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EL ARBOL DEL BUHO

 

 

Abre tu boca y besa. Deja que la pasión salga de tu interior, quítate la máscara de la frigidez y muestra al mundo que te rodea que eres capaz de luchar por todo aquello que quieres, que amas, que deseas

 

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EN EL INTERIOR DE TI, MUJER...
POR ELENA G. GOMEZ

Besos, porque en tu interior vive una mujer prisionera que busca la libertad...
La primera vez que besé tus labios, mujer, sentí en ellos la caricia suave y sutil del algodón.
Cuando atravesé tus labios por primera vez sentí el peso de los siglos de silencio, de las palabras que nunca dijiste, de las lágrimas derramadas por la impotencia, por el temor. Palabras que encerraron tu verdad y que escondiste en un mundo, tu mundo, donde sólo tu imaginación existía, donde nadie podía entrar y destruir tu ilusión.
Tienes miedo, lo sé, me lo dicen tus besos tímidos, tienes miedo a entrar en un mundo distinto, un mundo en el que estás sola, un mundo que te exige ser lo que realmente puedes ser.
Porque tú, mujer, puedes ser Todo, y para ello sólo tienes que cerrar los ojos a todo aquello que crees que eres tú, a todo aquello a lo que te aferras por temor, a todo lo que te encadena y te mantiene prisionera.
Dices que no sabes, pero no es verdad, lo que tienes que hacer es muy sencillo, haz todo lo contrario a lo que siempre hiciste. Di sí en todas esas ocasiones a las que siempre dices no. Di no a todo aquello que por temor dices sí.
Abre tu boca y besa, besa de verdad, besa la vida, la libertad. Deja que la pasión salga de tu interior, quítate la máscara de la frigidez y muestra al mundo que te rodea que eres capaz de luchar por todo aquello que quieres, que amas, que deseas.
Rompe tu silencio, no creas que por callar solucionas algo, no creas en aquellos que te dicen que debes soportar en silencio todo, y que tu silencio es sacrificio, y que tu sacrificio permite a otros estar bien. Eso es mentira, mujer, el silencio sólo favorece a los débiles, a los cobardes, a los mentirosos.
No te calles, mujer, porque en tu palabra también está tu fuerza, tu poder, tu control, y en tu silencio sólo creas cadenas que te alejan de tu libertad.
Caricias, porque en tu interior, mujer, estás tú y aún no te conoces...
La primera vez que acaricié tu cuerpo, mujer, sentí tu piel suave, cálida pero a la vez distante.
Cogí tu mano para que recorrieras tu propio cuerpo, y vi tu miedo. Sí, tienes miedo de ti, eres una desconocida, y la mayor parte de las veces tu mayor enemiga. Dices que de ti no te gusta nada. Todo es demasiado grande o pequeño, largo o corto, estrecho o ancho, pero en el fondo, sencillamente, lo que ocurre es que no te amas, y no lo haces porque en realidad siempre se te dijo que eres una "hija de Eva", y como tal, una pecadora, o una inductora al pecado, a la degeneración, a la perversión.
Y con ello, sin ser consciente, creciste y te formaste, o mejor dicho, te deformaste, y en tu deformidad sólo viste fealdad cuando en realidad había belleza. Viste maldad cuando en realidad había plenitud. Y tejiste una cárcel en la que eres prisionera y juez de tus propios actos.
Es difícil, muy difícil, hacerte comprender que no tienes que compararte con nadie, que tienes que buscar dentro de ti quién eres realmente tú, y para ello tienes que mirarte de frente, mirar sin temor y decidir qué quieres ser, cómo quieres vivir.
Y la única forma que tienes para hacerlo, mujer, es entrar en lo más profundo de ti, aprender a vibrar por ti misma sin buscar a algo o alguien donde apoyarte, porque lo que tú eres está escrito dentro de ti y sólo tú puedes realmente descubrirlo.
Al final sólo necesitas valor, valor para poder llegar al mayor placer y también al más intenso dolor.
Luchas, porque en tu interior vive una mujer guerrera que desea ser ella misma.
Durante mucho tiempo te vi luchar, mujer, luchar primero contra todo aquello que ponía en peligro tus creencias, o mejor dicho, lo que tú creías que eran tus creencias aunque en realidad era lo que otros querían que tú creyeras.
Yo te veo llorar y luchar, pero tu lucha está equivocada porque en realidad luchas en contra de ti misma, luchas por poseer, por tener la exclusiva y la propiedad sobre otros, por dominar.
Luchas por aquello que crees que es tuyo, cuando en realidad nada te pertenece.
Pero llegará un día en que te metas en la auténtica lucha y cuando así lo hagas comprenderás que tu único enemigo eres tú, y tendrás que destruir la imagen que de ti formaste, las ideas que alimentaste, las represiones que te impusiste, las limitaciones que te creíste, hasta que seas capaz de construir una nueva mujer dentro de ti. Y lo tendrás que hacer sola, sin que se note, porque ya no querrás que nadie se compadezca de ti, sino que querrás enfrentarte a ti, a tu egoísmo, a tu orgullo, por ti misma.
Y aunque la batalla resulte dura, sentirás el sabor de la victoria, una victoria que te permitirá conocer lo que realmente eres tú.
Risas, porque en tu interior vive una mujer eternamente niña...
La primera vez que te oí reír, mujer, fue tan potente como el estallido de un rayo. Y la risa es el primer signo de que algo está empezando a cambiar dentro de ti. Y con la risa también llega la inteligencia.
Sí, no te sorprendas, será inteligencia porque estarás aprendiendo a reírte de ti, de tus miedos, de tus fantasmas, de todo aquello que habías creado y que en realidad no tenía más poder que aquel que tú le habías dado.
Y al reírte volverás a ser como una niña, y sentirás que no tienes nada que ocultar, porque no hay nada sucio dentro de ti.
Y con la risa comprenderás que durante mucho tiempo viviste engañada, te darás cuenta que creías que tenías que ser única, distinta, misteriosa, cuando en realidad eres igual a las demás, a todas las demás, y cuando así lo comprendas te sentirás libre porque ya no tendrás que fingir, ni tampoco vivir siempre como si se te estuviese examinando, simplemente tendrás que, como una niña, aprender a vivir.
Tocar... porque en tu interior, mujer, siempre vive una madre.
La primera vez que toqué tus pechos, mujer, sentí la fuerza y la sensualidad de la madre naturaleza.
Besar... acariciar... sentir la suavidad de tu pecho, mujer, es sentir la generosidad que hay dentro de ti. Esa generosidad que te permite ser madre, aunque no tengas ningún hijo, porque tú, mujer, estás creada para ser capaz de amar, porque sabes meterte dentro de la piel de los demás y abrir una puerta donde todos antes habían cerrado el paso, porque tu palabra, mujer, es generosidad.
Y así está naciendo una nueva mujer, una mujer que sabe desnudarse ante sí misma y mirar sin complejos su cuerpo y su mente.
Una mujer que, independientemente de sus años, es una niña dentro de sí, y como tal es capaz de reír, de soñar, de descubrir algo nuevo todos los días.
Una mujer que está dentro de ti esperando que le abras la puerta para nacer... ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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