Filósofo a pie de calle, investigador privado, bailarín
en el mundo de las ideas, seductor seducido por la inteligencia, guía en
la selva del lenguaje, crítico social, éstas son sólo algunas facetas que
hemos descubierto hablando con José Antonio Marina. De su mano echaremos
una ojeada a la vida.
"La inteligencia creadora es una
cualidad inherente al hombre que surge como resultado de liberarse de
muchas cosas, concretamente de la rutina"
"En España la sociedad está
adoptando una postura de pasividad excesiva, sometiéndose con demasiada
facilidad a las modas"
"La inteligencia no tiene como
objetivo adquirir conocimiento, sino dirigir actividades, comportamientos" |
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Texto: Mariló Hidalgo /
Fotos: NAN
Vive
rodeado de árboles, plantas y flores, dispuestos con un exquisito gusto
alrededor de un chalecito próximo a Madrid. Hoy es una zona de lujo, pero cuando
él llegó allí "sólo había maleza, culebras y conejos que te invadían
continuamente". Con una sonrisa y un apretón de manos nos recibe José Antonio
Marina: filósofo, escritor, profesor de instituto, conferenciante... ¡Ah! y un
maravilloso horticultor.
Posee un cierto aire austero que al principio parece encajar con el prototipo de
profesor de antaño. Pronto, esa imagen se desvanece y aparece un Marina
asequible, profundo, didáctico, con el que dialogar se convierte en un placer.
Un placer que el público disfruta hace tiempo, ya que sus libros -siempre
publicados en edición de bolsillo- se agotan en las librerías.
Con Teoría de la inteligencia creadora, Etica para náufragos, El misterio de
la voluntad perdida, La selva del lenguaje, Diccionario de los sentimientos,
o el último, Dictamen sobre Dios -todos ellos editados por Anagrama-,
Marina ha conseguido romper los corsés académicos y acercar al gran público una
forma diferente de entender la vida.
-Es extraño encontrar a un investigador como usted impartiendo clases en
un instituto de un pueblo de la Sierra madrileña...
-A mí la Universidad no me interesó nunca. En cambio, siempre me apasionó la
educación. Primero saqué mi cátedra de bachillerato y luego, como quería
investigar, en vez de buscar como fuente de financiación a la Universidad -que
me parece fatal porque al final el investigador acaba desdeñando a los alumnos
por regla general-, me puse a cultivar plantas. Así financié mis investigaciones
durante un montón de años. Preferí ser horticultor a universitario.
Un bailarín en el mundo de las ideas. "Yo
estudié filosofía porque cuando era adolescente lo que más me gustaba era el
baile. Te preguntarás qué tiene que ver una cosa con la otra... Crear es hacer
que una cosa valiosa que antes no existía, exista. Y este sentimiento lo he
tenido siempre. Entonces como no tenía ni idea de lo que había que hacer para
ser director de una compañía de baile, pensé en estudiar algo que tuviera que
ver con el arte. En aquellos momentos filosofía y arte estaban juntas, así que
ahí empecé. Durante esos años de estudio descubrí una cosa. Que lo que a mí
realmente me gustaba del baile era la capacidad que tienen estos artistas de
transfigurar el esfuerzo en gracia. Cuando les ves haciendo ejercicio en las
barras es un espectáculo penoso. Pero luego, cuando salen a bailar, parece que
son ingrávidos. Ese esfuerzo me atraía y vi que se podía aplicar a muchas otras
cosas. Utilizar la inteligencia, pensar, luego bajar al ruedo, podérselo
explicar a otra inteligencia... es un espectáculo de ovación muy parecido al de
la danza".
Filósofo a pie de calle. "Yo creo que la filosofía es un servicio público.
Entonces los que tenemos la suerte de dedicarnos a la investigación lo que
debemos hacer es salir a la calle a ver qué es lo que le preocupa a la gente.
Porque sus grandes preocupaciones son temas filosóficos: ¿qué hago con mi vida?
