresivos tienen que ver con la sexualidad. Casi se puede decir que esto es universal: las culturas que están aisladas por el ecosistema -como ocurre en las islas pequeñitas de Indonesia, Polinesia, o entre los esquimales, bosquimanos del desierto de Kalahari, etc.- son sociedades muy pacíficas, no tienen necesidad de derrochar agresividad, y a la vez tienen una gran flexibilidad en la moral sexual, son muy poco reprimidos.
En cambio, las sociedades que necesitan derrochar algún tipo de agresividad puesto que tienen por ejemplo conflictos fronterizos, como Nueva Guinea, y las que mantienen una competencia muy alta entre los distintos grupos humanos, tienen comportamientos sexuales muy reprimidos, y una normativa y una moral sexual muy restrictiva.

-¿Cuándo empezó a notarse en la sociedad occidental este giro hacia la agresividad?
-Creo yo que cuando empezamos a ser una sociedad con una enorme presión demográfica, con una presión de fronteras. Eso hace que seamos durante muchos siglos muy agresivos. A partir de que empieza el desarrollo tecnológico, esta sociedad se desquicia.

-¿Cómo influye la cultura occidental en otras partes del mundo?
-Es una influencia que está haciendo mucho daño. Todavía quedan algunos reductos que cada vez están sufriendo más. Hay un pueblo en el centro de China, los Na, que han vivido aislados durante muchos siglos. Era una sociedad muy libre sexualmente. Suele coincidir que una sociedad libre desde el punto de vista sexual, es poco agresiva y la mujer tiene un gran protagonismo social y económico. En este caso concreto existe lo que podíamos llamar el matriarcado perfecto. Las mujeres no tienen maridos oficiales. Todo el mundo vive en la casa de las mujeres: de la madre, de la abuela. Los varones pueden tener relaciones con las mujeres, pero no se casan. Los hijos son hijos de la madre, y no tienen padre conocido. Esta forma de estructurar una sociedad en torno al matriarcado está siendo totalmente desmantelada por la presión demográfica a que ya se están viendo sometidos. Se nota en que las mujeres están ya usando métodos anticonceptivos, están empezando a pensar en casarse, a tener celos, etc.

"Deberíamos ser los hombres los que imitásemos más el modelo femenino. Feminizar el futuro sería importantísimo"

-Nuestra sociedad también está muy influida por la cultura ligada a la Iglesia Católica. ¿Cómo nos ha marcado?
-Yo no creo que sea la Iglesia. Siempre echamos la culpa a los curas de todo esto, pero los curas son víctimas de lo mismo, sufren igualmente esa represión sexual. Además, está demostrado que desde el momento en que deciden ser célibes, los curas están muy obsesionados con la sexualidad porque la tienen más reprimida que nadie, o por lo menos los obligan a ello, aunque alguno no lo cumpla. El sexto mandamiento es el que destaca, parece que es el único pecado de la Santa Madre Iglesia. Realmente yo no creo que sean las religiones las que influyan, más bien las religiones se adaptan a las necesidades sociológicas. Por ejemplo, los mahometanos de regiones como Irán, Irak, y la zona de Oriente Medio, con gran competitividad de fronteras y una tremenda presión demográfica, viven una enorme represión sexual. En cambio los tuareg que viven en el desierto del Sáhara, que son mahometanos, no tienen esa presión demográfica; ahora todo está un poco dislocado, pero si miramos cincuenta años para atrás los tuareg vivían en una sociedad en la que no eran las mujeres las que llevaban el velo, sino los hombres. Son ellas las que tienen una gran preponderancia desde el punto de vista económico, social y sexual y además practican hospitalidad sexual, es decir se ofrecen cuando viene un forastero. Y son mahometanos. La misma religión con distintas formas de ver las cosas, precisamente por enmarcarse en espacios demográficos y en ecosistemas diferentes.

-¿Qué opina de las campañas a favor de la castidad?
-Yo creo que tienen poco o nulo éxito. Son cuatro locos que salen por ahí diciendo tonterías a las que realmente los ciudadanos hacen muy poco caso. Se hacen cuando más libertad se supone que puede haber. Pero yo creo que más que las campañas de castidad, lo que tiene éxito para reprimir la sexualidad es el modelo de sociedad competitivo y agresivo que vivimos.

-Si podemos relacionar el aislamiento geográfico con la libertad sexual ¿cómo influiría en este tema la globalización en las comunicaciones, en la economía, en la cultura, etc?
-Pues yo creo que está influyendo muy negativamente. Es palpable y podemos verlo en el día a día, la enorme agresividad que hay en el ambiente. La guerra contra Irak es un ejemplo, una guerra sin ninguna motivación clara. Es muy preocupante que se produzcan esas actitudes agresivas desde unas naciones que siempre se han presentado como líderes de la libertad y de la democracia.

