Extremadura vive
atrapada bajo un mastodonte antediluviano que la asfixia, el latifundio,
esa es la bestia negra de esta tierra. |
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LA MALDICION DEL LATIFUNDIO
POR JOSE ROMERO SEGUIN
El
Presidente extremeño es un hombre de izquierdas embarcado en una
política de derechas, que de tarde en tarde se echa al monte y expropia
con regular fortuna, alguna finca de dudosa importancia. O se atreve con
la banca, exigiéndole un impuesto, que entiendo, más ético y estético,
que práctico.
Por ello me temo que no es suficiente, puesto que pese a disparar en esta
ocasión sobre un peso pesado en el ámbito de la depredación, creo que
no ha elegido bien su presa. Extremadura no está necesitada de más
subvenciones o limosnas, que finalmente no hacen sino hipotecar su futuro,
y que más tarde no cesa de pagar de distintas formas y maneras, a las
aventajadas regiones del Norte.
Extremadura vive atrapada bajo un mastodonte antediluviano que la asfixia,
el latifundio, esa es la bestia negra de esta tierra, ése es el animal a
batir, si se quiere que ese querido pueblo despegue de una vez del
medievalismo a que está sometido por los señoritos y el alambre.
El latifundio duerme, ha dormido siempre a esta raza de hombres buenos y
trabajadores. Porque los extremeños no son como se nos quiere hacer
creer, seres ociosos que viven felices de la sopa boba de la subvención.
Son por el contrario, y como he dicho, hombres trabajadores y conscientes
de que todo este mercadeo que se traen con ellos, no es bueno para su
futuro. Que lejos de elevarlos, los abisma aún más en la noche de los
tiempos en que se hallan sumergidos, en el ámbito del desarrollo
económico..
Ellos se las tienen que ver con una burguesía que no es tal, por cuanto
su concepción de la creación de la riqueza pasa por el mantenimiento de
un status latifundista y feudal, que les permite ser siempre los
señoritos. Por ello no les importa que sus ganancias no sean todo lo
sustanciosas que podrían ser, si en vez de aferrarse a la propiedad y a
la inactividad como medio de preservar su posición social, arriesgaran y
se comprometieran con el desarrollo económico de su tierra. Y es que es
justamente esta falta de desarrollo lo que los mantiene en su eterno lugar
de privilegio.
A los extremeños, no les faltan fuerzas, ni valentía, ni capacidad de
sacrificio, ni imaginación, les falta espacio vital, viven, pese a ser
una población que apenas sobrepasa el millón de habitantes, y habitar en
un inmenso espacio geográfico, cercados, acorralados, tanto física como
psicológicamente. Y esa falta de espacio se traduce en falta de
oportunidades, de posibilidades de poner en marcha iniciativas
innovadoras, que rompan con la maldición que les oprime.
Cuando la filosofía del capital no es otra que la del inmovilismo como
medio para asegurarse que nada cambie, introducir cambios, es imposible.
Si no arriesgan, difícilmente se pueden arruinar, sino se arruinan, no
venden, sino venden no se produce el reparto, ni existe posibilidad alguna
de que emerja un grupo empresarial medianamente dinámico, que llene de
vida e ideas el panorama social y económico de esta tierra.
En Extremadura, los que piensan sobreviven como pueden o emigran, cansados
de convivir con una élite de amodorrados que no necesitan devanarse la
cabeza para ser lo que son, rancios y caducos señoritingos. Y lo que es
peor, que no quieren cambiar porque les encanta su privilegiada
situación.
Debe, por tanto, el compañero Ibarra, disparar contra el latifundio, no
permitir que se le siga inyectando dinero a los terratenientes como ahora
se hace, con las ayudas de los fondos Europeos. A los que también se debe
gravar con impuestos sobre la propiedad, y especialmente sobre la
inactividad del latifundio, de ese animal que duerme a lo largo de los
caminos llenando todo de desesperanza.
Extremadura necesita urgentemente recuperarse, ganar espacio para que sean
todos los extremeños los que puedan poner su cabeza a funcionar en pos de
la industrialización y desarrollo real de su tierra. Cuantas más cabezas
sean a pensar más riqueza en los proyectos, más posibilidades para unos
y otros. En el Norte, el capitalista se arriesga, porque su espacio es
casi virtual, es decir, o camina o se lo comen, en Extremadura por el
contrario la riqueza se basa en la posesión de hectáreas y más
hectáreas de terreno, tantas, que a quien las posee no le cabe la menor
duda de que él es el dueño y señor, y que aquellos que viven en los
márgenes no son una amenaza, porque no pueden tener lo que ya tiene él,
y como él no arriesga nunca, nunca lo van a perder. Y aún en el caso que
a él le fuera mal, difícilmente iba a poder conseguir comprar. Por eso
es frecuente, que mucho dinero del narcotráfico termine blanqueándose en
la compra de tierra en esa Autonomía.
Extremadura necesita, compañero Ibarra, algo más que subvenciones,
necesita espacio para la iniciativa y la creatividad económica. No
necesitan los extremeños limosnas, sino ser por una vez y para siempre,
dueños y señores de su tierra y su destino. ∆
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