Revista Fusión

 Subscripción RSS

FUSION también eres tú,  por eso nos interesan tus opiniones,  tus reflexiones y tu colaboración  para construir un  mundo mejor

Recibe nuestras noticias en tu correo

 


 

El Ventano

Lo que más me revienta de los cuentos infantiles son esos de princesas estúpidas y príncipes azules (deben de ser todos familia de los pitufos).

ventano.jpg (13663 bytes)
LOS CUENTOS DE SIEMPRE
POR ELENA F. VISPO

¿Se acuerda alguien de Winnie de Pooh? Era un oso con camiseta al que le encantaba la miel y vivía en el bosque con sus amigos: un burro, un cerdo, un tigre y un niño que aparecía por allí de vez en cuando. Ellos pasaban sus aventuras, sin meterse con nadie, pero con la modernidad se les ha cortado el rollo. Resulta que hace un tiempo que los pediatras más destacados de Canadá, país del que es originario Winnie, se pusieron a hacerle unos análisis psicológicos, a él y a sus colegas. Como si los pediatras más destacados del país no tuvieran otra cosa que hacer, que se ve que no.
El caso es que los diagnósticos son preocupantes. Resulta que el pobre oso tiene problemas serios y nadie se había dado cuenta antes: Winnie es hiperactivo, compulsivo, con problemas de falta de atención, tendencia a la obesidad y tics nerviosos. Un cuadro, pero la cosa va más allá y es que Dios los cría y ellos se juntan. Al animal no le queda un amigo sano. El burro tiene una depresión profunda causada por una amputación traumática de la cola, pero dicen los pediatras que en estos casos el Prozac es mano de santo. El cerdo también padece ansiedad, aunque el que se lleva la palma es el crío: sufre una crisis de identidad sexual, le falta la figura paterna y -atención- es preocupante que pase tanto tiempo con animales. No te jode. En unos dibujos animados donde el protagonista es un oso, ¿con quién va a estar, el desgraciado? No quiero ni pensar cómo acabaría Mowgli, el del Libro de la Selva.
Es que los adultos tenemos la manía de pasar todas las cosas por el mismo tamiz. Y claro, no se pueden analizar los cuentos infantiles con la lógica de un señor cuarentón y con la carrera de pediatría. Porque entonces los destripas. Aunque de paso te puedes dar cuenta de las chorradas que te contaron de pequeña.
A mí lo que más me revienta de los cuentos infantiles, lo que más, son esos de princesas estúpidas y príncipes azules (deben de ser todos familia de los pitufos). Porque no tienen ni pies ni cabeza. Vamos a ver, ¿por qué la Cenicienta querría casarse con un tío que no era más que un fetichista, obsesionado con los pies? Si él ni siquiera se acordaba de su cara, por Dios, sólo la reconoció cuando se puso el zapato. Que por cierto, la Cenicienta debía de ser china, para tener un pie tan diminuto.
Y más: ¿Cómo podían ser tan inútiles las tres hadas de la Bella Durmiente? Durante dieciocho años no tienen otra cosa que hacer que evitar que la niña se pinche con una rueca, y van el último día ¡y la dejan sola! Claro, como no sabía bordar, se pinchó. Haberla enseñado. Cien años después llega un príncipe, atraviesa un bosque lleno de zarzas, y la despierta. Y digo yo ¿no hubiera llegado antes un jardinero?
La única que no era tonta del todo era Blancanieves, más que nada porque como se fugó de casa tuvo que espabilar. Aunque yo no llamaría espabilar a meterse a trabajar en una casa con siete mineros, que debían de tener la casa buena. Y para colmo se intoxica con una fruta en mal estado, si es que esta chica tuvo mala suerte en la vida. Menos mal que luego vino un príncipe y la salvó. La pena es que era un poco morbosillo, porque ya hay que tener ganas para besar a una muerta. No me gustaría conocer los detalles de su vida conyugal.
Y no me puedo olvidar de uno de mis favoritos: la princesa del guisante. Después de perderse y pasarse toda la noche caminando sin rumbo bajo una tormenta que tiembla el misterio, la tía pide refugio en un castillo porque no puede más, y luego no pega ojo porque le ponen un guisante debajo de veinte colchones. Tate. Es una princesa. Como la prueba del algodón, pero en princesas: ni Peñafiel lo hubiera hecho mejor. Yo creo que lo que tenía esta mujer era una mezcla de psoriasis crónica y pijería. Porque como tener la piel hipersensible sea un requisito indispensable de realeza, pobres infantas. Menuda cruz genética.
Los cuentos infantiles de toda la vida eran un horror, pero nosotros tan contentos, nos tragábamos lo que nos echaran: ogros caníbales, niños asesinos, emperadores exhibicionistas, brujas con verruga... Pero una va haciéndose mayor y ya no se acojona con estas cosas. Se acojona con otras. Porque ahora voy a contar algo verdaderamente terrorífico: lleva ya tiempo en el mercado un libro titulado "Érase una vez... Los mejores cuentos comentados", por Ana Botella. La intención, según la autora, es dar a los padres un instrumento para comunicarse con sus hijos. Aunque supongo que va dirigido a cierto tipo de padres, dado lo prohibitivo del precio. El caso es que Perrault, Andersen, los hermanos Grimm llevan siglos trasmitiendo los discutibles valores de la tradición oral. Y por si no nos hemos enterado bien, llega Ana Botella y nos comenta los aspectos más interesantes. Así se forman los hijos del PP.
Al lado de esto, el coco da risa. ∆

   

   
INDICE:   Editorial Nacional, Internacional, Entrevistas, Reportajes, Actualidad
SERVICIOS:   Suscríbete, Suscripción RSS
ESCRÍBENOS:   Publicidad, Contacta con nosotros
CONOCE FUSION:   Qué es FUSION, Han pasado por FUSION, Quince años de andadura

 
Revista Fusión.
I  Aviso Legal  I  Política de privacidad 
Última revisión: abril 07, 2011. 
FA