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EL EJE DEL MAL
Los miles de muertos de las Torres causan más impacto social que los
millones que se mueren de hambre, de injusticia, de soledad, de
asco.
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Mucho se habló y se escribió sobre el
11-S y sus consecuencias mundiales. Se dijo que ya nada sería igual a partir
de esa fecha, y es cierto, aunque aparentemente nada haya cambiado.
Pero los cambios no son superficiales, sino profundos. Es como si lo
ocurrido ese día hubiera puesto en marcha un movimiento irreversible, una
definición del ser humano ante valores tan sobados como libertad, justicia,
paz, etc.
Para Bush y los suyos, lo ocurrido era como llovido del cielo, una razón de
peso para poner en marcha toda una campaña mundial donde, con la excusa del
terrorismo internacional, pudieran imponer sus dictados a lo largo y ancho
del planeta, enarbolando como bandera la famosa frase de Bush: "Quien no
esté con nosotros estará contra nosotros".
Dicho de otra forma, Bush utilizó el terror y su impacto en la sociedad
americana para conseguir carta blanca para desarrollar el "nuevo orden
mundial" soñado por su padre.
Falta aún conocer toda la verdad sobre los atentados del 11-S a las Torres
gemelas, pero también es cierto que lo que se puso en marcha como
consecuencia es ya imparable.
Y en todo ello, destaca algo que define por sí mismo la naturaleza de toda
esta historia, y es la obsesiva actitud de Bush de dividir al mundo en
buenos y malos.
Los EE.UU tenían sobradas razones para atacar al terrorismo,
independientemente que quede por analizar la autenticidad de ese terrorismo.
Por ello, Bush no necesitaba erigirse en el portavoz de los ejércitos del
bien contra el mal. No necesitaba llevar las cosas al terreno espiritual, no
necesitaba meterse en filosofías que ni domina ni comprende. Su cabeza no da
para tanto.
Pero Bush es un empedernido lector de la Biblia, y como tal tomó ya partido
por lo que él considera bien contra lo que él considera mal. Solo que ambos
conceptos son muy ambiguos y muy discutibles, tal vez por eso sus enemigos
lo consideran Satán, el príncipe del mal.
Pero Bush, ciego y fanático de su verdad, creó lo que llama "el eje del
mal", una serie de países que, según él, protegen, encubren y alimentan el
terrorismo internacional. O sea, el concepto mal queda definitivamente
asociado al terrorismo. Y, como consecuencia, los buenos son aquellos que
apoyan a Bush en su cruzada redentora.
Claro que si consideramos que una tercera parte de la Humanidad pasa hambre,
con todo lo que ello supone, y que los países poderosos, entre ellos EE.UU,
no sólo no hacen nada para evitarlo sino que están en camino de
incrementarlo con el asunto de la globalización, entonces, si eso no es
terrorismo de Estado, si eso no está relacionado con el mal... ¿cómo
podríamos llamarlo?
Es evidente que los miles de muertos de las Torres causan más impacto social
que los millones que se mueren de hambre, de injusticia, de soledad, de
asco. Es evidente que un muerto por una acción terrorista en cualquier
ciudad del mundo, es más noticiable que todos los vagabundos que se mueren
de frío y hambre en todas las ciudades del mundo.
Pero para el observador crítico e imparcial, los modos de Bush son más
próximos a la pura esencia del mal que cualquier otra cosa que ocurra ahora
mismo en el mundo.
Detrás de su comportamiento, de sus decisiones, de sus discursos, se nota
una enfermiza obsesión por convertirse en algo así como el "mesías" que nos
salvará a todos de la plaga terrorista.
Y la pregunta que queda en el aire y que de verdad nos preocupa es... ¿Quién
nos salvará de Bush?
No existe nada peor que un dirigente con la Biblia en la mano, porque
autoproclamarse líder y defensor de las fuerzas del bien contra el mal,
supone ya una clara definición del talante de tal individuo, de sus
intenciones y de sus carencias.
Y, por encima de todo, eso es lo que ha despertado el 11-S, lo que ha puesto
en marcha, una división del mundo en buenos y malos, sólo que los que se
proclaman buenos son mucho más peligrosos que los proclamados malos.
Afortunadamente, son muchos ya los que saben ver al lobo disfrazado de
cordero. Sólo hay que esperar a que se le caiga el disfraz. / MC |
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