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EL ARBOL DEL BUHO

 

 

En el fondo un átomo, una semilla, un espermatozoide y un pensamiento son la misma cosa: el principio de una nueva vida.

 

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HISTORIA DE UNA SEMILLA
POR ELENA G. GOMEZ

Soy muy pequeña, redondita, y mi piel es un poco oscura. Algunos dicen que soy fea pero eso es porque no saben que cuando crezca seré muy hermosa. Hace ya algunos días que dejé la bolsa, y tengo que confesar que siento un poco de añoranza, porque allí estaban mis hermanas y amigas. Ahora estoy aquí sola, encerrada en un mundo muy oscuro, hay mucho silencio y me siento muy inquieta, muy, como diría, impaciente, porque empieza mi vida y tengo muchas cosas que descubrir. Me hago muchas preguntas, ¿cómo seré? ¿qué color tendré? ¿les gustaré?, pero tengo que esperar aún mucho tiempo para poder encontrar las respuestas.
Hace un momento os decía que era redondita, ¿verdad?, pues ya no, están ocurriendo cosas en mí de una forma muy rápida, ahora me han salido unos pelillos, nada de importancia, no os asustéis, aún no soy la semilla barbuda de circo, y se están enroscando por todos los lados. Son blancos y crecen con gran rapidez, la verdad es que es una sensación muy agradable porque me hacen sentir muy segura. Hace frío y aunque se está mejor en esta tierra que en la bolsa, me siento muy extraña. Poco a poco noto como todo mi cuerpo se está estirando. Estoy creciendo por todos los lados, ahora ya no sólo tengo pelillos también está saliendo una cosa larga y verde, muy parecida a un cuello que crece y crece. Las cosas se están complicando un poco, aquí hay un problema, como diría yo, de espacio, o mi cuerpo es muy grande o este trozo de tierra es muy pequeño. Por eso llegó un momento en que me sentí realmente asfixiada, y empecé a luchar y a gritar... ¿Hay alguien más? ¿Hay algún alma caritativa que me ayude a quitarme este peso de encima?, pero nadie me respondió. Definitivamente estaba sola. Una y otra vez me repito que tengo fuerza, que no hay problema. Cada día empujo y empujo la tierra un poco más, y desde hace unos días me parece que percibo una luz pequeña y difusa, como si fuera una voz que me llama y que me anima a seguir empujando. Pero ¿hacia dónde voy? ¿Qué es esa luz?
Nadie se puede imaginar lo duro que es salir, ¿les pasará igual a todas las semillas?, pero no me desanimo y sigo repitiéndome que tengo mucha fuerza. Sí, la fuerza me acompaña.
Por fin un día se produjo el milagro y salí. De repente todo se volvió suave y sencillo, la carga y la oscuridad desaparecieron, y entonces comprendí que ya nunca más tendría que soportar ninguna prisión, ¡al fin era libre!
Y un mundo nuevo se abrió delante de mí, un mundo lleno de calor, de color, de movimiento. Todo lo que había vivido hasta ahora era una mínima parte de lo que aún quedaba por vivir. ¡Y pensar que hubo un momento en que dudé de que existiera otra forma de vida fuera de ser semilla, y que incluso tuve miedo de la luz que me llamaba! Pero todo eso ahora ya no importa, ahora sé que la lucha mereció la pena, que el esfuerzo tuvo su recompensa.
Y estaba yo observando todo aquel apasionante mundo cuando de pronto me estremecí, sentí algo muy suave y conocido, algo que estaba guardado en lo más profundo de mi recuerdo, era la Voz. La Voz que había escuchado cuando aún apenas existía, cuando vivía en la bolsa. Y esa Voz volvió a hablarme y lo hizo llena de amor. Entonces la vi por primera vez y sentí el contacto de sus manos, y con mucho cuidado me sacó de la tierra y me colocó en otro lugar. Un lugar en el que había muchas flores mayores y con las que pronto establecí amistad.
Junto a ellas crecí y fueron ellas las que me enseñaron todo lo que ahora sé.
Me explicaron que aquella voz era nuestra madre, que nos cuidaba, que se preocupaba por nosotras y que se sentía muy contenta si nosotras estábamos bien. Pero ella, nuestra madre, a pesar de ser más grande y poderosa que nosotros aún tenía muchas cosas que aprender, porque ella aún no sabía que era como nosotras, que era en realidad una semilla aunque de otro jardín. El jardín de los humanos.
Entonces me sentí muy triste por los humanos y pregunté a mis hermanas: "¿y cómo pueden vivir sin saber que son semillas?".
Ellas me dijeron que no debía preocuparme porque algún día ellos aprenderían a escuchar a todas las vidas pequeñas que los rodeaban y entonces comprenderían los patrones que sigue la creación, y que éstos son los mismos en un hombre, en una semilla, o en un pensamiento. Porque en realidad cada uno de ellos es el fruto de una semilla (espermatozoide) sembrado en una tierra (ovario) que le acogió.
Pero, como sucede en la semilla, para que esta salga y dé lugar a una nueva flor necesita unas condiciones determinadas, necesita que sea la época del año adecuado, que el calor, la humedad, etc. sean las correctas, igual, exactamente igual sucede para que surja un humano.
Fueron ellas, mis hermanas, las que también me enseñaron que la madurez de una semilla no es ser flor, sino que ésta llega cuando la flor está llena de semillas, así como la madurez de los humanos llega cuando descubren su capacidad de pensar, porque cada uno de los pensamientos son en realidad semillas cargadas, potencialmente, de una nueva vida.
Y por la misma relación, si existe una semilla distinta y específica para cada planta, también existe una idea o un pensamiento para cada cosa.
Por eso los humanos tienen que comprender que cuando plantan margaritas utilizan semillas de margaritas, y siguiendo la misma lógica, si en sus vidas siembran positividad, recogerán positividad, si siembran temor, recogerán temor, si siembran limitación, recogerán limitación. Así de sencillo.
Pero aún hay más. Ellos tienen que comprender que si uno compra las semillas siempre dependerá de otros para tener resultados. Por eso hay tantos humanos que se sienten vacíos por dentro, porque se pasan la vida utilizando semillas de otros humanos sin saber que ellos también poseen las suyas propias.
El humano tiene que descubrir que hay muchos mundos dentro de este mundo, hay muchos mundos para explorar y conocer, para crear, pero, sobre todo, para aprender.
Y la lección que ahora le toca al ser humano está en la mente, en aprender a utilizar la mente, y por tanto, a sembrar las semillas que en ella hay: los pensamientos.
Y para ello tendrá que cambiar muchas formas que ahora le impiden entrar en la mente, y tendrá que aprender a vivir mucho más sereno, y sobre todo a observar.
Porque en el fondo un átomo, una semilla, un espermatozoide y un pensamiento son la misma cosa: el principio de una nueva vida.
De cada uno depende si quiere tener una vida fértil o estéril.∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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