Hemos despojado nuestra
vida de magia, de profundidad, de sensibilidad hacia aquello que nos
rodea, que es superior a nosotros mismos y, sobre todo, que no podemos
controlar. |
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LA NOCHE DE SAN JUAN
POR ELENA G. GOMEZ
E staba contemplando el fuego que ardía
en la hoguera que habíamos hecho junto al mar. El paisaje no podía ser más
idílico. Luna llena. El mar que se mecía suavemente como si fuera la
respiración serena de un gigante que nos envolvía. La suave arena de aquella
solitaria playa de Galicia. Y el fuego. Un fuego que poseía vida propia y me
llamaba con insistencia.
Al mirarle me pregunté qué quedaba ya del significado original de la noche
de San Juan. Cómo habría surgido. Quién la habría creado y sobre todo para
qué fin. Ahora la mayor parte de las personas aprovechan esta noche para
quemar cosas viejas, para hacer de ella una noche más de fiesta, quedando en
el olvido su origen oculto, esotérico, profundo, tal vez sencillamente
porque hemos despojado nuestra vida de magia, de profundidad, de
sensibilidad hacia aquello que nos rodea, que es superior a nosotros mismos
y, sobre todo, que no podemos controlar. Tal vez es por eso, porque no
podemos controlar muchas cosas, por lo que preferimos construir nuestras
vidas basándonos en cosas simples, materiales, cotidianas, antes de pararnos
y pensar.
Pero lo que Es permanece por encima de todo, por eso aunque miles de
personas estén en la noche de San Juan emborrachándose física y mentalmente,
hay otras que mantienen vivo su significado, porque la noche de San Juan
habla de magia, de brujas que pactan con lo sagrado y se ríen porque ya no
tienen temor y, sobre todo, la noche de San Juan habla de Fuego, y el Fuego
es Poder. Y quien cree en su poder y ofrece al fuego algo que no desea, eso
desaparece.
Así que, en lugar de quemar un mueble viejo que ya no sirve para nada, pensé
que sería mejor que cada uno mirase dentro de sí y buscase qué tiene viejo,
inútil, incómodo, negativo, etc. para ofrecérselo al fuego y destruirlo para
siempre.
Y así empecé a pensar cosas que me gustaría que se destruyeran en el
fuego...
Lo primero que le pediría al señor del Fuego es que quemara los fantasmas, o
lo que es lo mismo, todas esas creaciones mentales bajo las que las personas
se esconden para no enfrentarse realmente consigo mismas. Todos estamos
llenos de fantasmas, ideas sobre nosotros mismos, cárceles que nos hemos
construido a través de las cuales estamos constantemente limitándonos,
creándonos esquemas, barreras y obstáculos a nosotros mismos.
Otra cosa que quemaría en el fuego es la tendencia a lo previsible, a la
necesidad de tener siempre un manual donde esté escrito lo que es correcto y
lo que no, lo que se debe hacer, cuándo y cómo, porque con ello se anula la
capacidad de experimentar, de aprender, de arriesgarse, pero sobre todo
porque siempre sería la idea de otro, de su visión particular de lo
correcto, pero nunca la de uno mismo.
También quemaría la mentira. La capacidad, necesidad, vicio, hábito de
mentir y mentirse a uno mismo. Porque la mentira es el deporte más general y
a pesar de que se trate de envolver y disimular, la mentira es un método
para que se produzca lo que más separa al hombre de los demás, lo que no
permite construir, lo que resta poder y capacidad a una sociedad: la
desconfianza.
Y si se para uno a pensar en ello, esta sociedad es una sociedad que
respeta, adula y venera la mentira y a los mentirosos. Y lejos de ser un
patrimonio de unos pocos, la mentira, aunque nadie lo quiere reconocer,
alcanza a todos, porque va desde quien vive constantemente mintiendo y hace
de la mentira su propia piel -en este tipo tendrían un lugar de honor los
dirigentes políticos y religiosos-, a los que viven la mentira cotidiana, la
que se aprende desde que se mama la teta, la que enseña a no decir lo que
realmente uno piensa y siente, para, según se enseña, no ser vulnerable a
los demás.
Sí, quemaría la mentira y con ella las personas no tendrían más remedio que
ser valientes y mirar hacia la verdad, entonces se verían muchas cosas que
ahora están ocultas, porque en el fondo, la mentira, es el refugio de los
cobardes.
Hay muchas cosas más que se pueden quemar, es más, me atrevería a decir que
hay muy pocas cosas en nuestras vidas que se salvarían al fuego, pero lo
único que sirve es lo que cada uno decide quemar. Pero si se desea, se puede
hacer que existan muchas noches de San Juan, sólo se tiene que desear
destruir aquello que limita, sólo se tiene que invocar el Poder del Fuego y
entrar dentro de él.
Y así, aquella noche mágica, sentada ante la hoguera, comprendía que en
realidad somos una parte del Fuego, chispas vivas de una gran hoguera que un
día partieron de ella y a ella volverán como Fuego, como pequeñas hogueras.
Y la noche de San Juan es un recuerdo de nuestro origen. ∆ |