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El Ventano

 

Teniendo en cuenta el subidón que ha pegado el precio de la vivienda, y que la chocita del Príncipe va a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, voy a tener que convertirme yo en adalid del republicanismo y poner a la casa Real las peras al cuarto.

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LA CHOCITA
POR ELENA F. VISPO

El príncipe se ha hecho una casa de más de tres mil metros cuadrados, y voy a copiar directamente del periódico El Mundo: "once dormitorios, nueve baños, seis aseos, seis cuartos de servicio, tres salas de estar, una sala de espera, cuatro despachos, dos salas de audiencia, dos salas de consejo, un comedor, una terraza, tres offices, una cocina, cuatro vestidores, cuatro vestuarios, una piscina de diseño, tres ascensores, una cava, una despensa, un muelle de carga, una buhardilla, dos salas de máquinas y 20 plazas de garaje"
Yo pensé que, con lo del BBVA, el debate iba a centrarse en si el personal de servicio debería usar o no las veinte plazas de garaje, pero sorprendentemente no. Hubo un pequeño intento de sacar a relucir otra vez lo de Gibraltar: que si los hijos de la Gran Bretaña nos lo quisieron devolver hace unos años y luego no cuajó. Y menos mal, que si el peñón fuera suelo patrio a ver de qué echaría mano el Gobierno cada vez que haya que desviar la atención pública.
Pero de la chocita del Príncipe, rien de rien. Al menos yo no he visto nada más que referencias sueltas y una estupenda carta al director de El País de un paisano que decía que con el dormitorio -110 metros cuadrados con habitación, sala de estar con recibidor, un vestidor y un cuarto de baño- ya se conformaban él y los cuatro componentes de su familia.
Pues bien, teniendo en cuenta el subidón que ha pegado el precio de la vivienda, y que la chocita va a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, voy a tener que convertirme yo en adalid del republicanismo y poner a la Casa Real las peras al cuarto. Con todos los respetos, claro, que mira que si me meten una demanda por izquierdosa y me tengo que exiliar a Francia no salvo el pellejo, visto como está el panorama galo. Además yo no tengo nada personal en contra de los Reyes. Es más, desde que sé que la Reina ve Operación Triunfo todos los lunes, me parece todo como muy entrañable. Cosas como éstas humanizan las instituciones, claro que sí.
En otro alarde humano, el otro día soñé que iba al Ministerio de Hacienda y había gente detrás de los mostradores (ya digo que era un sueño). El caso es que voy y me encuentro con el señor Montoro y le pregunto: Oye, Cristóbal, ese dinero que me quitan de la nómina cada vez que cobro, ¿no era para hospitales, carreteras, escuelas, comisiones en paraísos fiscales...?
Sí, mujer -me dice él- pero no hay que ser rígidos con las cosas. Al fin y al cabo ¿qué son más de cuatro millones de euros en la inmensidad del océano?
Efectivamente, no hay que exagerar con el tema. Que un chaval se vaya de casa de sus padres a los treinta y cuatro años es perfectamente acorde con la media española. Y el Príncipe estará encantado de tener el nidito hecho, viendo que sus dos hermanas han tenido que buscarse la vida. Pues no hay que criticarle por eso, hay que alegrarse por él. Son las ventajas de ser hombre y ser el heredero familiar, para que luego nadie dude de las ventajas de vivir en un país democrático y avanzado como el nuestro.
Yo estoy encantada con lo campechana que es nuestra familia real, ya lo he dicho antes, pero me he comprometido a escribir este Ventano porque unos amigos míos se han enfadado mucho con el tema. El caso es que son siete en una preciosa casita de campo que sólo tiene un fallo: un único baño. Y claro, la convivencia en estas condiciones se hace difícil, aunque ellos lo llevan muy bien. Por eso no me extraña que lo de los nueve baños y seis aseos les haya llegado al alma. Que nadie dice que el Príncipe no se haga una casa, ojo, pero hay que tener cuidado con ciertas cosas para no herir susceptibilidades.
Aunque qué quieren que les diga, a mí el Príncipe no me da envidia. Prefiero el buen rollito de la casa de mis amigos, con su superpoblación y sus colas en el baño, a la desolación de esas once habitaciones. Por allí andará el heredero, solo en su habitación gigante con su cama gigante, con la única compañía de un escolta que estará contando las horas para salir a tomar una cerveza con los amigos. Y el escolta se irá y vendrá otro, y quedarán los pasillos silenciosos, y la habitación vacía de la futura esposa, y los dormitorios desiertos de los futuros hijos, y otras estancias mudas que no se llenan. Esa casa, cascarón hueco, me da más pena que celos. Aunque tenga piscina. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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