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TIEMPOS DE CAMBIO
N unca como ahora el hombre estuvo tan
perdido. Nunca, en la historia de la humanidad, el ser humano se encontró en
unos momentos de cambio tan trascendentales, tan definitivos.
Nada sirve, el modelo de sociedad, el modelo de individuo, los valores
tradicionales, las ilusiones, todo ello se convulsiona agitado desde dentro
por su misma irracionalidad, por su absoluto sinsentido, y desde fuera por
las consecuencias irreversibles del egoísmo del hombre y su falta de respeto
a la vida.
El hombre de principios del siglo XXI, ha vivido su infancia, su
adolescencia, y ahora está entrando en su madurez. Pero no ha aprovechado
las etapas anteriores, no ha asimilado las enseñanzas, no ha sacado
conclusiones que ahora le pondrían en el camino correcto, enfocando su mente
hacia el Cosmos y envolviendo con su corazón a todo y a todos. Porque
precisamente una de las eternas y más repetidas asignaturas, aún pendiente,
es la de la Unidad. La comprensión de que este planeta es un Todo que se
mueve en un Todo mayor, y que engloba en sí mismo a todas las criaturas como
partes de este Todo, facilitaría mucho el camino actual y el futuro.
Pero la separatividad, promovida desde los poderes político, económico y
religioso, hace del hombre un enemigo del hombre, disputándose a través del
tiempo el espacio y su dominio.
Y es precisamente esa continua ansia de poseer, esa necesidad ciega de
dominio sobre los demás, lo que ha conducido a que el ser humano esté
perdido y desorientado, porque ese camino es siempre en círculo cerrado, no
tiene salidas, no ofrece alternativas.
Quien mata, muere. Quien roba, es robado. Quien acusa, es acusado. Y el
hombre, desde su inconsciencia, sólo se para a hacerse preguntas cuando el
boomerang le golpea a él, no cuando lo lanza. El hombre reacciona por los
efectos, pero no va a las causas que producen esos efectos. Es más, muchas,
muchas veces, señala como culpables a los demás de lo que a él le ocurre,
sin comprender que existe una Ley Superior que regula todos nuestros actos e
incluso nuestros pensamientos y da a cada uno según lo que haya sembrado
previamente.
Pero, se ha ignorado tanto al mensajero, se han manipulado tanto las
palabras reveladoras del verdadero camino, que ahora no queda nada, tan sólo
confusión, dudas, miedo y soledad.
El hombre-niño ha roto sus juguetes en vez de aprender con ellos.
El hombre-adolescente ha malinterpretado la energía que en él se ha
despertado y ha abusado de ella.
El hombre-maduro, ahora, está roto y cansado, perdido y confundido, incapaz
de distinguir el camino de salida de una situación que él mismo ha creado y
que le está destruyendo.
Pero, a pesar de todo, la puerta sigue ahí, abierta para todos, oculta en
medio de la niebla, del humo, de la destrucción.
Los tiempos se manifiestan por sí solos. Las profecías se cumplen. Todo lo
anunciado se expresará.
Quien quiera ver, podrá ver. Pero para ello hay que quitarse los velos de la
cara, hay que detenerse y usar la razón, no el razonamiento. Hay que saber
observar y leer entre líneas, porque los acontecimientos son como las
páginas de un libro, se suceden los unos a los otros y conducen
inexorablemente hacia la última página.
Quien sea inteligente verá que no son tiempos de lamentaciones, sino de
conclusiones frías y de cambios drásticos.
Quien sea humilde comprenderá que todo es para aprender lecciones, para
reconocer los fallos cometidos, para enmendar el camino.
Quien no sea sordo oirá en el viento el mensaje de destrucción de lo que no
sirve ya.
Quien no sea ciego verá, entre lo viejo e inútil, el nacimiento de lo nuevo,
de las semillas del futuro, de una nueva raza, de un hombre nuevo, de una
nueva mente.
Pero nada será igual. Todo se vendrá abajo. Todo cambiará.
Son tiempos de esperanza para los que comprenden. Son tiempos terribles para
los que viven aferrados a la materia. Son tiempos de dolor para los que
nunca amaron. Son tiempos de hundimiento para los que creyeron en un "dios"
falso, inventado y sostenido por los oscuros vestidos de oscuro, por los que
niegan la evolución, la libertad, la vida misma.
Son tiempos de mirar hacia el cielo esperando ver la imagen del nuevo Sol
que dirá a todos que el pasado ya no existe, que el futuro está aquí, que la
luz ha vencido.
Es el tiempo del Hombre Nuevo. ∆ |
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