¿cómo educo a mis hijos? ¿qué es injusto? ¿qué hacemos con los inmigrantes? ¿el
aborto? ¿Dios? Es ahí donde el filósofo debe volverse a estudiar y cuando lo ha
hecho, bajar a la calle y explicárselo a la gente. Me parece una equivocación
escribir para filósofos, porque todo queda en casa. En cambio cuando se lo tengo
que explicar a mis alumnos de bachillerato -a quienes no interesa nada el
asunto-, tengo que apelar a la astucia para captar su atención. Al final acaban
enganchando".
-Nos ha hecho viajar con sus libros a través del ingenio, la voluntad, la
inteligencia, el lenguaje, los sentimientos, la religión... ¿Qué le ha aportado
este recorrido?
-Cuando empiezo a escribir un libro nunca sé cómo va a terminar. En ese
sentido soy un investigador con todas las consecuencias. Cada libro me descubre
un montón de cosas que ni sospechaba cuando empecé a escribirlo. Si tuviese que
resumir ese periplo lo haría en tres cosas: nuestro gran recurso es la
inteligencia; la gran inteligencia es creadora e inventiva; y por último, los
dos grandes enemigos de la inteligencia son la pereza y la maldad. Cuestión esta
última un poco extraña, ya que la maldad parece tener un prestigio intelectual
que no se merece. La forma más inteligente de ser inteligente es la bondad.
Aunque se diga -es una de las grandes estupideces de nuestro tiempo- que el
bueno es tonto. Si las personas buenas pusieran un poco más de energía en
eliminar a los malos que son unos gorrones -se aprovechan de cosas que no se
merecen-, se instauraría una especie de socialismo de las oportunidades.
Investigador privado."Si tuviera que poner
algo en mi tarjeta pondría investigador privado, un investigador del
pensamiento. Bajo esta perspectiva escribo mis libros. Primero estudio las cosas
con todo rigor, pero a la hora de escribirlo utilizo todos los recursos de la
literatura, especialmente de la poesía, pero también de las novelas policiales.
Así que cuando mezclo investigación, poesía y novela policiaca, sale algo
realmente sorprendente que gusta a la gente. Me esfuerzo para que el lector lo
pase bien leyendo el libro y a la vez aprenda cosas. Mira, una de las
obligaciones de un escritor de ensayos es animar al lector a pasar la página
siguiente. Por ello me pongo muchas veces en su lugar, y a veces digo: si fuera
lector estaría un poco harto. Así que suavizo un poco el tema y le doy un
mensaje de esperanza del futuro del libro. Me lo paso en grande escribiendo. La
imagen del filósofo triste o del investigador agobiado me parece un timo".
-Al hablar de su experiencia literaria e investigadora ha citado a la
inteligencia como su mayor descubrimiento.
-Sí. La inteligencia no tiene como objetivo -como erróneamente se piensa-
adquirir conocimiento, sino dirigir actividades, comportamientos. Tiene como
función primordial la acción. Y como meta, la felicidad personal y la
convivencia justa.
Seducido por la inteligencia creadora.
"Desde el principio de los tiempos, en todas las culturas aparecen una serie de
creaciones que parece que son inherentes a la condición humana: lenguaje, arte,
religiones, y una tendencia muy marcada del propio hombre de no estar contento
con lo que hace, lo que le impulsa a seguir creando cosas nuevas, inventando y
modificando. La inteligencia creadora es una cualidad inherente al hombre que
surge como resultado de liberarse de muchas cosas, concretamente de la rutina.
Es esforzarse para ir más allá de lo previsible. La creación es la punta de
lanza de la inteligencia y una especie de competición contra uno mismo para
llegar donde nunca antes ha llegado".
-"La libertad más que un destino es una posibilidad", ha dicho usted. ¿Por
qué?
-Yo haría algunas puntualizaciones. Me gusta más hablar de liberación que de
libertad. Considero que esta palabra en sentido abstracto tiene mucha fuerza
retórica pero muy poco contenido científico.
