SIEMBRA VIENTOS Y...
Los EE.UU. están viviendo en carne propia lo que sus gobiernos
provocaron en otros países, la incertidumbre, el miedo, la
permanente tensión.
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Los EE.UU. viven desde hace un año,
desde el 11-S, una situación de permanente incertidumbre.
Acostumbrados a vivir las guerras de lejos, a contemplar como sus
gobiernos imponían la ley del más fuerte en el mundo, provocando
guerras, alentando golpes de Estado, coaccionando con la fuerza del
dólar las economías de otros países, ahora ya no están tan seguros de
su potencial ni de su seguridad interna.
Si el 11-S fue, sobre todo, una gran lección de humildad para la
prepotencia militar norteamericana, lo que está ocurriendo con el
francotirador misterioso es también motivo de reflexión sobre la
libertad del uso de armas en el país, y sobre la capacidad de la
policía y los diferentes departamentos para detener a un asesino de
esas características.
Pero lo más importante es lo que todo ello está sembrando en la
sociedad, en la calle, porque ya nadie se siente seguro, porque están
viviendo en carne propia lo que sus gobiernos provocaron en otros
países, la incertidumbre, el miedo, la permanente tensión.
Lo que ocurre es que les resulta difícil reflexionar sobre todo ello
con serenidad y con una mente que no esté sobrecargada de ese
patriotismo fanático que el propio Bush se encarga de fomentar, pero
que ya es evidente que no basta para poder vivir en paz. Y si
reflexionasen verían que su país, a lo largo de su historia, cometió
innumerables salvajadas en nombre de la democracia y de la libertad,
comenzando por sus propios indígenas, los verdaderos dueños del
espacio que hoy ocupa la nación, y continuando con muchos otros
países, culturas, razas y etnias.
No es de alegrarse por lo que ahora les pasa, porque no se desea lo
malo para nadie, pero sí es lógico que prueben de lo mismo que su
nación sembró en gran parte del mundo, porque sólo así, si reflexionan
y entienden que la Justicia Divina es inexorable, eso que los
orientales llaman karma, tal vez puedan reorientar sus pasos y dejar
de ser los matones que entran en las tabernas de todo el mundo pisando
y avasallando a los demás.
Y hablando de justicia, no es más asesinato el de un niño americano en
un colegio por un francotirador, aunque sea repugnante, que el de un
niño afgano por una bomba USA, o los niños quemados por napalm en
Vietnam, o los millones que se mueren de hambre y sed por la política
que EE.UU sigue en Africa.
Y no es que sean ellos solos los responsables de los males del mundo,
no, pero al menos hasta ahora los EE.UU llevaron siempre la bandera de
todas las acciones violentas y de todas las políticas represivas.
Pero ahora comenzaron, tan sólo comenzaron, a sentir en carne propia
las consecuencias del odio sin control, de la permanente amenaza, del
miedo a salir a la calle. Y esa es la peor de las torturas, porque una
bomba mata en segundos, pero una sombra acechando tortura antes de
matar.
A pesar de todo, su iluminado presidente sigue erre que erre con su
política de perseguir al infiel allí donde se esconda, y por la
respuesta del Senado y del Congreso, parece que el pueblo americano
sigue prefiriendo enemigos fuera de casa, responsables de sus males,
que admitir que hay incompetentes y paranoicos al frente de los
destinos de la nación. Y además que estos están condicionados por las
multinacionales, que son quienes mandan realmente, por las fábricas de
armas.
El pueblo norteamericano tendría que hacer un auténtico examen de
conciencia, entonar un mea culpa, y empezar a marcar distancias con
sus gobernantes y sus obsesivas manías persecutorias, porque las
víctimas de todo lo que ya está pasando y lo que vendrá no están entre
la clase dirigente, entre los señores de la guerra, sino en la calle,
en los ciudadanos, que tienen una fe ciega en su país y en sus
dirigentes tal vez porque no quieren ver la realidad.
Un francotirador apunta al corazón del pueblo americano, un solo
hombre pone los pelos de punta a la nación más poderosa del mundo.
Y si le cogen saldrá otro, porque el gigante ya no es invulnerable, ya
no le temen.
No son tiempos para gobernantes chulos y matones. Se descubrió el
farol. Pero sólo el ciudadano norteamericano puede asumir la realidad
y cambiar las cosas, eso sí ya no es demasiado tarde. El karma de la
nación es muy potente. / MC
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