Revista Fusión

 Subscripción RSS

FUSION también eres tú,  por eso nos interesan tus opiniones,  tus reflexiones y tu colaboración  para construir un  mundo mejor

Recibe nuestras noticias en tu correo

 


 

 

CONTRAPUNTO

 

Quejarse constantemente acaba proporcionando cierto placer, estoy convencida, por eso hay quien elige no deshacerse de los incordios, para así tener siempre de qué quejarse y no pasar necesidad.
 

contrapunto.jpg (15447 bytes)
MI DESPERTADOR
POR CAROLINA FERNANDEZ

Mi despertador atrasa siempre siete minutos. No importa que lo ponga en hora, ni que con abnegación e insistencia coloque sus agujas en la posición correcta, porque aunque lo haga, él se empeña en moverse hasta atrasar sus siete minutos de rigor. Sorprendentemente no es un atraso progresivo, o al menos yo no le he descubierto aún robándome sigilosamente segundos de sueño, poco a poco, hoy un par de ellos, mañana otro par. No. Es una estocada inesperada y brutal. El día menos pensado me golpea con siete minutos de diferencia, ni uno más ni uno menos, y lo hace en momentos clave, cuando cualquier milisegundo más entre el calor de las sábanas sabe a gloria. Es su forma de torturarme, mañana tras mañana, día tras día, preferiblemente al amanecer, ya digo, que es cuando los mordiscos temporales duelen más.
Mi despertador es un cabronazo. Alguna vez he pensado que lo odio. Los despertadores son repelentes en general, debido a su misma naturaleza y a la función que cumplen. Cuánto más será si te hace putaditas. Lo odio porque me engaña, porque me promete una hora y luego me sorprende con otra, porque me interrumpe los sueños, que por alguna morbosa razón siempre se cortan en la mejor parte, porque repite su tortura metódicamente, socavando mi paciencia pero sin llegar nunca a agotarla del todo.
Y sí, respondo a la pregunta que flota en el aire: si tantos trastornos me causa, si tanto me incomoda su compañía, si cumple con puntual imprecisión la labor para la que lo puse en mi mesilla de noche, si me molesta y me causa malos despertares, entonces... ¿por qué, por qué, por qué no me compro otro y lo mando a hacer puñetas? He ahí la pregunta. Mirándolo fijamente a las manecillas, y con ánimo de ser fiel a la verdad, tengo que reconocer que en el fondo me gusta. Somos viejos conocidos. Cuando lo programo por la noche ya cuento con sus manías, y giro la aguja hasta situarla, no a la hora a la que me quiero despertar en realidad, sino siete minutos más tarde. El sabe que yo sé que me la va a jugar. Y yo sé que él sabe que juega con fuego. De modo que nos engañamos mutuamente y vivimos felices.
La verdad es que ambos sabemos que no estamos en igualdad de condiciones. A la hora del despertar, él cree que tiene la sartén por el mango, que dependo de él para llegar a la hora convenida a mi trabajo. Pero sólo es así en una medida. Yo sé que tengo en mi mano el poder: yo lo alimento. Yo cuido de sus pilas para que no desfallezca. Yo le doy instrucciones. Yo lo programo. Yo lo mantengo en hora. Yo lo coloco en el lugar apropiado, de preferencia sobre el resto de objetos con los que comparte espacio. Yo soy, en fin, su sustento. Lo sé, sin embargo ¿por qué aguanto sin resoplar su prepotencia, sus estridencias, sus cambios de humor? ¿Por qué tolero que me engañe, que me putee, que me torture, que se crea el amo? Sé que tengo plenos poderes sobre él, que en cualquier momento le doy una patada y lo lanzo al cubo de la basura con carambola y golpe de efecto, que podría sustituirlo cuando me diera la gana por otro más moderno, digital, con botoncitos de colores y con un despertar electrónico. Y lo haría con pleno conocimiento, porque es mío, porque yo lo puse ahí y porque come todos los días de mi bolsillo. Pero creo que no lo hago por vagancia, por costumbre, porque hemos establecido entre nosotros cierto tipo de relación de tinte sadomasoquista que no puedo decir que me disguste. Yo mando, pero disfruto dejándole creer que domina él, mi querido reloj atrasado, inútil y prepotente.
Quizás a estas alturas alguien ya esté pensando que padezco algún tipo de perversión. Es posible, pero dejen que me defienda: no es nada distinto al resto del mundo. ¿Quién no tiene incordios en su vida, que aguanta con cristiana resignación, santa paciencia y gilipollez vaticana? Levante la mano y que yo lo vea. Quejarse constantemente acaba proporcionando cierto placer, estoy convencida, por eso hay quien elige no deshacerse de los susodichos incordios para así tener siempre de qué quejarse y no pasar necesidad. Es la única explicación. La mayoría de esas cosas son ridiculeces que se esfumarían con una decisión, unas palabras claras, o un manotazo sobre la mesa si hace falta, o una orden judicial si hay que llegar más lejos, y lo mismo con un reloj, con un marido, con una muela picada o con un presidente de gobierno que, ya que lo he nombrado, diré también que atrasa unos treinta años como mínimo y ahí sigue, flamante, orgulloso y crecido en su pequeñez, ocupando su lugar de honor en la mesilla de noche de los españoles, tomando decisiones en nuestro nombre, despertándonos en lo mejor del sueño y comiendo todos los días de nuestro bolsillo, como mi despertador.
Podríamos lanzarlo de una patada en el trasero al cubo de la basura, donde van los relojes que atrasan, las lavadoras que no lavan, las neveras que no enfrían y los presidentes que se pierden en el cargo, podríamos hacerlo, porque tenemos el poder en la mano, podríamos dejarlo morir y no cambiarle las pilas la próxima vez que se le acaben... pero eso nos dejaría con una enorme responsabilidad entre las manos, porque, digo yo, si despacho a mi marido ¿sobre quién mando?; si me quito la muela, ¿de qué me quejo?; si defenestro al presidente, ¿a quién culpo de todas las desgracias actuales y venideras que me puedan pasar?
Lo dicho, que sufrir es un placer.
Por cierto, que todo esto venía a cuento porque de verdad, de una vez, quiero renovar mi despertador. Creo que han inventado un reloj iónico que atrasa sólo un minuto cada 10.000 años. A ver si a alguien se le ve un detalle. ∆

   

   
INDICE:   Editorial Nacional, Internacional, Entrevistas, Reportajes, Actualidad
SERVICIOS:   Suscríbete, Suscripción RSS
ESCRÍBENOS:   Publicidad, Contacta con nosotros
CONOCE FUSION:   Qué es FUSION, Han pasado por FUSION, Quince años de andadura

 
Revista Fusión.
I  Aviso Legal  I  Política de privacidad 
Última revisión: abril 07, 2011. 
FA