Bono (el de U2) está
consiguiendo lo que no han conseguido todas las cumbres de la historia ni
aún queriendo (que no quieren): una política coherente de ayuda a África. |
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ESPERANZA
POR ELENA F. VISPO
E stoy hasta la bola de hablar de
George W. Bush y su nefasta política nacional, internacional y
chiripitifláutica. Así que esta vez no. No porque no tenga material,
cuidado: tengo material para reventar. Pero por esta vez voy a prescindir de
la cara de estreñida que se me pone cada vez que pienso en Georgito, y voy a
darme el gustazo de hablar de un pedazo de hombre. Un hombre milagro.
Dejando aparte el hecho, indudablemente mágico, de pertenecer a una banda de
rock que sigue junta después de veinte años, y que aún vende millones de
discos cada vez que sacan uno nuevo, Bono (el de U2, no el de la Junta de
Castilla la Mancha) está consiguiendo lo que no han conseguido todas las
cumbres mundiales de la historia ni aún queriendo (que no quieren): una
política coherente de ayuda a África.
Y lo mejor es que no lo ha hecho con vudú, sino echando mano de las armas
más peligrosas: una convicción a prueba de bombas, la lógica aplastante de
que el mundo "desarrollado" no puede seguir dejando que África muera de
hambre y sida y, ante el enemigo, un lenguaje que pueda entender y un
exquisito carisma. ¿Dónde se ha visto que un hombre se declare amigo de Bill
Clinton y a la vez se codee con lo más selecto de la administración Bush? (huy,
perdón, se me ha escapado el nombre). ¿Que lo mismo pone a parir la
globalización ante cualquiera que le escuche, que consigue un micrófono en
la cumbre del Foro Económico Mundial? ¿Que pille por banda al senador más
conservadurista de todos los Estados Unidos y haga que se le salten las
lágrimas a base de citarle la Biblia? ¿Y que consiga que el secretario del
Tesoro de Estados Unidos, Paul O'Neill, el mandamás del Fondo Monetario
Internacional, se vaya con él de viaje a África y vuelva comprometiéndose
públicamente con una ayuda real al desarrollo?
Este viaje ha sido un lavado de cara para la administración de ése que me he
comprometido a no nombrar. No todo van a ser bombas y guerras contra el
terrorismo, con lo feo que queda ser un asesino psicópata, por mucho que
tengas el apoyo de la comunidad internacional. Y Bono, como tonto no es, ha
dicho que vale. Que él está para que le utilicen, siempre que valga para
algo. En una entrevista a El País le preguntaron si se había hecho amigo de
O Neill y dijo: "si logra cambiar la trayectoria del gigante estadounidense,
si logra rescatar a los millones de africanos que están cayendo por las
grietas de la mundialización, será mi amigo". ¿Y si no? pregunta el
periodista. "Pues no".
Quizá, me encanta pensarlo, en el despacho oval se llevan las manos a la
cabeza ante el resultado de un viaje que parecía sólo un gesto de buena
voluntad. Quizá no contaban con el talante imprevisible de O'Neill, un
capitalista convencido pero también uno de los miembros más independientes
del gobierno del innombrable. O no se les había ocurrido que Bono es tan
irresistible en las distancias cortas como cantando ante cien mil personas.
Y sobre todo, probablemente no se dieron cuenta de que cualquiera que vaya a
África sin una venda en los ojos, vuelve convertido en el mayor activista
por los Derechos Humanos.
A Bono en África no lo conoce ni el tato. Durante una estancia en un campo
de refugiados, cuando descubrieron que era cantante, decidieron sacarle
partido. Le pusieron a recorrer el campo, guitarra en mano, cantando
sencillas melodías que explicaban como potabilizar el agua, como evitar el
contagio de enfermedades... Nada que ver con los grandes éxitos de los
cuarenta principales. Como tenía pelo largo y llevaba un pendiente le
llamaban "la chica que canta". No sé como le habrán llamado ahora, un tipo
con unas gafas de sol rosas por África adelante. El mismo tipo que de vuelta
a casa se codea con Tony Blair, Condoleeza Rice, David Rockefeller...
No digo que me lo crea todo, aunque ya me gustaría. Supongo que esta
excelente iniciativa lleva implícita su parte proporcional de politiqueo, y
que no todo será tan rosa como las gafas de este hombre. Pero mira, mientras
haya alguien que se busque la vida tan bien como Bono, a mí me parece que no
todo está perdido.
Ah. Por si fuera poco, encima está buenísimo. ¿Alguien da más? ∆ |