ohann Sebastian Bach aparece varias veces en
la conversación: Salvador Pániker es un apasionado de la música. En
consecuencia, defiende el derecho más humano de todos: el derecho a bailar a su
propio ritmo. Así que reivindica una religión a la carta y explica su menú:
oriente y occidente a partes iguales, una base católica, unas gotas de
hinduismo, una pizca zen, un buen toque budista, un regusto a ciencia. Y aún
más: vivir al día y no temer a la muerte. Combinar mística y erotismo.
Desprenderse del yo para fundirse en el todo. Por eso toca todos los palos, es
indo-catalán y ciudadano del mundo, es ingeniero industrial pero también
filósofo, escritor y editor, ama la vida y preside la Asociación Derecho a Morir
Dignamente. Encima, ha decidido inventarse a sus propios dioses.
-Educado en el cristianismo, se dio de baja muy joven. ¿Por qué?
-Por la culpa, un sentimiento que yo siempre he rechazado. Esto quizá fue lo
que más me repelió del cristianismo, aparte de esta manía de soltar sermones,
tan en contraste con la filosofía zen, por ejemplo, que no trata de convencer a
nadie sino que es una especie de autoterapia. Otra cosa fue mi idea de que la
religión tenía que aportar algún tipo de experiencia, en cambio en el
cristianismo y muchísimas religiones lo que prima es un sistema de creencias que
tienes que hacer por pura autoridad. Y eso es contradictorio, porque si la
religión no es experiencia no es nada. Estas religiones que han empezado por la
experiencia que debió de tener su fundador, sobre todo las monoteístas, acaban
siendo un club para eunucos, para impotentes místicos.
-¿Impotentes místicos?
-Yo uso mucho la palabra místico, pero siempre en un contexto no religioso.
El místico es el que tiene la capacidad de vivir aquí y ahora. En este contexto,
en Occidente los hombres están muy preocupados por la impotencia, pero yo creo
que lo que somos es impotentes místicos (a saber si no está relacionado lo uno
con lo otro), que es un tipo de patología especial, según la cual la gente no se
asombra con la realidad. En mi diario, Cuaderno Amarillo, entre otras
cosas hay un permanente asombro por mí mismo, por las cosas. Colegas míos que
han escrito diarios se maravillan ante un cuadro o una puesta de sol, pero se
quedan tan tranquilos ante el espectáculo de la realidad.
Uniendo todas estas cosas me pareció que el cristianismo era un conjunto de
mitos decrépitos, moribundos o muertos y me fui apartando.
-Usted ha afirmado: "Dios es lo que cada cual hace con su soledad". ¿Qué
quiere decir con esto?
-Ahora estoy preparando la continuación de Cuaderno Amarillo, que
abarcará probablemente sólo el año 95, un año en el que escribí muchísimo, donde
decía: "me fui quedando solo en el descampado, porque se me fueron cayendo todos
los ídolos que había tenido". Y cuando eso ocurre o empiezas a hablar solo, o te
vuelves loco, o inventas algún dios. Para no hablar solo, para no ir mendigando
interlocutores que nunca encuentras, y si los encuentras no acabáis de
entenderos, inventas un dios. Digo inventar entre comillas, como forma de dar
contenido a este enigma total que se percibe más que nada en la soledad, porque
en la soledad no hay anestesia ni bla, bla, bla, esa comunicación superficial
que te impide enfrentarte contigo mismo.
-¿Es la religión el opio de pueblo?
-No, hay que matizar la frase. Creo que es más bien ese refugio para los
impotentes místicos. Lo que yo defiendo es la religión a la carta, y que cada
cual se invente su propio menú. Comprendo que no todo el mundo tiene información
suficiente ni inteligencia crítica para decidir lo que más le va, y hay una
serie de personas muy ocupadas en sus bufetes, en sus oficinas y en sus cosas,
que delegan el asunto de la religión en una iglesia o en un club. En este
contexto, si les va bien a ellos, por mí que sigan. Usted me dirá que esto es
elitista, y sí que lo es porque mucha gente tiene otras prioridades, la primera
es ganarse el pan. Pero creo que se tiende a esto. El concepto de ortodoxia y
heterodoxia, por ejemplo, está cada vez más difuso: cuando yo estudiaba en los
jesuitas, a la que te desviabas un milímetro ibas al infierno. Ahora yo creo que
ni ellos mismos se lo creen.
