Defiende con vehemencia sus argumentos y, sobre todo,
hace pensar. No en vano Bernard Cassen es uno de los impulsores del debate
sobre la globalización, y el presidente de ATTAC, una organización que
incluye la economía entre los temas sociales. Porque no sólo se trata de
protestar contra el sistema, sino de hacerlo atacando la raíz de casi
todos los problemas: el dinero.
Detrás de la arrogancia de los dirigentes hay temor. |
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Texto: Rami Ramos / Fotos: M. A. Oliva
ATTAC nació en
Francia, de la mano del periódico Le Monde Diplomatique. El director de
esta publicación, Ignacio Ramonet, es uno de los grandes ideólogos del debate
sobre la globalización, y el creador del concepto de pensamiento único. Al
subdirector, Bernard Cassen, Presidente de ATTAC Francia, no es difícil
encontrarle en las diferentes citas de la agenda antiglobalización, impulsando
iniciativas como el Foro Social Mundial de Porto Alegre o presentando en la
Cumbre de Barcelona la declaración "Otra Europa es posible", rebatiendo punto
por punto la agenda del Consejo Europeo para esos días.
-¿Es la globalización la solución a los problemas mundiales?
-La globalización, tal y como la conocemos, ha demostrado que es un
desastre. Y un desastre no puede ser nunca una solución.
-Entonces ¿por qué los gobiernos se empeñan en vendérnosla como la fórmula
mágica del bienestar del siglo XXI ?
-Es una pregunta difícil. ¿Cómo es posible que gobiernos que ven, como lo
hace cualquiera, que eso no funciona, sigan adelante? Hay algunos que opinan que
la globalización no funciona bien porque no ha habido bastante, necesitamos una
dosis mayor. ¡Pero ya llevamos un cuarto de siglo de globalización! No sé si es
un fenómeno patológico mental, si es la incapacidad de los gobernantes para
pensar, la falta de coraje para idear otro proyecto, o simplemente es la
sumisión a los intereses dominantes. Yo creo que hay una parte de todo. Pero
para salir de la globalización se necesita una enorme dosis de coraje, porque
hay que cambiarlo todo.
H asta la llegada de ATTAC, había ONG de
derechos humanos, de ayuda al desarrollo, de ecología, de asistencia
humanitaria... Los temas económicos parecían vedados, demasiado técnicos para
una sociedad necesitada de pasar a la acción. Pero este enfoque teórico era
necesario porque, según ATTAC, tiene unas consecuencias muy prácticas: los
mercados financieros están sustituyendo a los estados. Es decir, que si antes
culpábamos a los políticos de todos los males, ahora ya sabemos que si Bush
emprende una guerra contra el terrorismo es por la presión de la industria
armamentística. Que si los gobiernos no aprueban el uso de genéricos contra el
sida es porque las grandes farmacéuticas no lo permiten. Que detrás de las
grandes decisiones políticas siempre hay un banco, una empresa, un capital que
vela por sus intereses. Los que mueven los hilos del mundo no tienen nombre sino
siglas: FMI, OMC, BM. Organizaciones cuyas sentencias afectan a miles de
millones de personas en todo el mundo y cuyos miembros ni siquiera están
elegidos democráticamente. El gran logro de ATTAC fue poner nombre y caras a
este poder oculto, y canalizar la indignación de miles de personas hacia lo que
ha terminado llamándose movimientos antiglobalización.
-¿Qué intereses reales se esconden detrás de la globalización?
-Está muy claro. Son los intereses del sistema financiero, de las
transnacionales, de la banca, los seguros, los fondos de pensión, los fondos de
inversión. Los únicos que cuentan para los ministros de finanzas no son los
electores, sino los bancos, lo que se llama comunidad financiera.
-¿Asistimos a una guerra encubierta entre dos ideologías?
-Yo diría que la globalización es una manera de concebir el mundo, con la
especulación financiera en el puesto de mando: quien manda en las finanzas manda
en la economía, y manda en la sociedad. En el otro modelo la economía y las
finanzas estarían al servicio de un proyecto social. No sé si es una ideología,
pero son dos lógicas diferentes.
-¿Cuál es el papel de la Organización Mundial de Comercio en todo esto?
