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EL VALOR DE LA VICTORIA
E l hombre lleva en su interior la
semilla de la energía más poderosa que existe en la creación. Es
precisamente esa semilla la que le hace uno con su creador, a imagen y
semejanza de El. Pero la semilla está oculta en el interior del ser humano,
como fuego latente que espera ser avivado para quemar todo lo que le
obstaculiza y transformar así la totalidad de la naturaleza humana en la
imagen perfecta, en el diseño soñado por el Creador cuando imaginó a su más
excelsa criatura.
Pero a pesar de que dicha energía es tan sólo una chispa que late en el
interior, es la responsable de comportamientos, de actitudes, que emanan de
la Esencia de dicha Energía, que impulsan al hombre hacia adelante, buscando
más y más, exigiéndose a sí mismo nuevas metas, nuevos objetivos, siempre
más lejos, siempre más difícil.
Es la fuente de la aventura, del riesgo, del inconformismo, de la valentía,
el alimento de los soñadores, el motor de los conquistadores.
Y en todos ellos hay una palabra que define su naturaleza, una palabra que
es una forma de vida, una palabra que encierra en sí misma el sueño, el
camino y el objetivo cumplido, y es la palabra Victoria.
La palabra Victoria engloba en sí misma a la totalidad de la humanidad,
porque ésta, como un todo, tiene un objetivo definido, que no es otro que
dar cumplido el Sueño de su Creador, aunque para ello primero tiene que
descubrirlo, hacerlo suyo y comprender que en ello y sólo en ello, todos sus
sueños se verán cumplidos, porque el hombre sueña dentro del Sueño, porque
el hombre imagina dentro del Sueño, porque el hombre lucha por su libertad
dentro del Sueño, porque el hombre, como creación del Uno, del Creador,
sueña lo que el Uno tiene dispuesto en Su mente para él.
Todos los anhelos del ser humano durante toda su existencia, todas sus
ilusiones, todos sus proyectos, nacieron del Sueño y tienen su posible
realización dentro del Sueño, porque lo mejor, lo más positivo que el hombre
se pueda imaginar para su existencia ya fue soñado por el Uno y, por tanto,
está dibujado en Su Mente.
Y al ser así implica que lo está bajo la palabra Victoria, porque en la
Mente del Uno ninguna otra posibilidad se contempla.
Cuando el hombre una su mente en la Mente del Uno comprenderá que todas las
limitaciones que vivió hasta entonces existieron porque él las contempló,
porque pensó con limitación, porque creó con limitación, porque soñó con
limitación.
Entonces descubrirá el valor de la palabra Victoria, la importancia de
afirmar dicha palabra, dicha energía, antes de lanzarse a la aventura, antes
de emprender el camino. Porque la palabra Victoria encierra en sí misma la
Fuerza para recorrer el camino, la inteligencia para enfrentarse a las
barreras, la sabiduría para sortear los obstáculos.
No es una fe ciega, es una actitud inteligente que emana de la comprensión
de que se camina por el Sueño del Uno, por senderos trazados por El, por su
Poder, por su Mente.
El Uno soñó, en el origen de los tiempos, al hombre rompiendo todas las
barreras, todos los obstáculos, y renaciendo a la verdadera vida, a la
dimensión real de su existencia.
Y el hecho de que el Uno lo soñara implica que el hombre ya es libre en Su
Mente. Ahora sólo falta que éste se lo crea y, como consecuencia, que
aplique los principios básicos de afirmación y reconocimiento que le harán
sentirse Hijo del Uno y, por tanto, poseedor de Su misma Esencia.
Pero para alcanzar ese estado sólo puede existir la palabra Victoria en su
mente, en cualquier tarea que se imponga, en cualquier aventura que
emprenda, en cualquier sueño que realice.
Creer firmemente en la Victoria es haber recorrido ya la mitad del camino.
Pero eso es algo que sólo cada uno puede experimentar, pero sólo cada uno,
en su interior, puede avivar el Fuego latente que un día el Uno depositó y
que le diferencia de las demás criaturas del Cosmos. ∆ |
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