Foto (c) Intermón-OXFAM
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COMERCIO INJUSTO
Las reglas del comercio internacional, basadas en una
liberalización de los mercados, se imponen a los países pobres, pero no
funcionan para los ricos. De esta manera la brecha entre ambos se
ensancha: los ricos siguen ganando y los pobres siguen perdiendo.
Texto: Marta Iglesias
Durante
la época de recolección trabajo desde las 6 de la mañana a las 6 de la
tarde. Después llevo mi arroz al mercado, pero difícilmente obtengo algo
por él. Lo que gano trabajando la tierra no es suficiente". Son palabras
de Inodil Fils, que cultiva arroz en una pequeña parcela de tierra en
Haití. Desde 1995 su trabajo casi no le da para mantener a su familia de
diez miembros, y todo se lo debe a los consejos del FMI y de EEUU a su
país. Tras la caída del dictador ellos "sugirieron" reducir los
aranceles de importación del arroz de un 35% a un 3%, según las leyes
del libre comercio. ¿Consecuencia? comenzó a llegar arroz
estadounidense, que se vendía mucho más barato que el haitiano, ya que
los agricultores de EEUU reciben muchos subsidios. Los productores de
arroz haitianos no pueden competir porque además el BM y FMI prohíbe a
su gobierno darles subsidios, como hace EEUU con sus propios
agricultores; es más, el bajón en las ventas hace que el nivel de
desnutrición de Haití sea más severo en las zonas arroceras que en el
resto del país.
El primer problema que se plantea cuando el FMI o el BM imponen a un
país pobre reducir las tasas a la importación, a cambio de recibir
ayudas es que esta regla sólo funciona para los pobres. Por su parte,
EEUU y UE no bajan las tasas de importación, por lo que los países del
Tercer Mundo se ven en un círculo sin salida: al bajar sus tasas de
importación, los países ricos pueden invadir sus mercados, en cambio a
ellos les resulta extremadamente difícil exportar sus mercancías. A este
juego es a lo que Intermón llama políticas de doble rasero, como
desarrolla Gonzalo Fanjul, investigador de la citada ONG: "La
explicación más simple es que los países ricos se protegen en aquellos
sectores que más interesan a los países pobres -fundamentalmente la
agricultura y los textiles-, mediante barreras al comercio, como los
aranceles que les imponen en frontera, y la concesión de subsidios a sus
productores. Al tiempo que hacen esto fuerzan la liberalización en los
países del sur, es decir, mantienen un discurso casi fundamentalista a
favor de la liberalización de los mercados despreciando su propia
experiencia, que les dice que abrirse completamente a un sector no es
bueno, no garantiza la supervivencia del sector". Lo que en principio
pudiera parecer un buen trato para los pobres se convierte en realidad
en un negocio redondo para los ricos, ya que según datos del BM los
países en desarrollo reciben en concepto de ayuda en torno a 50.000
millones de dólares anuales; sin embargo las barreras que encuentran en
el comercio supone para esos países un coste de 100.000 millones de
dólares cada año. "Por cada dólar de ayuda que les damos, les negamos
dos en comercio. Es una trampa, una aberración del sistema", concluye
Fanjul.
Círculo sin salida
Seguir las directrices del BM
y FMI no sólo está hundiendo los mercados nacionales de los países que
las ponen en práctica; las reglas de doble rasero les impiden la
exportación, excepto en la línea que interesa a los países ricos. Esto
se debe a varias razones. Por un lado los países desarrollados gravan
con impuestos más altos a las exportaciones de los países pobres que a
los ricos de modo que, incongruentemente, es más barato para EEUU
exportar un par de calcetines a Europa que si hace la misma maniobra
India, a quien se le aplica un arancel cuatro veces más alto. Además, en
virtud de los aranceles escalonados, las tasas son más altas si se
exportan productos preparados que materias primas, de manera que se
condena a los países en desarrollo a exportar mayoritariamente productos
sin preparar en lugar de manufacturados, que es donde se gana realmente
dinero. Si el grano de cacao entra libre en la UE, pero la barra de
chocolate tiene un arancel altísimo, un país productor de cacao jamás
invertirá en crecer industrialmente, ya que no le compensará vender su
producto. En palabras de Fanjul "con esta regla estás castigando
cualquier esfuerzo de industrialización y el que los países pobres den
valor añadido al producto, que es en gran medida donde se saca el
beneficio". Así, los países en desarrollo dependen únicamente de sus
materias primas, que en ocasiones se reducen a un solo producto con el
que intentan sostener toda la economía.
