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SENSUALIDAD
E l hombre fue construido de Amor y
Sustancia. El diseño lo realizó el Padre, el Uno. La Madre-Hija puso el Amor
y la Sustancia. Por ello, el hombre, hasta ahora, es Amor + Sustancia. En el
futuro será Mente, la Mente de su creador, del Uno.
Mientras, el Amor y la Sustancia, a pesar de ser parte del mismo Origen, de
la Madre-Hija, viven en conflicto. Y en ese conflicto la mayor parte de las
veces vence la Sustancia, por ello el hombre sigue los impulsos de la
materia, de la carne, de lo externo.
Cuando vence el Amor, entonces ambos se hacen uno, y la Sustancia se
impregna de la Energía del Amor, y se vuelve sensible, y se vuelve
atractiva. Es entonces cuando nace la sensualidad.
La sensualidad emana de la Energía Sexual, pero sólo cuando ésta se mueve
dentro de su madre, la Energía del Amor. Cuando no es así la sensualidad se
convierte en simple atracción sexual.
El reino animal vive todo ello bajo el instinto y funciona sólo por
atracción y en determinados ciclos de tiempo.
El hombre aún funciona en parte bajo el instinto, sólo que en este caso no
está regulado en ciclos y, como consecuencia, puede llegar a ser esclavo de
su propia sexualidad.
En el paso evolutivo pendiente, cuando el hombre viva permanentemente
consciente la Energía del Amor, ésta hará que las relaciones estén cargadas
de sensualidad, todo tipo de relaciones, haciendo entonces que la
comunicación sea más fácil, que el entendimiento sea más fácil, porque la
mente fluye más fácilmente sobre la base de la sensualidad, porque las almas
se unen en la armonía, porque la belleza destaca sobre los defectos, porque
la unidad resalta y hace vibrar la Sustancia.
La sensualidad, cuando emana de alguien, pone magia en la relación,
convierte lo difícil en sencillo, transforma las palabras en lenguaje
armónico que penetra en las mentes como música.
La sensualidad traspasa las fronteras de las pieles y envuelve los cuerpos
en un lazo común, porque al redimir la Sustancia hace que las barreras se
derrumben, que los miedos desaparezcan, que las ventanas se abran de par en
par.
La sensualidad nos permite penetrar en lo prohibido con la pureza del niño y
con la garantía de la fuerza del guerrero, porque actúa como bálsamo y a la
vez como luz que ilumina lo oscuro y lo desnuda de su falso misterio,
dejando al descubierto sus secretos.
No se puede pretender ser sensual, no se puede utilizar lo sensual como
cebo, no se puede simular o inventar lo que es consecuencia, no origen.
Porque todo aquel que no haya abierto de par en par las puertas de su
corazón, la caja fuerte del Amor, y viva bajo dicha Energía, no podrá nunca
entender el significado de la verdadera sensualidad, porque lo confundirá
con atracción sexual, y éste es sólo el peldaño inferior, lo que pertenece a
la Sustancia.
Por ello, la sensualidad, como consecuencia de un paso evolutivo, de un
nivel interno abierto, sólo se manifiesta de forma muy esporádica en los
actuales niveles del ser humano y en muy pocos seres humanos, no teniendo
nada que ver con el tipo de sexo, masculino o femenino, porque en realidad
su origen está más adentro, allí donde hombre y mujer son lo mismo, allí
donde, en realidad, lo que define es lo femenino, que no tiene que
expresarse necesariamente a través de la mujer.
La sensualidad no emana de la Sustancia, de los cuerpos, sino de lo que
existe detrás de la Sustancia, más allá, más adentro, porque la verdad de
cada uno no está escrita en su exterior, sino en su interior, y el tiempo
actúa inexorablemente sobre la Sustancia, pero no sobre lo interno. Por eso
la sensualidad no está sujeta al tiempo, no depende de la edad ni de la
condición de la forma.
La sensualidad crea la belleza, no depende de la belleza.
Cuando el hombre supere la atracción de la sexualidad que se expresa a
través de la Sustancia, de la forma, podrá descubrir la grandeza de la
sensualidad que habita en su interior, y podrá manejarla, y podrá
potenciarla, y podrá a través de ella conectar y penetrar en el maravilloso
espacio de la Mente y sus secretos.
Pero para todo ello, primero tiene que reconocerse como Hijo del Creador,
del Uno, y ver así que posee en su interior la herencia depositada por su
Padre. ∆ |
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