No me importaría nada ir al
videoclub y darle un muerdo a Brad Pitt antes de alquilar una película.
Eso sí que me fomentaría el consumismo. |
|
POR NARICES
POR ELENA F. VISPO
A qué huelen las cosas que no huelen?
Siguiendo con la línea filosófica abierta por los anuncios españoles de
compresas, la cadena de videoclubes Blockbuster ha puesto en marcha una
campaña de marketing en Inglaterra, que consiste en atraer a los potenciales
clientes por el olfato. Además de obligar a todos sus empleados a usar
colonia -esto me lo supongo yo por pura lógica-, la idea consiste en soltar
esencias de un olor alusivo a la sección de películas. Así, en la esquina de
películas bélicas huele a pólvora, en donde el cine romántico huele a rosas
y en el cómico huele a plátano, por si se asocia con la risa que da cuando
el vecino pisa un ídem y se rompe el coxis. La monda.
Aunque creo que el que se lleva la peor parte en todo esto es el empleado
del videoclub, que terminará su turno de trabajo colocado de tanto esnifar
esencias; esto sería una anécdota graciosilla si no fuera porque el invento
funciona, y la tienda se llena. Cualquier día llega uno y dice: "Yo es que
iba a ver si tenían alguna novedad en cine de autor, pero un fuerte aroma a
plátano me cautivó y terminé pillando Aterriza como puedas III".
De repente, los empleados del Blockbuster empiezan a encontrar parejas que
se besan apasionadamente en la sección de películas románticas. Parejas y
parejas dándose el lote porque no han podido resistirse al penetrante olor a
rosas. Vamos, que el autocontrol lo dejamos en Altamira. Y eso que sólo es
la primera fase, porque hay una segunda que consiste en soltar un perfume a
base de feromonas, para que la gente se anime. De ahí a una orgía en la
sección de novedades sólo hay un paso.
Todo esto viene de que la vista y el oído son dos sentidos sobreexplotados,
publicitariamente hablando, y que los creativos han decidido que es el
momento de explorar nuevas fronteras. Y no sé cómo no han caído antes,
porque quedan otros sentidos a los que yo creo que no se les está sacando
todo el partido. Pongamos por ejemplo el gusto. A mí no me importaría nada
ir al videoclub y darle un muerdo a Brad Pitt antes de alquilar una
película. Eso sí que me fomentaría el consumismo. O llevarme a Johnny Depp a
casa con una bolsa de conguitos, para que me comente las mejores escenas de
Chocolat. Casi seguro que me compraba una copia. O dos.
¿Y el tacto? ¿No han visto ustedes A primera vista, ésa en la que Val
Kilmer hace de masajista ciego? ¿Por qué no incluyeron una muestra en la
promoción? Hubiese recaudado más que Harry Potter. Si yo fuera publicista,
aquí se iban a vender películas como churros.
Y entonces meterían el cuezo los militares, porque imaginemos por un momento
las aplicaciones bélicas del invento. En vez de tirar bombas, se podrían
echar ampollas con esencia de caldo gallego, que eso no hay humano que lo
resista. Dominado por sus papilas olfativas, el enemigo saldría de su
madriguera y ya se le podría meter en una jaula. Mucho más limpio y barato
que las guerras ahora conocidas. Y qué decir de las dimensiones políticas,
imagínense soltar feromonas en un mitin del PP.
Últimamente se habla de consumo responsable, por muchas razones: por
ecología, por ética, etc. Pero sobre todo yo creo que es una cuestión de
dignidad personal: no podemos perder los papeles por una colonia. Y por
mucho que se empeñen los publicistas, los economistas, los políticos o los
curas, no somos gilipollas. Aunque, vistos los hechos, o nos tomamos nuestra
inteligencia como un dogma de fe, o vamos empezando a usarla. Por narices. ∆ |