"Por cada dólar de ayuda que
damos a los países en desarrollo, les negamos dos en comercio"
El mejor ejemplo de este
caso es el café. El precio que recibe el productor ha ido cayendo en los
últimos años de forma drástica hasta que hoy pagan en Centroamérica y el
cono de África la mitad que hace cuatro años. Esas familias, que han
visto reducido sus ganancias en un 50%, han recortado sus gastos de
educación y salud, y la zona se ha empobrecido. Sin embargo aquí en el
norte, cuando los consumidores vamos a comprarlo, el precio no sólo está
estable, sino que en ocasiones sube. Esa brecha creciente entre el
precio que se disminuye al productor y se mantiene al consumidor queda
al final en las arcas de las grandes empresas multinacionales, que en el
caso del café tienen nombre propio: Sara Lee, Kraft, Proter & Gamble y
Nestlé. El punto final de la cadena económica lo encontramos entonces en
las grandes empresas.
Estados y grandes empresas
"Las multinacionales son claves en
todo esto porque en todo el proceso de comercio internacional, de
globalización, el verdadero actor global y quien está definiendo las
reglas en muchos ámbitos son las empresas transnacionales. Ellas son por
ejemplo las que han impulsado el acuerdo sobre propiedad intelectual de
la OMC, que se refiere a todo el tema de patentes y medicamentos. Las
empresas son las que fuerzan a la apertura de los mercados en los países
del sur, para eliminar cualquier restricción a la inversión. Las
transnacionales lo que buscan es jugar en un juego donde ellas marcan
las reglas. En realidad todo son obligaciones para con las empresas,
pero ellas no tienen en muchos casos obligaciones con los países",
informa Gonzalo Fanjul. Para ilustrar estas afirmaciones hay que acudir
a México, que ha firmado el acuerdo de libre comercio con EEUU y Canadá.
En virtud de él una empresa norteamericana instalada en México denunció
a ese gobierno por interponer legislación medioambiental, ya que la
empresa consideraba que vulneraba sus beneficios esperados. La empresa
demandó, ganó, y el estado mexicano tuvo que compensarle con varios
millones de dólares.
El caso contrario, de David contra Goliat, lo está protagonizando
Brasil, que acaba de interponer una demanda a EEUU porque considera que
las ayudas que los norteamericanos conceden a sus agricultores de
algodón son más altas de las que permite la OMC. Aunque va a tardar en
salir la sentencia, "si Brasil ganase, EEUU se vería obligado a cambiar
su legislación, y eso es muy importante", opina Fanjul. También hay
países que se ven presionados por el BM y FMI para eliminar sus
aranceles, pero que viendo alrededor lo que esas políticas están
generando, se niegan. Es el caso de Mozambique, que sabe que sin
protección su azúcar no podría competir a nivel internacional con el
europeo.
Son las leyes del libre comercio, que aseguran que globalizarán los
mercados y crearán igualdad de condiciones para todos. Pero si el libre
comercio que promociona el BM y el FMI es un sistema tan bueno, ¿por qué
los países ricos no quieren implantarlo, eliminar sus aranceles a la
exportación y permitir que compitan libremente los productos de todos
los mercados mundiales en su territorio? África tiene una de las
respuestas más evidentes: allí el coste de producción de algodón es uno
de los más bajos del mundo; en igualdad de condiciones, es decir, sin
subsidiar el producto, EEUU no podría competir con sus precios, ya que
cuesta tres veces más elaborar algodón en Norteamérica que en Burkina
Faso.
De modo que si los países ricos implantasen para sí mismos el libre
comercio que tanto alaban, perderían en un primer momento su hegemonía
económica en favor de los países del sur. ¿Están dispuestos a una
globalización del comercio que les perjudica, pero que venden como lo
mejor? ∆ |