"QUIEN ROBA A UN LADRÓN... "
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No es
entendible ni asimilable que la Iglesia disponga de tanto dinero
como para especular en la Bolsa cuando se pasan la vida quejándose,
cuando se supone que lo suyo es el voto de pobreza.
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Hay negocios que sólo prosperan sobre el fango de la ignorancia, o
sobre el estiércol de la usura, o sobre la tierra viciada del egoísmo.
Hay avispados que roban a los infelices, engañan a los cautos o se
aprovechan de los bienintencionados.
Pero cuando se sisan entre ellos, cuando el caco más listo le roba la
cartera al caco más confiado, cuando todo se reduce a un movimiento de
fondos, a un trasvase entre cuentas fantasmas, entonces la cosa cambia,
porque lo que está en juego no es el delito en sí, sino la dignidad de
los afrentados, el orgullo, y, muchas veces, el dejar al descubierto
fondillos extraños que delatan bienes no declarados, fortunas ocultas y
ocultadas con intención por su dudosa procedencia.
Hace
años, unos avispados profesionales desvalijaron las cajas de seguridad de
un importante banco en una ciudad de la costa levantina. Nadie reclamó
nada. Nunca se supo a cuanto ascendió lo birlado. ¿Por qué?
sencillamente porque nadie lo sabía, ni los directores del Banco, sólo
los clientes.
En las cajas de seguridad de los Bancos entran maletines llenos y salen
vacíos. ¿Qué llevan dentro? Nadie lo sabe.
Pero ocurre que a veces algo sale mal y se destapa el cotarro.
Ahora le toca a Gescartera. Y aunque somos todos conscientes que nunca
se sabrá la magnitud del escándalo, pues esta democracia a la española
tiene de diferente respecto a la americana que aquí se tapa todo, allí
se saca todo a la luz, sí en cambio hay ya suficiente porquería a la
vista como para sacar conclusiones, que aunque no son nuevas, sí son
importantes, o al menos deben sonar.
Por ejemplo. La Iglesia ha sufrido en propias carnes la extirpación
de, al menos, 2.500 millones de pesetas. Varias diócesis, varias órdenes
religiosas, alguna ONG dirigida por la Conferencia Episcopal, en fin,
todas ellas confiaron sus "ahorros" al diablo, y nunca mejor
dicho.
Lo que no es entendible ni asimilable es el hecho de que la Iglesia
disponga de tanto dinero como para especular en la Bolsa cuando se pasan
la vida quejándose, cuando se supone que lo suyo es el voto de pobreza,
cuando tanta gente necesita ayuda y ellos, como cristianos que son,
deberían predicar con el ejemplo.
Pero, claro, todo esto es pura teoría. La realidad es que la Iglesia
es una empresa que vende servicios, pasaportes para el cielo, indulgencias
especiales, entierros, bodas, bautizos, primeras comuniones, etc.
Todos esos servicios no es que sirvan para nada, pero antes de
venderlos se aseguraron de que el personal creyera en su utilidad, es
más, hicieron la campaña de publicidad basándose en el miedo, en la
coacción, en la falsificación de hechos históricos, como la vida y
enseñanzas de Jesús, y gracias a ello consiguieron una clientela
acojonada que se cree de verdad que la entrada al cielo está en el
Vaticano y que el paraíso es la exaltación de la castidad.
Y así, consiguen que sus adeptos paguen por dichos servicios,
acumulando bienes, fortunas y cuentas bancarias donadas a cambio de una
promesa de salvación eterna.
Pero la realidad es que todo ello es falso, mentira, boicot a la
inteligencia, tomadura de pelo al sentido común.
Prueba evidente es que el cielo no les protege, no les reconoce como
intermediarios. Les ignora.
Por ello, ellos acuden al diablo para invertir sus dineros negros, pero
el diablo ya sabemos que no es de fiar, y menos en asuntos de dinero.
Gescartera no es que sea el diablo, no, pero sí tiene que ver con sus
negocios, con sus trampas, con sus manejos inteligentes a costa de los
tontos y de los demasiado confiados.
Es un asunto entre cacos, cacos de postín, cacos espirituales, cacos
ocultos en la sombra.
Y como siempre sucede, hay por el medio, pillados en el fango,
inocentes ciudadanos que aún creen en la honestidad y lo pagan caro.
Al margen de ellos, los ladrones juegan al Monopoly, a ver quien tiene
más, a ver quien compra más, a ver quien roba más.
Es un juego muy divertido, porque todos pierden./
MC
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