-Al considerarse ciudadano del mundo, ¿qué opinión tiene de los
nacionalismos?
-En principio mala. Respeto un nacionalismo moderado, el que tiene un
sentimiento de patria, pero para mí la patria es la humanidad, la tierra. Yo
creo que el mestizaje universal a largo plazo es inevitable, y no sólo el
biológico, sino el cultural. Lo mejor de Norteamérica, a mi juicio, es negro. El
jazz, por ejemplo, es esclavos, campos de algodón, burdeles, la biblia... mire
qué mezcla tan insólita y sale el jazz. En este contexto, que un señor diga que
es nacionalista de tal sitio durará un tiempo, pero creo y espero que se
diluirá.
-¿Es la globalización la solución a los problemas mundiales?
-Creo que todo el mundo está de acuerdo en que lo que hace falta es más
globalización. Los llamados antiglobalizadores no lo son, sino que están en
contra de la globalización puramente económica. Creo que hay que ir hacia una
autorregulación, a un sistema mundial más que a un gobierno mundial, con
instituciones mundiales, con un tribunal de justicia internacional; hay que dar
un mayor protagonismo a las Naciones Unidas y ampliar las instituciones que
existen, no ir en contra de ellas: el Banco Mundial, la Organización Mundial del
Comercio, eso en principio es bueno, pero tienen que estar realmente
globalizadas. Creo que está bastante claro: más globalización, pero mejor.
-Se ha pasado la vida persiguiendo dualidades (cuerpo y alma, masculino y
femenino, etc). ¿Cómo ir contra algo que está presente en todo?
-Yo hablo de la no dualidad en un sentido casi metafísico, con la idea de
que todo está relacionado con todo. Usted es medio hombre y medio mujer, igual
que yo; si no fuese así, no nos entenderíamos. Yo creo que todo es
espíritu-materia, cuerpo-alma, hombre-mujer, pero no todo el mundo tiene esta
vivencia, porque la gente vive en territorios muy cartografiados, con las cosas
muy separadas. Por eso no me gustan nada las fronteras.
Para ver las cosas como no duales tienes que estar en una temperatura alta, la
temperatura del aquí y el ahora. Vivir así es entrar en una especie de fluido
libre donde incluso el erotismo, entre comillas, se dispara. Cuando un hombre y
una mujer se quieren desaparecen muchas dualidades, y cuando ese afecto se va
reaparecen las fronteras y los límites y dices: "aquello que me gustaba tanto de
esta mujer ahora resulta que es lo que más me disgusta".
-¿Cómo vivir el aquí y ahora?
-Volvemos a la mística: vivir aquí y ahora es la capacidad de vivir el
tiempo desde fuera del tiempo. Por ejemplo, el temor a la muerte desaparece,
porque viviendo aquí y ahora no cabe la angustia. Cuando estás en una vivencia
profunda, amorosa, poética, o lo que sea, el tiempo no discurre. Esta sabiduría
nos hace mucha falta y desgraciadamente está muy poco extendida. Existe la frase
de "el tiempo es dinero", que es nefasta, porque el tiempo es una falacia, y
todos los grandes espíritus, desde los grandes poetas de Oriente hasta los
grandes científicos como Einstein, han calado esto.
-En ‘Cuaderno Amarillo’ escribe: "el gran secreto es que ya estamos
liberados, sólo hace falta reconocerlo".
-De acuerdo con lo que decíamos, lo constitutivo del ser humano es esa
libertad donde no hay ansiedad ni tiempo. Pero no hay camino para llegar al aquí
y ahora, porque ya estás aquí y ahora. Si dices: "a ver cómo consigo llegar a
ser libre", estás contaminado por el tiempo, no has entendido nada y no llegarás
nunca. No hay ningún camino para llegar a donde ya estás.
