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EL ALEPH

 

La tolerancia cero va a ir calificando de enemigos del sistema a grupos que poco o nada tienen que ver con la violencia, pero que con su actitud crítica y comprometida violentan las bases de un sistema tan injusto como es el actual

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CERO A LA INTOLERANCIA
POR JOSE ROMERO SEGUIN

Se oye de un tiempo a esta parte hablar a políticos y banqueros de tolerancia cero. Y como es ésta una especie dada a palabrear hasta el hartazgo sin decir generalmente nada -quizá porque lo que tienen que decir es tan terrible para el interés general, como particular en su beneficio- uno ha ido aprendiendo a fijarse dónde miran cuando hablan, a indagar en el gesto, para saber lo que de verdad esconden sus palabras.
En este caso, el de tolerancia cero, digo, he procurado estar muy atento a sus miradas, a la espera de ver quién va a suspender la reválida de la tolerancia, y quién la va aprobar. Y he podido comprobar que empezaron mirando a los terroristas, así en abstracto, luego han fijado sus ojos en los opositores a la globalización basada única y exclusivamente en términos puramente económicos. En fin, que la tolerancia cero va a ir calificando de enemigos del sistema a grupos que poco o nada tienen que ver con la violencia, pero que con su actitud crítica y comprometida violentan las bases de un sistema tan injusto como es el actual, en el que una pequeña parte de la humanidad disfruta de la mayor parte de las riquezas del planeta.
Pronto mirarán a los pacifistas, a los cooperantes, a las asociaciones en defensa de los derechos Humanos, a los teólogos de la liberación, a los filántropos, a los sindicalistas allá donde queden, si quedan. A los ecologistas. En una palabra, a los que importunen con sus filípicas sobre el vicio de repartir, de ser solidario, de desentenderse de patrias y banderas, de credos e ideologías.
Aquí sólo se van a salvar de la operación tolerancia cero, los de siempre, los dioses, sus sacerdotes y liturgias, los amos y señores que tan bien administran el capital en su particular beneficio, y los políticos que viven de eso mismo, de allanarle el camino a los amos y señores. Los demás, ya saben, a poco que se desmanden en sus reivindicaciones, tolerancia cero se ha dicho, es decir, palo.
Pero bueno, no hay porque alarmarse, esto de la tolerancia cero no es sino un puñado de palabras, que no aportan nada nuevo, ni en ella ni en la mirada. Porque el cero es y ha sido de siempre la cifra mágica del capital, ceros a la derecha para unos y ceros a la izquierda para los otros. Y si el cero ha sido la pócima mágica de los chamanes del sistema. La mirada sobre los que ahora se centra es algo secular. Porque a fuerza de ser sinceros, con los antes enumerados no la hubo ni habrá, cuando mejor, se soportaron y se soportarán, sólo eso, y cuando peor, se aniquilaron y se aniquilarán.
Creo que dentro del sistema se debería revisar la tolerancia del 10 al 0 y no del 0 al 10, es decir, se debería comenzar por arriba, porque son los que al menos sobre el papel parten como apóstoles de ella, lo que se disponen a administrarla, quienes deben empezar por examinarse ellos mismos, para comprobar que en la mayoría de los casos, si no fuese por su alto grado de intolerancia e injusticia, no haría falta instaurar la tolerancia cero, pues nadie respondería de modo violento. Y no sólo eso, deberían tener claro que si ellos aplican la tolerancia cero con los que consideran sus enemigos, están legitimando a éstos a tratarlos a ellos desde ese cero absoluto.
Quiero decir, que para que impere la justicia, deben cesar de una vez las injusticias, las desigualdades, las brutales injerencias, los oscuros manejos, los bastardos intereses que mueven el mundo. Mientras esto no ocurra, la tolerancia cero seguirá gobernando los destinos de la humanidad, como lo ha venido haciendo desde que el mundo es mundo, tal como nosotros lo entendemos.
Después de tantos siglos, infame progreso, a lo más que hemos llegado es a tolerarnos, y de eso estamos orgullosos, y ni eso sabemos preservar. Cuando lo que procede es respetarnos, respetarnos hasta el extremo de que nuestro único dios y credo sea el hombre, de que nuestra única ideología sea el hombre. Porque por más que nos engañemos, aquí y ahora, no hay otra esperanza que no sea el hombre. Sólo él nos puede salvar de la tremenda soledad que nos embarga, sólo él nos puede librar del insoportable peso de la incertidumbre. Sólo él nos puede consolar de la angustia y el cansancio que nos abate en la adversidad. Sólo él nos va a acompañar en la alegría. Sólo el hombre y con el hombre, para que más, este mundo esta hecho para eso, para que nos encontremos, para que seamos en nosotros y en los demás. Pero nos negamos a entenderlo así, y lo hacemos porque atendemos a la ambición, porque nos dejamos llevar por el miedo y la desconfianza, y agredimos y somos en respuesta agredidos, y expoliamos y somos en respuesta expoliados, porque violamos constantemente la condición humana y eso viola la nuestra. Somos producto de la desconfianza, del temor, de la agresión, y por último, hijos legítimos del odio, del rencor y la venganza.
Si suspendemos la tolerancia, sólo nos va a quedar el enfrentamiento, y con él, el abatimiento y la desolación, que no la paz. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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