Hay que coger la noticia con
intención forense y pararse a diseccionarla. No dejarse deslumbrar por el
titular y hundir el bisturí de arriba abajo, entre las columnas, removiendo
los párrafos con curiosidad médica, hasta dar con las verdaderas razones que
siempre se esconden detrás de las palabras. |
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ACTUALIDAD
POR CAROLINA FERNANDEZ
No creer
es un arte. Uno coge la prensa por la mañana y tiene el deber de pensar de
antemano que la mayoría de las cosas que va a leer son mentiras absolutas, o
verdades a medias, o sucesos contados de tal manera que encarrilen hacia un
lado o hacia otro la forma de pensar del lector. Se da por supuesto que el
lector es tonto. Con esa premisa, cualquier cosa vale.
Entender el mundo no es fácil. Hay que coger la noticia con intención
forense y pararse a diseccionarla. No dejarse deslumbrar por el titular y
hundir el bisturí de arriba abajo, entre las columnas, removiendo los
párrafos con curiosidad médica, hasta dar con las verdaderas razones que
siempre se esconden detrás de las palabras. Claro que para eso hay que
buscar en las vísceras de la noticia. Y nadie quiere remover vísceras, no es
de buen gusto. De todas formas si esto no sale a la primera, ni a la
segunda, ni a la tercera, no hay que desanimarse, uno no se convierte en
Sherlock Holmes de la noche a la mañana, pero puede al menos crearse la
actitud de no creérselo todo porque sí. Propongo desconfiar del primer
impacto por sistema, y luego ya se verá. Todo se aprende, y supongo que con
la experiencia uno irá ganando práctica en leer lo que no está escrito, y a
entender así el mundo en que vivimos.
Hoy por hoy, tener un grupo de comunicación no es poseer los medios para
comunicar, sino tener la posibilidad de diseñar qué tipo de realidad se
quiere crear. Ese es el contexto en el que nos movemos. Las corrientes de
opinión fluyen en la dirección marcada en un despacho. Se da por supuesto
que nosotros nos creemos lo que nos den porque, como decía, somos tontos.
Y, qué demonios, tienen razón. O al menos hay una mayoría de población
alelada. No podemos quejarnos de que haya programas basura, porque los
índices de audiencia nos delatan: molan mogollón. No podemos quejarnos si el
gobierno pone patas arriba la Universidad, porque primero, es el gobierno
que votamos, y una vez votado lo mantenemos sin levantar la voz. El pueblo
argentino protesta ahora, pero también es verdad que ha esperado demasiado
tiempo para decidirse a salir a la calle a machacar sus cacerolas, cuando es
seguro que todo el mundo sabía lo que estaba pasando mucho tiempo antes, y
la cosa se dejó rodar. Y lo de ahora está bien, y así debe ser, la
cacerolada argentina debería ser ejemplo para muchos otros, porque si ellos
son capaces de manejar la situación y enseñarles a sus gobernantes quién
lleva en realidad el timón, serán un ejemplo para muchos otros, que pondrán
sus barbas a remojar. Pero esperaron demasiado.
Hace muy poco se daba a conocer en los medios de comunicación que el Grupo
Santander Central Hispano, sólo ha aumentado sus beneficios durante el
último año en un 10%. Ese adverbio inocente, ese "sólo", resulta insultante,
hiriente, una patada en el estómago para la enorme cantidad de personas que
ahora mismo están en situaciones que rayan la desesperación, y no me refiero
en esos lugares lejanos y exóticos en los que pensamos que viven los pobres
del mundo, todos juntos. Me refiero, por no ir demasiado lejos, a las bolsas
de pobreza que no dejan de aumentar en nuestras ciudades, y sus
consecuencias de marginación, aislamiento social, indigencia, hambre, sí
señor, hambre. ¿Botín habrá oído hablar de estas cosas? En fin. La culpa de
este crecimiento tan discreto, decía, la tiene, claro, la crisis argentina.
Al lado, una foto de un sonriente Emilio Botín dedicándose en cuerpo y
¿alma? a la prensa. Y ahí queda la cosa. Noticias como esa, que suponen un
contraste tan brutal con la "otra" realidad, deberían producir algún tipo de
sarpullido. Y no lo hacen. Salvo en determinados círculos, el resto de la
población, la que en el mejor de los casos lee el periódico, normalmente no
llega a las páginas de economía, porque tienen fama merecida de ser un
auténtico coñazo. Y yo estoy de acuerdo. Pero hay cosas que hay que saber,
porque de ello dependen muchas otras, por ejemplo, que el dinero no se crea
ni se destruye, sólo cambia de manos por obra y gracia de las triquiñuelas
del libre mercado. Y no está de más seguirle la estela para ver cómo
circula.
Aquí también estamos viendo desde hace años ir y venir casos de corrupción.
Montones de millones se asoman a los medios de comunicación y luego
desaparecen en la maraña informativa, sin que nadie sepa dar señal de ellos
pasado un tiempo, estamos comprobando que quedan en nada, estamos viendo
gestiones nefastas que nos van a pasar factura dentro de un tiempo, nuevas
leyes que fomentan desde su mismo nacimiento el desequilibrio y la
desigualdad. Todo eso lo tenemos delante. Sin embargo seguimos sentados en
el sofá inflando los índices de audiencia de las Crónicas Marcianas.
Mejor sería que fuésemos preparando nosotros también las cacerolas. Por si
las moscas. ∆ |