Macarras ha habido
siempre, y cada aula tenía un chulo que le robaba la merienda a los
niños con gafas. Pero es que ahora le rajan las ruedas del coche al
profesor.
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ANGELITOS
POR ELENA F. VISPO
Hace un
tiempo se publicó un estudio que decía que los niños españoles no
saben hacer la o con un canuto. Que no tienen ni idea de dónde nace el
Tajo (Teruel) o cuántas son siete por cinco (35). Que se saben los 150
pokémons por orden alfabético, pero no el nombre de los Reyes Católicos
(tanto monta...). Efectivamente, un amigo mío tuvo la experiencia casi
paranormal de llevar a los críos al cine a ver Pokémon y, una vez dentro
de la sala, se encontró rodeado de padres aterrorizados ante sus niños,
que hablaban en perfecto japonés, poseídos por el espíritu de Hiro-Hito:
pikachu, raichu, metwo, bulbasur, buterfli...
De esto se deduce que los niños no son tontos. Si son capaces de recitar
el poke-rap sin respirar más de tres veces, a ver por qué no les da la
neurona para retener a los reyes godos. Que por cierto, yo tampoco me los
aprendí y lo mío no era pokémon sino, digamos, Dartacán y los tres
mosqueperros. No me los aprendí porque los reyes godos eran un coñazo, y
Dartacán un enrollao (un poco cursi, visto desde la distancia).
Sea frente a una bola amarilla con pinchos o ante un perro con florete, la
escuela pierde en la mayoría de los casos: en eso no hemos cambiado
tanto. Hay que asumir que hallar la raíz cuadrada de 9832,73 no es
especialmente apasionante para la mayoría de los mortales. Además, yo
nunca he hallado una raíz cuadrada con la cuenta de la vieja desde que
salí de la EGB. Las pocas veces que me ha hecho falta tiro de
calculadora, que para eso están.
Las raíces cuadradas son la estupidez de un sistema que más que educar,
desenseña. Enseña, por ejemplo, a no leer: si los jóvenes adultos de
hoy en día no tocan un libro, es porque a los trece años les encargaron
un trabajo sobre el Lazarillo de Tormes, que manda narices. Yo
personalmente no soporto el Quijote, gracias a un profesor bigotudo que le
dedicó dos lecciones enteras. No soy un bicho raro. El Quijote, culmen de
la literatura española, es como los documentales de La 2 (a todo el mundo
le encantan pero nadie los ve).
Como la escolarización es obligatoria en España, todo el mundo tiene
algo que contar al respecto: los huesos, las marías, las chuletas,
virgen santa virgen pura haz que apruebe esta asignatura... Las
batallitas del cole son universales, pero últimamente ha surgido un
fenómeno relativamente nuevo: la violencia en las escuelas.
Digo relativamente porque macarras ha habido siempre, y cada aula tenía
un chulo que le robaba la merienda a los niños con gafas. Pero es que
ahora el macarra saca de navaja y le raja las ruedas del coche al
profesor. Y luego le parte las piernas al empollón de la clase, figura
que por otro lado cada vez abunda menos, porque tal y como están las
cosas a los críos les interesa más saber taekwondo que ciencias
naturales. Y ya nos podemos dar con un canto en los dientes, porque en USA
en vez de armas blancas llevan un rifle de repetición.
No voy a hacer demagogia barata, líbreme Dios, con lo sobrados que
andamos ya. Pero sí voy a decir una verdad evidente: la responsabilidad
es para repartir. Vivimos en una sociedad histérica y estresada, así que
a ver quién tiene autoridad para pedir un comportamiento razonable a los
enanos. El que esté libre de culpa...
Y aún así no está todo perdido. Conozco a críos encantadores,
mujercitas y hombrecitos en miniatura, que han sido educados en el
diálogo transparente, el respeto y la diversidad. Niños que han recibido
armas para defenderse en la vida, y éstas son el amor, la lógica y un
sentido del humor a prueba de bombas; no hace falta recurrir a las
navajas.
Si cuento esto no es para presumir de los amigos tan majos que tengo, que
también, sino para decir que no es utopía. Que conozco a esos niños y a
los adultos que tienen cerca. Que es posible.
Dejando sin fuerza los efectos del ambiente, los deseducadores de hoy
están creando futuro. Hay que ver la falta que nos hace. ∆
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