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HIJOS DE LA NECESIDAD

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HIJOS DE LA NECESIDAD

Somos hijos de la necesidad. Esto significa que el Dios que nos creó lo hizo por Su necesidad de hacer algo diferente, criaturas que pudieran con el tiempo convertirse en dioses. Y eso es el hombre. Una criatura en la que se debaten en permanente conflicto las fuerzas de la Luz y de la Oscuridad, el bien y el mal. Pero eso no es un castigo, tampoco un error, es la consecuencia de un diseño, de un plan preconcebido para que esa criatura, el hombre, pudiera conocer por sí mismo las fuerzas que existen en el Cosmos y que forman la base de toda creación.
Conociéndolas, viviéndolas, sufriéndolas y gozándolas, conseguiría un día elevarse por encima de ellas y dominarlas. Entonces se convertiría en un Dios.
Por todo ello, la necesidad anida en el interior de cada ser humano y es la fuerza motriz que le impulsa a la aventura, al riesgo, a experimentar, a equivocarse y a conseguir los grandes descubrimientos que impulsaron e impulsan la evolución de esta humanidad.
Gracias a la necesidad nos embarcamos en aventuras que a la larga proporcionan a nuestro inquieto espíritu la satisfacción de lo realizado, la experiencia de lo practicado y una mayor dosis aún de necesidad para continuar el camino, aunque no se acierte a ver del todo el objetivo soñado.
La necesidad impulsa la imaginación. La imaginación construye el sueño. El sueño diseña el camino a recorrer. Y en todo ello, la fuerza interna, que emana de la convicción del trabajo que se realiza, actúa de impulsora de todo hacia el fin último.
Solo que nunca existe un fin último, porque cuando llegas a él ya existe en tu mente otro sueño, otro fin, otra cumbre que escalar.
Cuando nació Fusión existía una idea. También había un reducido grupo de soñadores que estábamos convencidos de poder hacer realidad esa idea. Nuestro objetivo no era ninguna cumbre, ninguna meta, tan sólo intentar sobrevivir en la aventura, en un medio donde nadie apostaba por nosotros, en una jungla demasiado compleja, demasiado minada. Y para sobrevivir utilizábamos la esencia pura y sencilla de la vida, es decir, la honestidad, la transparencia, la sencillez, la verdad. Todo ello se traducía en practicar un periodismo que, por desgracia, hoy escasea.
Así, poco a poco, la idea fue ganando apoyos, ánimos, afinidades y lealtades. También ganó enemigos, pero eso siempre da más fuerza. Y todo ello lo hicimos por nuestra necesidad de decir lo que pensamos, en libertad, sin tapujos, sin verdades a medias o mentiras disfrazadas. Y todo ello se apoya en la necesidad de contribuir a la construcción de una sociedad diferente, donde el hombre sea auténtico, donde la convivencia sea en unidad, donde las mentes se unan para diseñar un futuro que sea lo más parecido a lo que la Mente del Soñador, del Uno, de nuestro Creador, un día soñó.
Todos estos años, todo el trabajo recogido en los 100 números de Fusión, no se pueden medir con la vara del esfuerzo, que fue mucho, sino con la medida de la recompensa recibida por haber podido realizar nuestro sueño y constatar que sirve a personas, que ayuda a reflexionar, que despierta sensaciones, sueños, ilusiones.
Nuestra verdadera cumbre no es haber llegado al número 100, sino que seguimos siendo libres para decir, para expresar, para aportar puntos de vista diferentes sobre lo cotidiano e, incluso, sobre lo aparentemente eterno.
Decir la verdad en un mundo donde la mentira y la hipocresía son dueñas y señoras, no es fácil. Sobre todo porque debes cuidar muy mucho no engancharte a tu verdad, porque entonces estarías empezando a construir la propia desviación. Pero, afortunadamente, tenemos suficientes referencias a nuestro alrededor para saber que es lo que no tenemos que hacer, como no debemos escribir.
Fusión cumple 100 números de existencia y lo hace con la dignidad intacta, con el orgullo de seguir fiel a la idea original y con la ilusión de otras cumbres próximas que también queremos escalar.
Si nuestra presencia en este complicado y oscuro mundo es una tenue luz para algunos, nos damos por satisfechos, aunque nuestra necesidad va mucho más allá y del destino depende que podamos o no lanzarnos a nuevas aventuras.
Nuestra salud es excelente. Nuestra ilusión está a prueba de todo. Nuestros lectores nos apoyan y animan. ¿Qué más podemos pedir? Creemos firmemente en el hombre como idea o sueño del Creador, y queremos contribuir a que cada uno descubra que es mucho más de lo que se cree que es.
Y, sobre todo, soñamos con un futuro diferente, con una sociedad diferente, con una humanidad cuya bandera sea la paloma de la paz.
Y sabemos que así será. Otra cosa es el precio que haya que pagar. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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