El miedo anestesia la
naturaleza aventurera del hombre y llena la vida de limitaciones,
limitaciones que le impiden volar, experimentar y lanzarse a lo
desconocido. |
|
MIEDO
POR ELENA G. GOMEZ
El miedo
es el arma preferida de los dictadores y de aquellos que quieren dominar,
poseer y aprovecharse de los demás.
Se nos inculca el miedo desde la cuna y se nos repite constantemente
mediante códigos éticos, morales y religiosos que van entretejiendo en
nuestras mentes unas redes que nos hacen prisioneros de fantasmas, de
mentiras que alguien un día inventó y que nosotros creemos y que por eso,
por creerlas, existen.
El miedo anestesia la naturaleza aventurera del hombre y llena la vida de
limitaciones, limitaciones que le impiden volar, experimentar y lanzarse a
lo desconocido.
Y lo peor es que el miedo es algo tan aceptado por parte de todo el mundo
que ya nadie se da cuenta que es, para la evolución de una persona, la peor
de las enfermedades.
Y aunque nunca nadie escribió un manual sobre el miedo, sus clases, y los
que están o no aceptados, hay que reconocer que socialmente hay miedos que
se permiten, otros que se potencian, y otros muchos que se alimentan porque
es la única forma de someter a las personas.
Pero, ningún miedo es bueno...
Hay quien tiene miedo a decir lo que piensa porque cree que al callarse se
está evitando problemas, enemigos, etc. pero lo que no sabe es que al
hacerlo lo que está es creando un futuro donde nunca nadie sabrá lo que
realmente está pasando por su mente, está sembrando hipocresía y
desconfianza a su alrededor. Mientras que si una persona dice lo que piensa
y acepta las consecuencias que ello implica está, en primer lugar, siendo
consecuente consigo misma, y en segundo lugar estará siendo sincero con las
personas que le rodean y éstas sabrán en todo momento que están ante alguien
auténtico, ante alguien que no es un hipócrita.
Hay quien vive prisionero del miedo al "qué dirán", a lo que pensarán de
ella, etc. por eso, cuando te encuentras con una persona así y le das una
solución para un problema que te plantea siempre te contestará con un "ya me
gustaría poder hacerlo así, pero, ¿qué van a pensar de mí?". Este tipo de
personas aún no se han dado cuenta de que hagan lo que hagan, y digan lo que
digan siempre habrá alguien que hablará sobre ellas, siempre habrá alguna
persona que les criticará y les juzgará, porque es imposible, salvo que te
comportes como un auténtico zombi, que todo lo que hagas esté correcto para
todo el mundo.
Hay quien tiene miedo a que no le quieran. Curiosamente las personas que
viven prisioneras de este miedo suelen ser las que quieren poseer,
exclusivizar y encadenar a los demás. Este miedo es un miedo peligroso no
sólo para la persona que lo vive sino para sus víctimas porque está
disfrazado de buenas palabras y envuelto en mucho egoísmo. Sería bueno que
las personas que lo viven se preguntasen algunas cosas como por ejemplo: ¿Y
qué hago yo para que los demás me quieran? o, ¿qué condiciones pongo yo para
valorar el cariño de los demás?
Hay quien tiene miedo a molestar, y en lugar de preguntar si molesta o no,
que sería el comportamiento más lógico y normal, prefiere seguir siempre en
esa actitud pasiva esperando a que los demás le digan lo que tiene o no que
hacer y por tanto se estará perdiendo muchas cosas en su vida.
Miedo al ridículo, que en realidad es el más ridículo de los miedos porque
ya me dirán quién es tan sabio, tan inteligente, tan perfecto que nunca en
su vida se equivoca. Y si todos nos equivocamos, ¿quién marca las pautas del
ridículo?
Pero la lista de miedos es interminable...
Miedo a la oscuridad, un miedo infantil con el que alguien se dedicó a
martirizar a los niños.
Miedo a lo desconocido, un miedo al que además le pusieron refranes como
"más vale malo conocido que bueno por conocer", y que hace que las personas
vivan de forma rutinaria, repitiendo los mismos patrones de vida que otros
crean para ellas y sin dar a sus vidas la más mínima emoción.
Miedo a perder lo que se tiene, y me pregunto ¿de verdad alguien tiene algo?
Miedo al pasado, un miedo absurdo porque nada del pasado, ni para bien ni
para mal, volverá.
Miedo al futuro. Quien vive prisionero del pasado siempre teme el futuro,
pero lo que no sabe es que el futuro lo está creando cada uno en su
presente.
Miedo a la transparencia, seguro que hay algo que quiere ocultar porque no
es limpio.
Miedo a la verdad, quien no tiene valor ni ganas de cambiar y sobre todo el
que aún no aprendió a reírse de sí mismo.
Miedo a la soledad, quien aún no comprendió que todos estamos solos y que
sólo desde la soledad podemos realmente sentirnos unidos a los demás.
Miedo a la vejez, quien aun ve las cosas sólo por la apariencia externa y no
por toda la belleza y sabiduría que encierran en su interior.
Miedo a soñar, aquellos que se han olvidado de la magia, de la alegría y de
la belleza que hay en aquellos que nunca dejan de ser niños.
Miedo a que te amen, porque eso implica que tú también tienes que amar.
Miedo al infierno, afortunadamente ya quedan pocos ilusos que crean en él, y
los que creen con el tiempo comprenderán que es un invento de la religión.
Miedo al vacío, porque aún no ha descubierto que cuando se cree en algo el
vacío desaparece.
Miedo a los poderes, y a los poderosos, porque aún no descubrió que todos
aquellos que ahora tienen poder lo poseen porque el pueblo se lo dio.
El miedo limita...
Quien tiene miedo a meterse en el mar nunca podrá disfrutar de la belleza
que en su interior se oculta, ni sentirá el silencio y la quietud de sus
profundidades.
Quien tiene miedo y no se atreve a subir una montaña, nunca descubrirá la
belleza que le rodea ni se sentirá pequeño ante tanta grandeza.
Quien tiene miedo a dar un beso, una caricia, o a decir lo que ama nunca se
sentirá auténtico consigo mismo.
Quien tiene miedo a entrar en el mundo interno de otras personas nunca se
conocerá a sí mismo.
Por eso cuando uno decide dejar de aceptar el miedo empieza a enfrentarse a
muchas cosas que antes disfrazaba bajo él, y al hacerlo un día descubre que
el miedo, en realidad, no existe, es una excusa, una invención, un fantasma
que cada uno tiene que destruir. ∆ |