-Otro tema es la superación del ego. ¿Es eso una pérdida de identidad?
-Nunca he dicho que se pueda vivir sin ego, como no se puede vivir sin
riñones. Lo que digo, al igual que todos esos sabios que he mencionado, es que
no hay que identificarse en exclusiva con él. Hay una historieta real que me
hace bastante gracia, sobre un señor que hace meditación, y cuando le preguntan
qué tal contesta: "muy bien, antes estaba deprimido y ahora sigo igual, pero no
me importa". Esta idea de ver tu propia vida desde fuera, identificándote con la
totalidad de las cosas, es mucho más sabia que la identificación con el ego
encapsulado en la piel.
Existe Salvador Pániker como convención social, como entidad construida por un
cerebro, pero yo no me identifico en exclusiva con eso. Esto parece ir contra el
sentido común, pero el ego es una construcción reciente, evolutiva, que tiene
más desventajas que ventajas. De entrada por la falta de solidaridad, porque el
ego es ego-ísta por definición, y también porque la muerte es una catástrofe
para el ego. En cambio si trasciendo el ego es como abrir las ventanas y poder
respirar. Si creásemos una humanidad compuesta por personas con el ego
trascendido sería una revolución tremenda. Esto lo han visto individuos
aislados, que yo llamo "místicos", desde hace tres mil años.
-La inquietud espiritual y amorosa han sido ejes en su vida. Opina que la
mayoría de la gente vive y muere sin haber conocido el amor completo, que es
poco frecuente. ¿Lo ha conocido usted?
-La palabra clave es comunicación, el amor es comunicación profunda. No creo
en el alma, pero la utilizaré como metáfora: "poder desnudar el alma". Mucha
gente puede desnudar los cuerpos, pero para desnudarse del todo hace falta una
comunicación profunda, donde te apeas de tus defensas y no empiezas a recitar un
papel, que es por ejemplo el peligro de las entrevistas. Yo creo todo lo que
estoy diciendo, hay una mayor comunicación y, de algún modo, esto es amor. En
una buena entrevista tiene que haber un poco de erotismo, entendido como
comunicación, como fluidez, como ese estado de fusión que se da tan poco. La
mayoría de la gente se pasa la vida declamando papeles.
-En su ‘Cuaderno Amarillo’, percibo que está usted enamorado de la mujer. ¿O
de lo femenino?.
-Esa comunicación profunda la he encontrado más fácilmente con la mujer que
con los hombres. Yo he sido muy "feminista" siempre, la cultura patriarcal me
parece un disparate, la agresividad, la competitividad. Los valores
supuestamente femeninos de empatía, de intuición, me parecen más proclives a la
comunicación, aparte de que mis inclinaciones sexuales van por ese lado.
-¿En el futuro el mundo se vestirá de femenino?
-Todos somos andróginos, el mito del andrógino de Platón es un punto de
partida y un punto de llegada. Para entendernos, y asumiendo el tópico de lo
masculino y lo femenino, que sería muy discutible, yo deseo que los hombres no
tengamos que reprimir nuestras dimensiones femeninas, y las mujeres no tengan
que reprimir sus dimensiones masculinas. Que vayamos a una cultura que suponga
el final del patriarcado sin perder sus valores, como el valor del esfuerzo, de
tomarle gusto a lo difícil. A mí que Johann Sebastian Bach fuese un
perfeccionista y trabajase muchas horas me parece una maravilla, pero que tengas
que estar con las ideas del sacrificio y las virtudes heroicas de los santos me
parece patológico. En este contexto yo creo que iremos a una cultura
masculina-femenina, patriarcal-matriarcal, mestiza, hermafrodita, intercultural.
Universal.
-Si se le pregunta por el significado de la vida, ¿qué contesta?
-Esa pregunta es el síntoma de que algo no va bien. Una frase, una guía
turística, puede tener significado, pero la vida es demasiado absoluta para
tenerlo. Cuando uno empieza a preguntarse por el significado de la vida es que
ha dejado de vivir intensamente. ∆