Las dictaduras que arrasaron hispanoamérica durante décadas
germinaron en viveros americanos, regadas y abonadas por instructores
militares yanquis. |
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JUSTICIA INFINITA
POR CAROLINA FERNANDEZ
C uando me disponía a escribir estas
líneas, el gobierno americano envía ya tropas al Golfo Pérsico, preparando
un ataque que es posible que cuando esto salga a la luz ya se haya
producido. Como los americanos llevan el espíritu de Hollywood en la sangre
y son muy aficionados a las manifestaciones grandilocuentes han llamado en
un principio a la operación "Justicia infinita". Quieren hablar en términos
de justicia. En fin.
Este texto que reproduzco pertenece a un informe de la Asociación
Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear. Trata
sobre el bombardeo a que fue sometido Irak, cuando era presidente George
Bush, padre, hace diez años:
"En los primeros 19 días de guerra, el tonelaje de bombas arrojadas sobre
Irak fue tres veces el utilizado durante toda la Segunda Guerra Mundial. El
volumen de bombas lanzado sobre Irak duplicó al de la guerra de Vietnam y
triplicó al de la guerra de Corea. La mayoría de esas bombas fueron mucho
menos discriminatorias de lo que los medios de comunicación civiles y
militares señalaron como "golpes quirúrgicos". Alrededor de 90.000 toneladas
de explosivos fueron lanzados por las fuerzas de la coalición en la guerra,
de las cuales solamente el 7% correspondían a armas consideradas de
precisión. Al menos el 20% de ellas erraron sus objetivos (...). En total se
realizaron 109.876 misiones de bombardeo: una cada 34 segundos, 24 horas al
día durante siete días a la semana (...). Según fuentes oficiales del
Pentágono, la mayor parte de la destrucción causada fue militarmente
innecesaria(...)".
El presidente del Tribunal Internacional que sometió a juicio a la
Administración Bush por crímenes de guerra en Irak sólo aproximó la cifra de
muertos: entre 250.000 y 300.000.
La Alianza, que tanto trabajo se tomó para castigar al pueblo iraquí, que no
a Saddam Hussein, observó con indiferencia el drama del pueblo kurdo, avivado
como consecuencia, y vapuleado por todos los flancos, de la misma forma que
miró hacia otro lado durante todas las atrocidades que siguieron a los ya
atroces crímenes de la plaza de Tiananmen, por no incomodar al siempre
interesante gobierno chino. Atrás quedaron 7.000 muertos y una historia
negra de violación de la lista completa de los derechos humanos, incluida la
letra pequeña, que hoy continúa sin que la moral americana se sienta
molestada. Una moral que, sin embargo, se siente ofendida sólo con la
presencia de Cuba cerca de sus costas y persiste en mantener un embargo que,
si nunca tuvo sentido, hoy es completamente anacrónico, y ha causado
gravísimas consecuencias en la población civil. La moral americana es
caprichosa.
Esta es sólo una pequeña muestra que aparece ojeando las páginas de la
memoria. Pero, cogidas al azar, hay muchas más.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos confesó a finales de 1996 que
durante toda la década de los 80 habían estado instruyendo "por error" (?) a
un número indeterminado de militares latinoamericanos. Lo novedoso fue la
declaración pública -a la que por cierto no se hizo demasiado caso en medios
de comunicación- porque ya era bien conocido, y se había denunciado, que las
dictaduras que arrasaron Hispanoamérica durante décadas germinaron en
viveros americanos, regadas y abonadas por instructores militares yanquis.
El Pentágono, por fin, reconocía haber sido el tutor de muchos de los que
luego pasarían a la historia por la sistemática violación de los derechos
humanos en sus respectivos países. Por cierto que también en sus escuelas se
graduó el que ahora es su enemigo, Bin Laden, un producto modelado años
atrás en las aulas de la CIA. Aquí en España tenemos un valioso refrán que
dice "cría cuervos..." y ya sabes lo que te espera.
Realmente, las dictaduras militares que en los años sesenta y setenta
literalmente asaltaron el poder, tenían muchos elementos en común. Años más
tarde, militares uruguayos y argentinos que habían participado en las
escabechinas acontecidas en sus respectivos países, reconocían que los
asesores norteamericanos les habían recomendado, por ejemplo, eliminar a los
disidentes después de que hubieran cantado todo lo que tenían que cantar. La
huella norteamericana en los países del sur es grande y profunda. Los
intereses norteamericanos han tenido más que voz y voto, y durante décadas,
no se ha movido una hoja sin el beneplácito del despacho oval, con todas las
consecuencias que ello supone. En Nicaragua, una larguísima guerra civil
apoyada y financiada por capital extranjero, es decir, americano, se saldó
con 70.000 muertos repartidos a lo largo y ancho de una década, además del
hundimiento de la economía sandinista. Las consecuencias no han caducado
todavía. También los americanos, en concreto la anterior administración Bush,
fueron señalados por el mundo entero como responsables de centenares de
muertos en El Salvador. Los dólares del Senado norteamericano alimentaron
generosamente a un gobierno de extrema derecha que no tuvo problemas en
utilizar la fuerza contra la guerrilla, el FMLN. Miles de muertos fueron
civiles, víctimas de los bombardeos indiscriminados del ejército. Además,
por esas fechas caían seis jesuitas en la capital salvadoreña, un asesinato
clave de personas que quizás podrían aportado algo bueno a toda esa locura.
Fueron muertes que, curiosamente, no llegaron a esclarecerse del todo. En la
lucha por el control del canal de Panamá, la actuación directa de los
marines americanos se saldaba con más de dos mil muertos. En Colombia, la
mano americana es imposible de seguir. La guerra de la coca y las maniobras
de sus intrincadas redes mafiosas han sembrado el terror y han causado
muertes incontables muertes durante años.
Y sí, yo estoy de acuerdo: el atentado del otro día contra las torres
gemelas y el Pentágono también fue una salvajada.
Menos mal que tenemos la Justicia Infinita. ∆ |