La forma natural
de la mente es mirar hacia el futuro y no al pasado, porque el pasado
sólo tiene de interesante la experiencia que te aportó, mientras que el
futuro está ahí, libre, en blanco, esperando que cada uno lo escriba. |
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SUBIR MONTAÑAS
POR ELENA G. GOMEZ
Sé, que
para una persona que se pasa la tarde del domingo tumbada en el sofá de
su casa, sin hacer nada y tragando todos los programas basura de la
televisión, le resultará prácticamente imposible comprender qué se
saca de subir una montaña, de sudar, cansarse e incluso poner en peligro
tu vida por algo que, como un día alguien me dijo, "subir para luego
tener que bajar".
Pero lo que se experimenta al subir una montaña no es solamente la
satisfacción de haber conquistado una cima, es, sobre todo, el haberse
vencido a uno mismo, pasar por encima del dolor, del cansancio y saborear
esa sensación de llegar, de fundirse con la montaña, con el viento, con
el silencio, con la soledad.
Y la vida es una gran aventura en la que cada uno tiene que encontrar su
propio camino, tiene que descubrir lo que quiere hacer, por eso entiendo
que la vida es como subir una montaña en la que cada uno se encuentra con
sus propias fuerzas, con sus limitaciones y con sus aspiraciones y, aunque
no subas solo, nadie puede hacer nada por ti, son tus piernas, tus
pulmones, y sobre todo tu mente la que te hace seguir, ascender, superarte
a ti mismo. No puedes esconderte detrás de nadie, ni echarle la culpa de
tu cansancio o de tus fracasos, como se hace en la vida cotidiana. La
montaña te demuestra que todo lo que tú vives depende sólo y
exclusivamente de ti, de lo que quieras hacer, de lo que aspires a
conquistar. La montaña te deja desnudo ante ti mismo, y como dice el
montañero Messner: "Cada cual debe recorrer el camino adecuado para
sí mismo, y cada uno de estos caminos es distinto a los demás".
Y en la montaña, sobre todo en la alta montaña, cualquier
"ataque" de autosuficiencia o de orgullo se puede pagar con la
propia vida. Es ella, y sólo ella, la que marca las condiciones, la que
dice si estás o no preparado, la que coloca al hombre en su auténtico
lugar. Por ello, aunque estés solo nunca puedes olvidarte de que estás
dentro de algo superior a ti, y la montaña, como la vida, se convierte en
una fuente inagotable de lecciones donde acumulas éxitos y fracasos, pero
sobre todo, donde aprendes a moverte y a vivir.
"Aquel que está solo aprende rápidamente a hablar consigo mismo, y
de pronto ya son dos" (R. Messner)
En la montaña sucede también que no te queda más remedio que aprender a
escuchar tu cuerpo y tu mente. Y de la misma forma que aprendes a beber
antes de tener sed, o a comer lo adecuado para no quedarte sin fuerza,
también descubres si tu mente está fuerte o no, si tienes los objetivos
de tu vida claros, si eres fiel a ti mismo o ante la menor dificultad
abandonas. Y así descubres lo poco que cada uno se conoce a sí mismo, y
ves la multitud de hábitos en los que estamos inmersos, hábitos físicos
y morales, dogmas y normas de funcionamiento que alguien creó y ante los
que nadie se para a mirar si realmente le son útiles.
Y esa mezcla de sensaciones, esa fusión entre uno mismo y la montaña,
hace que se produzca un intercambio y que en cada ascenso cada uno se
conozca más a sí mismo.
"La libertad personal no surge tanto de lo que esperamos de los
demás como de lo que nos exigimos a nosotros mismos". (R. Messner)
Hay muchas más cosas que enseña la montaña pero una de las más
importantes es que muestra, sin aditivos ni colorantes externos, lo que
hay auténtico dentro del hombre, lo que es verdad, lo que es natural, lo
que está vivo en los niños y que por desgracia, los adultos, han
olvidado, y es la necesidad de aventura, el mirar hacia el futuro, hacia
adelante, por eso no es extraño que cuando ya se está llegando a la cima
de la montaña la mente ya esté planeando nuevas aventuras, y es que la
forma natural de la mente es mirar hacia el futuro y no al pasado, porque
el pasado sólo tiene de interesante la experiencia que te aportó, pero
no puedes vivir de él porque ya no tiene nada, mientras que el futuro
está ahí, libre, en blanco, esperando que cada uno lo escriba.
Tal vez por eso la montaña "engancha", porque conecta con lo
que hay auténtico en nosotros mismos, con la necesidad de superación, de
retos, de descubrimientos dentro.
Por eso yo pienso que la vida es como subir una montaña, y que quien no
esté en movimiento, trazando nuevos retos, mirando siempre hacia el
futuro y creando nuevos sueños, simplemente no está vivo.
"Aquel que continuamente anda preguntando por los caminos nunca
aprenderá a buscar o intentar su camino. ¿Cómo puede saber cuál es su
camino alguien que siempre recorre caminos conocidos?" (R.Messner).
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