¿Libertad o liberación? "Todos nacemos
sometidos, en una situación de sumisión. Crecemos dentro de un sistema que nos
está imponiendo cosas. A partir de ahí, lo más que podemos hacer es liberarnos
de cosas. El niño tiene que empezar a liberarse, unas veces de las limitaciones
que tiene mediante el aprendizaje, otras del miedo, de la relación, de la
dependencia de su familia, de la influencia de los medios, de la influencia
política o de un régimen dictatorial. No todo el mundo tiene la misma libertad,
sino aquella que va consiguiendo como resultado de sus liberaciones. Por otro
lado hay que tener en cuenta que existe mucha gente que tiene miedo a la
libertad, no quiere comprometerse y prefiere seguir la rutina, hacer lo que
hacen todos los demás. Posiblemente sea una de las explicaciones de por qué la
gente se implicó en regímenes dictatoriales. Cuando se tiene miedo no se quiere
libertad, se quiere seguridad".
El poder de la palabra. "Necesitamos la
palabra por dos razones. Primero porque nuestra inteligencia es estructuralmente
lingüística, no podríamos funcionar sin la palabra. Con ella manejamos nuestra
memoria, dirigimos nuestra acción, nos hablamos a nosotros mismos y
reflexionamos sobre las cosas. En segundo lugar porque nuestro hábitat ecológico
es lingüístico. Además de preocuparnos de las impurezas del aire y del agua,
deberíamos ocuparnos también de que no existiesen impurezas en el lenguaje,
porque ello imposibilita el entendimiento y la comunicación, ambas cosas
indispensables para la supervivencia del ser humano. Si no se parte de ahí, se
llega a los malos entendidos e incluso a la violencia".
-¿Ésta es una de las razones por las que es imposible asistir a lo que
debería ser un auténtico debate parlamentario?
-Se debate muy mal, ya que se cree que debatir es decir cada uno su opinión.
Debatir tiene tres fases: escuchar los argumentos del contrario; dar los
propios, y por último, estar dispuesto a rendirse ante el mejor argumento. El
día que esto ocurra en el Parlamento se habrá dado una prueba de gran dignidad
ética, pero nadie se atreve a hacerlo.
Crítico social. "En España la sociedad está
adoptando una postura de pasividad excesiva, sometiéndose con demasiada
facilidad a las modas: la del botellón, la de las drogas, la de "Operación
Triunfo". Todo el mundo está respondiendo de la misma manera a un mismo estímulo
y esa vulnerabilidad es peligrosa. Eso denota con qué facilidad se pierde la
capacidad de reflexión y se deja uno influir, no por los argumentos, sino por
las consignas. Hay que liberarse de los movimientos ciegos, para eso tenemos el
razonamiento y la capacidad de análisis. Si nos manejamos entre frases ínfimas o
consignas emocionales, estamos abdicando de una parte importante de nuestra
libertad, que es la libertad de pensar".
-En las conclusiones finales de "Dictamen sobre Dios" habla de un Dios del
que habría que predicar más las propiedades de la realidad en la que se mueve,
que otras cosas de las que se empeñan en hablar las religiones. "Es pues un Dios
profano, -argumenta- que manifiesta su realidad en un universo material abierto,
dinámico, evolutivo, creador, vivo y consciente". Concluye que "es precisamente,
en la conciencia del ser humano donde se hace presente la dimensión divina de la
realidad". ¿A qué nos conduce todo esto?
-Este es uno de los temas que más preocupan a la gente de hoy,
aunque ninguna religión haya sentido gran interés por elaborar una demostración
de la existencia de Dios.
No obstante, han sido precisamente las religiones las que se han encargado de
proponer distintas versiones a la ciencia divina, fuera del ámbito de la propia
ciencia y de la filosofía. ¿Cuál sería la postura inteligente frente a las
religiones? En este momento creo que se puede ser religioso inteligentemente y
también estúpidamente. Es inteligente acceder a la religión desde la ética, no
desde la credulidad. Por ello para que sean aceptables las religiones, deben
recuperar su pureza inicial y convertirse en religiones éticas que se preocupen
más por divinizar lo real que evadirse "divinamente" de ello. Yo creo que el ser
capaz de "pensar" la idea de Dios huyendo de simplezas, amplía la naturaleza
humana. ∆ |