Por cierto que Bin Laden lleva camino de
convertirse en un mito a la altura de los grandes, como el monstruo del Lago
Ness, o la Virgen María, que aparece y desaparece, sin que nadie sepa a
ciencia cierta si existe o es producto de la imaginación popular. |
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EL CENTRO DEL UNIVERSO
POR CAROLINA FERNANDEZ
I magínense que voy y digo que los de
mi pueblo somos los únicos habitantes inteligentes de España. Pues pueden
suceder varias cosas. Uno: que sea verdad, y por lo tanto, nadie nos diga
nada, lo cual es una opción improbable. Dos: que sea mentira. Si el resto de
los habitantes de pueblos de España son igual de tontos que nosotros, nos
invadirán para hacernos comer con patatas nuestra chulería y de paso
conquistar nuestras tierras, violar a las mujeres y quedarse con nuestras
reservas para el invierno. Si resulta que son más inteligentes que nosotros,
lo más seguro es que nos miren con comprensión, un poco de pena, y sigan a
lo suyo sin hacernos puñetero caso, confiando en que alguna vez
aprenderemos. Es la arrogancia del ignorante. Es como cuando un Fox Terrier
se le pone farruco a un Bull Dog. Hace gracia.
Pues aún no hemos aprendido. Aunque hace un tiempo que hay ya -por fin-
argumentos científicos basados en la astronomía, la geología y la biología
que apoyan la idea de que no estamos solos, y que podemos tener vecinos
-incluso vecinos inteligentes- en otros mundos, todavía muchos se aferran a
la idea de que somos los únicos, los inigualables, los geniales, los
irrepetibles Homo Sapiens. A mí, la verdad, se me suben los colores. Me da
vergüencilla que se digan esas cosas, y no me baso en informes científicos,
me vale con ver el telediario todos los días para comprobar lo inteligente
que es la raza humana.
¿Dónde está entonces el centro del Universo? Pregunta cojonera donde las
haya ¿eh?, la que trae de cabeza a científicos, a filósofos, a tertulianos,
y en general a cualquiera que tenga ganas de darle conversación a su vecino.
Desde siempre existe esa obsesión por encontrar el punto centro, el eje que
hace girar todo nuestro mundo alrededor de sí. El problema es que de
momento, ese punto centro siempre estará condicionado por la amplitud de
miras del que lo busca. De modo que ahora mismo, en estos tiempos tan
descalabrados en los que vivimos, tenemos multitud de puntos-centro, tantos
como queramos, para que cada cual elija el que le quede más a mano, más
céntrico digamos, según su propia situación, sus circunstancias, sus
necesidades, sus gustos, etc. Cada uno se apea en la estación que mejor le
viene, y cuando pone el pie en el andén se pone a dar alaridos y a darse
golpes de pecho, a lo Tarzán, diciendo que ha descubierto el punto centro de
la red ferroviaria.
Lo malo de poner un punto centro corto de miras es que no te deja ver más
allá. Cuando uno está enamorado, por lo general, se vuelve medio gilipollas,
y cree que todo el mundo gira en torno a su media naranja. Afortunadamente
es pasajero. Es peor cuando uno está enamorado de sí mismo, cosa que nos
pasa en mayor o menor medida a todos, suele durar toda la vida. Entonces
vivimos convencidos de que somos el ombligo del mundo, que todos nos miran y
nos molesta si estornuda un mono sin pedirnos permiso. Lo mismo le pasa a
esta humanidad, perdidamente enferma de narcisismo, convencida de que es el
centro del cosmos, incapaz de concebir que haya otros mundos que le lleguen
a la suela de los zapatos. Hay quien persigue el centro con deseo, como
quien va detrás de la fórmula de la eterna juventud, la pócima contra la
calvicie, la receta de la Coca-Cola, pero nunca lo alcanza. Es el caso de
Aznar, que suspira y suspira por un centro descentrado, que está donde él lo
quiera poner, porque es suyo y porque él manda más que nadie. Y no se le
discuta.
Y hay ejemplos más pintorescos. Por ejemplo, el centro del universo para los
americanos es Bin Laden, esté donde esté, porque sabemos que este hombre no
coge el teléfono cuando Bush lo llama, pero allá donde vaya lleva consigo el
centro del mundo. Y Bush no ve más allá. Persigue su obsesión y tira sus
bombas allá donde le dicen que se esconde. Si le diesen el chivatazo de que
está agazapado en los túneles del metro de Nueva York capaz era de
bombardear la ciudad para hacerlo salir del agujero. Y encima encontraría
una justificación de cara a la opinión pública, y la opinión pública
acabaría por aplaudir su decisión, no lo duden. Y es que su perspectiva del
mundo termina donde empiezan las barbas del moro. Por cierto que Bin Laden
lleva camino de convertirse en un mito a la altura de los grandes, como el
monstruo del Lago Ness, o la Virgen María, que aparece y desaparece, sin que
nadie sepa a ciencia cierta si existe o es producto de la imaginación
popular, igual que el sacamantecas o el hombre del saco y toda esa recua.
Copérnico vino para decirnos que estábamos equivocados, que no todo gira
alrededor de la tierra. También Darwin nos rompió los esquemas al intentar
demostrarnos que somos los primates más evolucionados, pero primates al fin
y al cabo, y no la octava maravilla de la creación por decreto divino.
Alguien tendría que venir a recordarnos que ninguno de nosotros por mucho
que se quiera a sí mismo es el centro de la galaxia. Y por dios, que alguien
le comente a Bush que hay más mundo aparte de Bin Laden, coño, antes de que
nos fría a todos.
Muchas gracias. ∆ |