-Siguiendo esa línea, en alguna ocasión ha dicho que tanto Bush como Aznar son reprimidos sexuales...
-No es tanta broma. Yo no me figuro a esos dos señores, ni a otros muchos, teniendo orgasmos muy intensos. Míralos a la cara y verás que son caras contraídas, poco relajadas. Las risas que le dan a Aznar de pronto, son de esas que salen forzadas, exageradas. Me acuerdo ahora mismo de una foto que salía en portada de un diario, en el desfile de las Fuerzas Armadas, en la que está este hombre riéndose de esa forma tan peculiar. A su lado está Marichalar, mirándolo con una cara como diciendo "qué hace éste". Es decir, que las personas que pueden admitir en un momento dado hacer una guerra, las personas que agreden, no están muy satisfechos sexualmente hablando.

-¿Qué tiene el modelo occidental que parece que todo lo que toca lo corrompe?
-Yo creo que fundamentalmente lo que nos ha pasado es que hemos tenido un desarrollo tecnológico y científico muy importante, un salto casi de vértigo; en cambio la madurez psicológica, el desarrollo espiritual -aunque no me gusta mucho el término- ha sido mucho menor en proporción. Y este salto entre una cosa y otra supone que tenemos unos instrumentos potentísimos desde el punto de vista tecnológico, que pueden convertirse en muy peligrosos, sin haber tenido la madurez suficiente para saber utilizarlos correctamente.

"Tenemos la piel más sensible de todos los mamíferos, pero la tenemos muy desaprovechada en nuestra cultura. La gente se acaricia muy poco"

-¿Hacia dónde nos conduce todo esto?
-Estamos en un punto de inflexión. O cambiamos o realmente esto corre un serio peligro. Si queremos seguir adelante yo creo que tendremos que dirigirnos hacia una sociedad bastante más flexible desde el punto de vista sexual, con un protagonismo decisivo de lo femenino. Y cuando digo femenino no me refiero sólo a la mujer. Tanto la mujer como el hombre tendremos que ser más femeninos de lo que somos.

-La liberación de la mujer ¿va por buen camino?
-La liberación de la mujer tiene un defecto para mí terrible, y es que está imitando el modelo masculino, con lo cual no estamos consiguiendo mucho. Deberíamos ser los hombres los que imitásemos más el modelo femenino. Feminizar el futuro sería importantísimo.

-¿Cómo cambiarían las cosas si la mujer ganase protagonismo?
-Yo creo que, efectivamente, lo femenino -no la mujer- va a tener más protagonismo, y si no lo hacemos muy mal nos irá. Una cosa que cambiaría es que habría una mayor sensibilidad con la sexualidad. Las mujeres en general os tocáis entre vosotras más que los hombres. Sois más dadas a lo corpóreo, a calmar más la sed de piel, porque entre otras cosas es lo que se hace con los hijos. Lo femenino nos llevaría a una menor agresividad. La energía que da la testosterona en lo masculino se dirigiría hacia otros caminos, como hacen en otras culturas. En definitiva, lo femenino haría que esta sociedad tuviera unas perspectivas mucho más halagüeñas de las que tiene ahora mismo.

-¿Cómo sería una sociedad, si la pudiésemos dibujar, sin tanta represión sexual?
-No tenemos que dibujarla, ha existido y todavía quedan vestigios. Son las sociedades de los polinesios, los melanesios, los micronesios, los esquimales. Son un ejemplo, aunque no para seguir, porque nosotros tenemos un ecosistema diferente y no creo que pudiésemos aplicar aquí la moral sexual de los micronesios. Pero sí deberíamos empezar a rebajar la violencia y la agresividad.

"Tendremos que dirigirnos hacia una sociedad bastante más flexible desde el punto de vista sexual, con un protagonismo decisivo de lo femenino"

-¿Cómo hacerlo?
-La única forma de hacerlo es calmando la sed de piel. Tenemos la piel más sensible de todos los mamíferos, y en cambio la tenemos muy desaprovechada en nuestra cultura. La gente se acaricia muy poco. Cuando tienen relaciones sexuales hacen las cuatro caricias de rigor y enseguida se dedican a la genitalidad y a la gimnasia sexual: a ver cuánto tiempo aguanto yo para que ella llegue a su meta y a ver cuántos orgasmos consigo de ella. Hacemos una gimnasia física y mental terrible, que al final nos cansa y no nos deja satisfechos.
Todos tenemos sed de piel desde que nacemos, y es importantísimo calmarla. Las personas que se acarician no se golpean. ∆

Libros publicados: "Invitación a una Sexología Evolutiva" 1991. "Manual Médico de Terapia Sexual" 2002

   

   
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