-Es uno de los instrumentos financieros. Al igual que las demás
instituciones financieras, la OMC es el resultado de un consenso entre los
grandes poderes industriales, no solamente de EEUU, sino también Europa y Japón.
Hay un acuerdo global para imponer este modelo. Y después del 11-S estamos en
una nueva fase en la cual la globalización tiene su brazo armado, que no es la
OTAN, sino Estados Unidos. Hay muchos ejemplos de cómo las organizaciones
internacionales están al servicio de EEUU, uno de ellos es Pakistán: antes del
11-S era un estado terrorista con un dictador militar, que de un día para otro
se convierte en un hombre de estado y se anula parte de su deuda.
P ero ¿qué es ATTAC? Sus siglas responden a
Asociación por una Tasa sobre las Transacciones especulativas para la Ayuda a
los Ciudadanos o, lo que es lo mismo, la Tasa Tobin: un impuesto que grave con
un 0'1% las transacciones especulativas de cambio de divisas en los mercados
internacionales.
Mientras que cada vez que un ciudadano normal cambia divisas, paga una comisión
a su banco, en los mercados internacionales se mueven miles de millones al día
sin control. La Tasa Tobin acabaría con los paraísos fiscales y, sobre todo,
impulsaría la economía real y productiva frente a la especulación, ya que
cualquier operación financiera debería tener un mínimo de rentabilidad para que
valiese la pena hacerla. Curiosamente, el creador de este impuesto, el Nobel de
Economía James Tobin, nunca apoyó las tesis de ATTAC. El economista,
recientemente fallecido, era un defensor acérrimo del libre comercio, y para él
esta tasa debía beneficiar al Banco Mundial. En cambio, los antiglobalización
quieren crear un fondo mundial con fines sociales.
-¿Es factible la aplicación de la Tasa Tobin?
-Hay varias soluciones para luchar contra la liberación excesiva de
circulación de capitales, que ha provocado graves crisis financieras. Una de
ellas es la imposición de una tasa global sobre una de las actividades del
sistema: una tasa sobre las transacciones, sobre las divisas, llamada Tasa Tobin.
No es tan difícil implantarla en los países donde hay especulación financiera,
básicamente en los grandes países desarrollados, pero se necesita voluntad
política. Después habría que redistribuir esta tasa, crear una institución
internacional dentro de las Naciones Unidas y ver a quien podría servir. Las
estimaciones dicen que si se hiciera con Estados Unidos, a nivel mundial se
pueden recaudar varios centenares de millones de dólares. Solamente a nivel
europeo serían decenas, pero con este dinero se pueden solucionar muchísimas
cosas.
-El lema del movimiento antiglobalización es: "Otro mundo es posible".
¿Cómo sería ese mundo?
-Un mundo abierto. Al decir esto se dice también que no hay modelo, hay que
elaborarlo. Sabemos lo que no queremos, pero hay "otros mundos posibles".
-¿Por qué los poderes económicos y políticos no escuchan las propuestas de
los movimientos alternativos ?
-Escuchan poco, tienen miedo. Detrás de su arrogancia hay temor, se ve en
las declaraciones de los dirigentes, en los contactos que tenemos con ellos.
Pero están totalmente al tanto de lo que estamos haciendo, conocen muy bien los
sitios de ATTAC y lo han leído todo. E incluso en los periódicos financieros la
tónica general no es el entusiasmo, dicen que estamos en un mundo peligroso
incluso para el capital, que hay que ser cuidadosos y escuchar un poco más, y se
han lanzado a un esfuerzo de comunicación enorme. Después de Seattle, las
grandes organizaciones han tratado de establecer lo que ellos llaman un diálogo,
que no lo es, es una pura operación de relaciones públicas. Te invitan a
coloquios, discuten, y estoy seguro de que cada día hacen una lista de
contactos, tienen que justificar ante la dirección que hay comunicación y
diálogo... Pero no cambian nada de su política, ni las finanzas ni los
gobiernos.
-Con este panorama, ¿cuál es el futuro que nos espera?
-No soy capaz de verlo. Imagínate, si hace 15 años nos hubieran preguntado
por la Unión Soviética, cualquiera hubiese dicho que tenía un gran futuro. Yo
creo que estamos en una fase de aceleración de la historia, y la historia no
funciona de una manera lineal, sino con rupturas. Ningún modelo puede prever una
ruptura.
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