Si yo dependo de alguien siempre
tendré una excusa para justificar mis actos. Al final no soy yo la que
tengo cara de culo, la que te di una mala contestación, la que pasé de lo
que tú necesitabas o me decías, sino que el culpable fuiste tú, tú que no
me llamaste, tú que no adivinaste lo que quería, tú que tienes otras cosas
más importantes que hacer que yo. |
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PRISIONEROS
POR ELENA G. GOMEZ
S i algo persigue el hombre desde el
principio de los tiempos es la libertad, pero, curiosamente, lo que más hace
el hombre es construirse prisiones.
Hay muchos tipos de prisiones, casi tantas como seres humanos, además,
podríamos decir que un mismo individuo vive no sólo una prisión sino varias
prisiones, tantas como las que decida vivir.
Y la pregunta sería, ¿es importante conocer la prisión o prisiones que cada
uno tiene?
Pues sí, porque sólo si uno es consciente de lo que le limita puede crear un
movimiento o utilizar una fuerza contraria y destruirlo. Porque, si algo hay
claro es que las prisiones igual que se crean se destruyen, sólo requiere
que uno decida vivir dentro o fuera de ellas.
Y la prueba de que las cadenas, las limitaciones, etc. se pueden destruir,
es que tienen tanta vida como uno decida darle. Me explico, yo puedo decidir
vivir prisionera de la moda, estar encadenada a tener en mi armario siempre
lo último de lo último, independientemente de que me quede como a un santo
unas pistolas, o puedo comprar aquellas cosas que realmente necesito y que
además me quedan bien según mi forma de ser, de vivir, de moverme.
Yo creo que todos, más o menos, hemos pasado por alguna de esas épocas que
llamamos "tontas", en las que sólo estábamos pendientes de nosotros mismos,
y que tu vida giraba en torno a un grano que tenías en la cara. El problema
es que en realidad esa "época tonta", a muchos no se les pasó y creen que la
vida sigue girando en torno a su ombligo.
Pero, volviendo a las prisiones, sí es muy importante saber en qué prisiones
te mueves, en qué ilusiones creadas por ti o por otros vives.
Hay prisiones que podríamos encuadrar en un aspecto materialista. En ellas
estarían aquellos que viven pendientes sólo de la forma y ésta puede ir
desde quien sólo vive para los coches, las motos, la casa, etc. o que su
única aspiración es llegar a ser el jefe, el director, o el dueño de la
empresa en la que trabaja.
En esta cárcel siempre hay insatisfacción porque nunca se alcanza ninguna
meta. Si eres un apasionado de los coches, siempre habrá el último que tú no
tendrás. Si aspiras a ser el jefe de una empresa, siempre tendrás miedo de
que alguien te quite tu poder. Y es que la forma, la materia, está ahí, en
nuestras vidas para que la utilicemos, para que le saquemos partido y la
disfrutemos, pero nunca para que se convierta en el centro de nuestra
existencia.
Luego hay otro tipo de cárcel que tiene a muchas más personas prisioneras,
yo diría que de tanta gente como hay casi no cabe ni un alma más. Esta es la
prisión de los sentimientos.
Aquí, en esta cárcel, está montada la mayor mentira, y es creer que uno
depende de los demás, que su alegría, que su felicidad, depende de que
alguien te quiera, de que alguien piense en ti, etc.
Y digo que es la mayor mentira porque si yo dependo de alguien siempre
tendré una excusa para justificar mis actos. Al final no soy yo la que tengo
cara de culo, la que te di una mala contestación, la que pasé de lo que tú
necesitabas o me decías, sino que el culpable fuiste tú, tú que no me
llamaste, tú que no adivinaste lo que quería, tú que tienes otras cosas más
importantes que hacer que yo. Disculpas, disculpas tras las que se esconde
cada uno para hacer lo que le da la gana, disculpas para no enfrentarse con
la verdad y la mentira de cada uno.
Y cuando uno no encuentra a ningún culpable directo de sus actos entonces
llega a la tercera cárcel.
En esta cárcel está todo lo demás. Están las creencias religiosas que son
una fuente inmejorable para las disculpas y para las limitaciones. "Yo no me
enfrento a mi marido y le digo que no tengo ganas de hacer el amor porque yo
soy una mujer muy cristiana y en el sagrado matrimonio ya se sabe que la
mujer tiene que satisfacer a su marido". Luego, esta misma cristiana mujer,
ya se encargará de sacarle alguna contraprestación a su actitud tan
cristiana...
También aparecen como excusa las normas sociales que nos inculcaron desde
pequeños. "No es de buena educación decir lo que uno piensa". En realidad lo
que ocurre es que no tienes valor para decir lo que realmente piensas, y
cuando alguien te invita a hacerlo, dices que te cuesta mucho porque te
enseñaron lo contrario.
Y en esta cárcel también se encuentra el último reducto de uno mismo que se
niega a ser libre, a considerar que no tiene límites, a aferrarse incluso a
sus defectos como disculpa a su cobardía.
Sí, porque cuando uno llega a este punto empieza a aparecer una voz que te
dice... "En realidad no haces esto porque no te da la gana, porque no hay
nada ni nadie que te lo impida". "Eres dueño de tus estados de ánimo, puedes
reír o llorar según tu voluntad" "puedes, si lo deseas, convertir una
situación dura en una gran lección y aprender mucho con ella".
Y entonces empieza a coquetear una idea en tu mente, una idea que te produce
atracción pero que a la vez no quieres mirar de frente y tratas de tapar.
Pero un día, cuando menos lo esperes, te levantarás de la cama y te darás
cuenta que ya no puedes escapar más, y sabrás que no tienes que conquistar
la libertad porque ya eres libre y que en realidad sólo tienes que aprender
a utilizarla. ∆ |