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EL ALEPH

 

Estamos solos, pero no por ello debemos asustarnos, pues eso nos ofrece otro magnífico don, el de la libertad. Somos, por tanto, libres y efímeros, y eso supone poseer valores esenciales e irrenunciables por los que debemos sentirnos felices.

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EL INEQUIVOCO CAMINO DEL AMOR
POR JOSE ROMERO SEGUIN

Soy feliz porque no soy eterno. Lo efímero nos ennoblece, nos hace singulares y esencialmente posibles. Es decir, nos permite ser con cierta coherencia, para mayor gloria de la tierra y de los demás hombres.
Si fuésemos eternos, no seríamos sino sujetos pasivos, meros testigos de la cambiante realidad, nunca activos constructores de la misma. Perderíamos, por tanto, el rango de singulares e irrepetibles y nos convertiríamos en plurales y repetidos.
La urgencia por actuar nos lleva a menudo al error, es cierto, pero no lo es menos que la certeza de que vas a tener todo el tiempo del mundo para hacerlo, a la pasividad más absoluta. Y lo que es peor, a constituirnos pese a lo que pueda parecer en pesados lastres en todos los ordenes de la vida. Porque seríamos siempre la sombra de ayer en la luz del hoy. Cada hombre tiene aquí y ahora su oportunidad de ser, y, tiene, por tanto, el deber de actuar sobre esta realidad.
Y es que la evolución, como la revolución, nace bajo el sello indeleble de la premura, y dentro del mágico círculo de la constante renovación. No hay por ello proceso evolutivo que sirva a la eternidad, ni eternidad que lo soporte, como tampoco hay revolución por más cultural y bien intencionada que sea que no termine siendo obsoleta, retrógrada, fanática y fascista.
Estamos solos, pero no por ello debemos asustarnos, pues eso nos ofrece otro magnífico don, el de la libertad. Somos, por tanto, libres y efímeros, y eso supone poseer valores esenciales e irrenunciables por los que debemos sentirnos felices.
Digo esto, porque quiero decir sin ofender, que tal como el hombre es sana y hermosamente efímero y goza de la dignidad del libre albedrío, así debe ser también todo el bagaje cultural, de costumbres, creencias y tradiciones que nos acompañan.
Es decir, que no hay necesidad de mantener aquello que trae consigo el tiempo, ni el designio divino, ni otras gaitas por muy bien templadas que estén.
Sirvan de ejemplo esta pequeña muestra de despropósitos eternizados. Tiró un hombre una piedra a la cabeza de una mujer adúltera y lo creyó justo, y tiró piedras a las adúlteras por el resto de los días. Inventó el hombre una lengua distinta a todas las lenguas y comprobó que los demás no lo entendían, y vio que eso era bueno, y tuvo lengua pero no entendimiento para el resto de los días. Desenterró el hombre la rabia de la patria y la levantó contra sus vecinos, y vio que estos corrían, y los corrió patria en mano por el resto de los días. Secuestró el hombre a la mujer y vio que era bueno, y se olvidó de exigir el rescate, y fue la mujer su rehén por el resto de los días.
Dispuso la mujer un espacio de neutralidad en forma de laberinto, del que sólo ella conocía la salida, y condujo hasta él al hombre, y vio que era bueno, y tuvo el carcelero cárcel por el resto de sus días.
Inventó el hombre dioses a su imagen y semejanza, y vio que eran buenos, e impuso sus dioses por el resto de los días.
Esclavizó el hombre al hombre y vio que era bueno, e hizo esclavos a todos cuantos pudo por el resto de los días.
Soñó el hombre con la eternidad y vio que era buena, y se puso como reto el encontrarla e imponerla para desconsuelo del resto de los días.
Eternos, ¡un horror! Libres y efímeros, ¡una bendición! Siempre claro está que sea también efímero todo cuanto creamos. No establezco para ello plazos, pero si advierto, que la cultura, la tradición y las costumbres también caducan, también exigen ser relevadas, revisadas, renovadas para ser útiles a la sociedad a la que sirven.
Pero para ello debemos entender que no son ellas sino meros instrumentos a nuestro servicio y no a la inversa. Y que no podemos ni soñar con eternizar los pensamientos, sino la necesidad de pensar.
La cultura no debe ser lastre, sino el viento que nos eleva, cuando es lo primero, hay que arrojarla sin dudar por la borda.
Hay a mi juicio un camino inequívoco para encontrar el hilo que cortar a la hora de deshacernos del lastre, el del amor. Si lo seguimos, no me cabe la menor duda que avanzaremos en los derechos humanos, en la tolerancia, en la solidaridad desde un sentimiento de igualdad, en todos esos dones que a lo largo de los siglos pugnan por permanecer, por ser faro y guía que nos muestra los despiadados escollos de esa costa a donde nos lleva la ambición, el odio y la violencia.
Aquello que no respeta al ser humano, no debe ser respetado, aquello que no lo ama, no debe ser amado, aquello que lo rechaza, debe ser rechazado. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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