Y en ese momento en el que
surge la necesidad de crear famosos, y qué mejor que aplicar el protocolo
de producción masiva de cualquier granja avícola. Es decir, se crían y
engordan artificialmente personajes, qué importa que no hayan hecho nada,
si han sido creados para rellenar. |
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AGOSTO 2003
LA PRENSA DEL CORAZON
POR JOSE ROMERO SEGUIN
H ace años, los hombres y mujeres de
papel, tenían empapelados los corazones de títulos nobiliarios, propiedades
inmobiliarias, fincas rústicas, acciones y billetes de mil. Unos trabajaban
en acrecentarlos, y otros, simplemente se dedicaban a dilapidar sus enormes
fortunas, obtenidas por sus antepasados del sudor y la sangre de miles de
personas. Pero eso qué importaba, ellos representaban en ese momento la flor
y nata de la sociedad, se nombraban con ridículos diminutivos, que ocultaban
la retahíla de nombres con que les habían bautizado, tenían yate en un
puerto deportivo, celebraban grandes fiestas privadas y se casaban en
catedrales.
Eran el deprimente producto de la injusticia que ha gobernado al mundo
durante todos estos siglos. El vivo ejemplo de lo que no debiera ser, pero
que es, y como lo es, es celebrado como una extraña forma de rabia, la que
nace de la entrega y se torna admiración.
En esos tiempos, su libertad, es decir, la seguridad, estaba a salvo, eran
libres en un país donde las libertades sociales estaban secuestradas. Y como
su especial libertad estaba garantizada, se sentían encantados de mostrarse
en todo su esplendor en los actos públicos y privados.
Pero los tiempos cambian, llegó la democracia y su libertad-seguridad, se
tornó quebradiza, y no sólo eso, sino que la irreverencia ganó espacios en
la libertad de expresión recién estrenada, y desde ese momento la gracia de
ser las gracias del papel dejó de interesar. Pues a través del inocente
papel se desvelaban sus negocios, propiedades y alguna que otra verdad sobre
la grandeza de su linaje. Cuestiones que les robaban brillo que los ponían
en el brete de tener que dar explicaciones que no tenían, y adoptar
prevenciones que no querían, es decir, que el panorama invitaba a ponerse a
salvo de este tipo de prensa, y así fue como uno tras otro, se fueron
evaporando de la actualidad. Dejaron como carnaza a un grupo de ellos, de
los que todos guardamos recuerdo, rubias de noble origen alemán, casadas con
machito ibérico, condes de segunda con monóculo, en fin, esos todos que eran
uno, apiñados en torno al anzuelo con el que los realmente poderosos
pescaban la atención de los periodistas del corazón.
Esta desbandada no acabó con este tipo de prensa, sino que la redefinió, es
decir, le asignó a cada una un papel, para una, la de élite, información
seria sobre los serios personajes que ahora querían ser, para la otra,
aquello que se le había dejado a su servicio.
Con la llegada de las cadenas privadas de televisión, este tipo de prensa,
pasó a ser contenido primordial de todas ellas, huyendo claro está, de la
información política, económica, etc. Y a la sombra de estos programas se
disparó la demanda. Y en ese momento en el que surge la necesidad de crear
famosos, y qué mejor que aplicar el protocolo de producción masiva de
cualquier granja avícola. Es decir, se crían y engordan artificialmente
personajes, qué importa que no hayan hecho nada, si han sido creados para
rellenar de nada las pantallas y las hojas de las revistas. Además, como son
de cosecha, pues se les puede tratar como a uno le dé la gana, tanto los
periodistas a la hora de entrevistarlos como los lectores o espectadores a
la hora de enjuiciarlos. Son los muñecos de las bofetadas, bien remunerados
eso sí, para que den más juego, para que no tengan necesidad de trabajar en
otra cosa que dar espectáculo. Han de ir de fiesta en fiesta, de escándalo
en escándalo para luego escandalizarnos a todos. Qué importa que mientan, si
son mentira. Qué importa que no sepan ni hablar. Cuanto más grotescos, más
apetecibles al juego.
No son personas, son sólo sombras de personas que se nos arrojan a la cara,
para que las devoremos, para que nos riamos de ellas, no de lo que hacen,
sino de ellas directamente, y para que las podamos olvidar sin trauma y
acoger las nuevas en el seno de nuestras maldades. Hombres y mujeres de usar
y tirar, eso es lo que están creando, y eso no puede ser bueno. Porque mina
el respeto que nos debemos, unos como actores y otros como lectores o
espectadores. Pues al final todos somos lo mismo, muñecos en manos de
quienes dicen buscar entretener y no hallan mejor modo que éste de
humillarnos a todos, con las miserias de un puñado de personas que ellos han
convertido públicamente en miserables, pese a lo honorables que éstos puedan
ser en el ámbito íntimo, pues privado no tienen.
El más elemental respeto está en entredicho, y es que la teoría del todo
vale, lleva a muchos profesionales de este mundillo, a reírse del primero
que le cae a mano, haciéndole preguntas estúpidas, burlándose de él tanto
física como intelectualmente, qué más da. Y no me refiero a esos que ellos
han creado, sino a los que circulan tranquilamente por la calle. La granja
se ha quedado pequeña, y en el esfuerzo por ampliarla se está convirtiendo
al país en un vasto corral, donde todos somos susceptibles de ridiculizar en
nombre de esa prensa que se dice, divertida, glamourosa, medicinal casi, y
que no es sino una puñetero saco de basura que mancha todo cuanto toca.∆ |