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EL ARBOL DEL BUHO

 

 

  No estamos hablando de dinero, estamos hablando de algo mucho mas importante para las personas: los sueños. Y los sueños forman parte de esa parte mágica del hombre y, afortunadamente, no se compran con dinero.

 

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LA TRAMPA
POR ELENA G. GOMEZ

Durante muchos meses me mantuve firme en mi decisión de no ver nunca programas, por llamarles de algún modo, como "Gran Hermano".
Lo había decidido sobre todo porque considero que con mirar y preocuparme de mi vida, de mis actos, de mi aportación a este mundo ya tenía suficiente como para dedicarme a juzgar lo que hacen los demás. Además, me parece que es una forma muy poco original de esconderse de uno mismo, de barrer la casa del vecino cuando la tuya esta llena de porquería, y yo por eso no paso.
Y, cuando creía que ya había superado todo, que ya tenía controlados estos programas, voy y caigo en la trampa.
Sí, pico como una auténtica ingenua y me trago el nuevo programa, "Operación triunfo", que en realidad no es más que una versión made in TVE-1, de Gran Hermano. Edulcorado cómo no con una especie de actitud altruista y generosa propia de la 1, porque para algo es la tele del gobierno y ya se sabe, tiene que desmarcarse de la chabacanería de otras televisiones más ¿como decirlo?, plebeyas.
Reconozco que la culpa fue mía y sólo mía, seguro que en algún momento leí en el periódico la existencia de este nuevo evento social y confiada no le di importancia, y ése fue mi gran error, lo cierto es que me encontré delante del televisor haciendo zapping con un programa que yo interpreté en ese momento como un concurso de los muchos que hay en la televisión, con unos jóvenes llenos de ilusión, entrega y mucha complicidad entre ellos.
La verdad es que me enganchó, como me engancha "Menudas Estrellas", simplemente porque me encanta ver gente nueva con unas voces tan impresionantes y, porque los jóvenes destilaban por todos los poros de su piel ilusión, la ilusión de hacer realidad un sueño, el convertirse algún día en artistas, en cantantes.
Jóvenes que, como luego fueron dejando muy claro, habían luchado mucho para llegar hasta ese momento. Hasta ahí todo bien.
Pero luego, cuando el presentador empezó a repetir un número de teléfono para que Vd. o yo, o cualquiera de los que no tenemos ni la menor idea de música, de capacidades artísticas, o de cazatalentos, hagamos de jueces y decretemos quién está preparado para continuar o quién debe salir, comprendí todo.
Confieso que cuando apagué la TV me sentía mal. Primero por mi ingenuidad, pero sobre todo por el morbo creciente de jugar con las personas.
Sí ya sé que pueden argumentar que en realidad ellos ya saben a lo que se enfrentan, pero a mí me parece un juego en el que hay grandes desventajas, en las que unos son los manipuladores que juegan con la ilusión de otros que no tienen posibilidades, y que son los manipulados.
Porque en realidad esos chicos, cuando fueron a las pruebas, se presentaron ante gente cualificada, era un riesgo que asumieron, una prueba, un examen, pero ahora ¿Quiénes serán los jueces? ¿En base a qué se decidirá quién se queda y quién se marcha? No estamos hablando de dinero, estamos hablando de algo mucho mas importante para las personas: los sueños. Y los sueños forman parte de esa parte mágica del hombre y, afortunadamente, no se compran con dinero.
La idea hubiera sido buena si fuese de verdad lo que nos trataron de vender, la idea altruista de dar la oportunidad a esos 16 jóvenes de vivir durante tres meses una auténtica preparación para hacer realidad su sueño.
Pero la realidad es que ahora habrá tres meses en los que se vivirá desilusión y tristeza, en los que se jugará con los sentimientos de esos chicos, de sus familias, de sus amigos.
Porque supongo que para formarse como artista un curso de tres meses ya es todo un récord, pero ¿y el que esté allí sólo una semana, o dos, o tres? No me digan que alguien puede pensar que esos jóvenes pueden aprender algo.
Y todo el juego está justificado porque a muchos les encanta jugar a ser dios, a ser jueces, a pensar que tienen en sus manos el futuro de una persona.
Para mí esto no es sólo un programa, ni un juego, es una versión moderna de los torneos romanos, sólo que el César es sustituido por la audiencia.
Y en este nuevo circo televisivo no pueden faltar los esclavos, las víctimas, en este caso 16, que tienen que luchar por su supervivencia.
Y, como sucedió en Gladiator, la única esperanza que nos queda es que alguno de estos esclavos sea realmente un general camuflado y se enfrente al César. Entonces sí que nos divertiríamos. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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