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CONTRAPUNTO

 

Los americanos salvan a la soldado Lynch para regocijo de su pueblo, que olvida rápidamente que los picores más urgentes los tienen en su propia casa, y no por el mundo adelante. Aquí somos más sosos. Desgraciadamente salvar a la soldado Gutiérrez no tendría un impacto mediático tan notable.

AGOSTO  2003

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RASCARSE CUANDO PICA
POR CAROLINA FERNANDEZ

Estos días de verano me estoy enterando de cosas muy curiosas, pero que son realidades cotidianas, o lo que es lo mismo, verdades como puños. Verán: cuando a uno le pica algo, se rasca. Natural. Es una respuesta instintiva, una reacción animal ante un estímulo, que por otra parte tampoco tiene una naturaleza demasiado clara. No se sabe exactamente qué es un picor. Pensando sobre ello, resulta extraño que se haya investigado tan poco sobre un tema de importancia fundamental, teniendo en cuenta que, antes de caminar erguido, es seguro que el hombre ya se rascaba.
Dice un experto en picores que hay un gran misterio a descubrir en la relación entre el camino que sigue el picor y el que toma el reflejo de rascarse, es decir, entre la razón por la cual a Bush le pica su propio trasero y sin embargo decide ir a rascar otro punto de su geografía, que con esto de la globalización es muy vasta, de modo que se va a rascar a Afganistán, o a Irak, o a Siria, por ejemplo. "Es que me pica el terrorismo internacional, en la zona de la paletilla". Falso. Es muy común que los picores surjan en un punto pero se manifiesten en otro, que no es el origen, sino simplemente un lugar elegido más o menos al azar para que brote la urticaria. A veces incluso hay que buscar el principio en los órganos internos, alejados de la piel, sea el hígado, o sea un despacho de la CIA. Es posible que se entre en un proceso vicioso de picar-rascar, picar-rascar, sin que en ningún momento se lleguen a analizar las verdaderas causas del picor, que sería lo que realmente podría detener la vorágine rascadora y que es seguro que nada tienen que ver con lo que se siente en la superficie de la piel.
Por otra parte, existe la teoría de la contrairritación, que es francamente interesante. Consiste en provocar una molestia mayor para distraer al cerebro del picor. Así, el cerebro, sencillamente, se olvida.
Por eso nos rascamos.
Pongamos por ejemplo que a Putin le pica Chechenia. Y como le pica, se rasca. Rasca para olvidar. Es un instinto primario. Tiene mala solución. A todos nos ha pasado que cuanto más rascamos, más nos pica. Y como sigue picando no dejamos de rascar y rascar, hasta que al final, después de haber torturado nuestra propia piel hasta el límite, comprendemos que se trata de una locura y que lo mejor que podemos hacer es detenernos para buscar una solución real al problema real. El resto, es todo un engaño. El picor primitivo desaparece enseguida, porque lo que prevalece es el dolor en la piel, de tanto rascarla. Tapamos una molestia provocando otra molestia mayor.
A eso hay que sumar otro aspecto importante. ¿Qué pasa con el placer que proporciona el rascarse? A veces rascamos compulsivamente una zona de la piel, la que nos pica. Rascamos sin poder parar. Rascamos como si nos fuese la vida en ello, experimentando una sensación, mezcla de alivio, placer, y dolor. Lo que sí sabemos es que si nos detenemos parece que pica más, por eso no paramos, hasta que al final, con la epidermis enrojecida, recalentada e inflamada, en un ataque de cordura decidimos darle a nuestro cerebro la orden de detener el ataque antes de que hagamos un surco hasta el hueso, y sea peor el remedio que la enfermedad. Qué fenómeno.
Actualmente la contrairritación es una técnica ampliamente utilizada por los gobiernos de todo el mundo, desde que se comprendió el papel fundamental de la propaganda en la política. Por eso, es fácil observar en los medios de comunicación el reflejo de este fenómeno: cuando hay una circunstancia que pone en aprietos al gobierno en cuestión, rápidamente aparece otra noticia que eclipsa a la primera, para que el cerebro se distraiga y olvide. Si se hunde el Prestige, se organiza en primera plana un debate sobre el terrorismo y se echa leña al fuego. Los americanos son más ocurrentes, y salvan a la soldado Lynch, para regocijo de su pueblo, que olvida rápidamente que los picores más urgentes los tienen en su propia casa, y no por el mundo adelante. Aquí somos más sosos. Desgraciadamente salvar a la soldado Gutiérrez no tendría un impacto mediático tan notable.
Un fenómeno que no tiene explicación es lo que le ocurre por ejemplo a nuestro presidente Aznar, el hombre sin picores, el prototipo de varón que no se rasca nunca, porque no lo necesita. Véasele si no con su traje impoluto, siempre bien planchado, impasible, con el tupé colocado. Una persona que se rasca, como el común de la humanidad, no es posible que tenga ese aspecto eternamente almidonado. Pero el fenómeno va más allá: como a él no le pica nada y necesita sentirse humano, busca picores ajenos y va a ofrecer sus servicios a terceros, es decir, rasca otros culos que no son el suyo, alivia sarpullidos que no tienen nada que ver con él. Podríamos decir que es una forma un tanto primitiva de sentirse útil. Verdaderamente es algo inaudito que no tiene reflejo en el mundo natural. Sólo lo humano es capaz de generar perversiones así.
Salvo esta excepción sobrehumana, a todo el mundo le pica algo. Si se produce una hambruna en cualquier punto del planeta, enseguida los nervios de la piel transmiten una señal de alarma al cerebro a través de la médula espinal. Nosotros vemos la noticia en el telediario y rápidamente ingresamos una cantidad en la cuenta bancaria abierta para la ocasión. Seguidamente, experimentamos el placer inmediato que proporciona una buena rascada. Disfrute temporal, no obstante, porque en cualquier momento puede sorprendernos otro picor en algún otro punto del globo. Es más, todos hemos comprobado que para evitar los picores, lo mejor es no pensar. Concentrar la mente en otras cosas para que esté entretenida y no se acuerde de que, en cuanto se pone un poco perceptiva, en seguida le pican cosas. De ahí el sentido del fútbol como asunto de interés general, hoteles glamour, crónicas de otros planetas, botellones, etc. Su función es distraer al cerebro para que no nos pique el cuerpo. A mí misma, escribiendo estas líneas, me cuesta mantener las manos en el teclado y no rascarme, porque me pica horrores entre las paletillas. Y cuanto más escribo, más me pica, porque más pienso en picores. Seguro que quien está leyendo esto ya se ha rascado inconscientemente un par de veces. ¿No lo notas, querido lector? Empieza en las cejas y la cara, sigue por la espalda, los brazos, las piernas... Pequeños brotes surgen por todo el cuerpo. Lo siento, amigo. No ha hecho más que empezar. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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