EL FRACASO DE LA ESPAÑA POLICIAL
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Crear un Estado policial no
soluciona las carencias educativas, y a la larga, todos viviremos la
represión, que al fin y al cabo es lo que pretende cualquier
gobierno de derechas. |
Gobierno de derechas es igual a
represión. La mentalidad de este tipo de gobernantes asocia el orden con la
porra, la seguridad con el castigo. Posiblemente sea una consecuencia de su
encendido catolicismo, donde se adora la imagen de un "dios" intransigente,
casi militar, que se preocupa más por condenar que por comprender las
razones de los pecadores.
Así, derechas, iglesia, mentalidad castrense, forman un trío de sotas que
manejan con sumo placer la política de la represión, la filosofía del miedo,
la libertad condicionada.
Pero los tiempos cambian. Las nuevas generaciones no conocieron al
Generalísimo, ni falta que les hace, y no asimilan muy bien eso de "la letra
con sangre entra", más bien viven ya un concepto diferente de los derechos y
libertades del ciudadano, y aunque no están siendo orientados en el correcto
uso de esas libertades, siendo pasto fácil de las multinacionales del
consumismo adolescente, el proceso es irreversible, y los fracasados
intentos de los descendientes del Caudillo por reprimir y encauzar a los
jóvenes de la España del siglo XXI, sólo hacen alentar aún más las luchas
por las libertades o, simplemente, el tomarse esas libertades porque sí.
Es significativo que el plan policial más ambicioso del gobierno Aznar esté
fracasando en todas las grandes ciudades.
Los delitos que se pretendían erradicar del suelo patrio, transmitiendo a
los ciudadanos una seguridad inexistente, no sólo no han desaparecido sino
que han aumentado por encima del diez por ciento.
Y ahora quieren echar la culpa del fracaso a la inmigración, como si fuera
tan sencillo, independientemente de que con ello pueden crear en España un
ambiente xenófobo que puede, de rebote, traer aún más problemas y más
delitos.
Pero en realidad el problema radica en lo antes expuesto, en la estrechez
mental de unos políticos que quieren monopolizar el uso de las libertades y
encajonarlas en unos parámetros obsoletos que para nada encajan con la
realidad que se vive en la calle.
El problema de cualquier político siempre ha sido el mismo, subirse a la
poltrona del poder y alejarse de la realidad cotidiana. Entonces se trata de
aplicar, desde la teoría enmoquetada de los despachos, medidas que
hipotéticamente tienen que funcionar, pero olvidándose de qué piensa la
calle, qué necesita la calle, qué opina la calle.
La política represiva ya no funciona. No se trata tanto de aumentar la
policía como de educar correctamente, de desarrollar una sensibilidad hacia
la problemática de una juventud carente de valores, de ilusiones, de futuro.
Si se pretende disminuir la delincuencia, profundicemos en los orígenes de
la delincuencia, en los motivos por los que esos jóvenes delinquen.
La imagen prepotente, corrupta, ricachona, de los políticos, choca
frontalmente con la de jóvenes sin empleo, sin recursos, y con toda la
inquietud y las necesidades que a esas edades son difícilmente controlables.
El fracaso de la política contra la delincuencia en España, es un síntoma
claro de lo que está pasando en este país con la presencia cada vez más
alarmante de los valores fascistas, porque el fascismo permanece agazapado
esperando el momento en que el empacho de poder de los gobernantes le abra
camino.
Y la disculpa, o la culpa, que se intenta achacar a los extranjeros, aunque
fuera cierta tampoco sería válida, porque el Gobierno está obligado a
regular la entrada de inmigrantes y a controlar si tienen o no trabajo,
porque de no ser así el país se llenaría de hambrientos que son una bomba de
relojería.
En cualquier caso, el fracaso es estrepitoso, y el ciudadano español debería
reflexionar sobre ello, no dejar que lo hagan sólo los políticos, porque
crear un Estado policial no soluciona las carencias educativas, y a la
larga, todos viviremos la represión, que al fin y al cabo es lo que pretende
cualquier gobierno de derechas.
Estamos en el siglo XXI, cualquier intento de volver atrás es imposible.
Afortunadamente eso es así y, cada vez más, los ciudadanos van asumiendo su
papel de protagonistas y de pueblo soberano. Aunque aún falta mucho por
hacer./ MC |