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EL ARBOL DEL BUHO

 

 

Ahora la fuerza tiene que salir fuera y tiene que crear con ella una mujer auténtica, una mujer que no quiera ser un hombre sino que se alegre cada día de ser mujer, de poseer la sensibilidad, la fuerza y la inteligencia con la que fue creada.

 

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ANTEPASADAS
POR ELENA G. GOMEZ

La peor de las enfermedades que vive esta sociedad no es el cáncer o el Sida, sino el olvido.
En lugar de tantas cosas absurdas que se estudian y que luego no te sirven para nada en la vida, me encantaría que existiese una asignatura especial que fuese algo así como "La verdadera historia de la mujer", en la que se recordase a las nuevas generaciones, hombres y mujeres del futuro, las barbaridades a las que fue sometida la mujer.
Y en esa clase estarían tanto los chicos como las chicas, porque no se trata de empezar algo del futuro bajo la discriminación sino todo lo contrario, bajo la integración y conocimiento de unos y otros.
Ellos, los chicos, deberían conocer los errores de sus antepasados para no cometer ellos los mismos, para ser conscientes de que la mujer es igual al hombre y para que comprendieran que le deben mucho a la mujer, qué digo mucho, se lo deben todo, incluso la vida.
Ellas, para que no olvidasen que toda la libertad que poseen ahora es, sobre todo, gracias al valor de muchas mujeres que nos antecedieron, un valor que les llevó a enfrentarse a lo que el hombre había establecido para ellas y cuyo precio siempre fue muy, pero que muy alto, incluso su propia vida o la separación de aquello que más querían.
Pero, sobre todo, en esta clase les recordaría que la lucha por la liberación de la mujer aún no terminó, aún queda mucho por hacer, y aunque la igualdad de la mujer con el hombre, en esta parte del planeta en la que nos ha tocado vivir, ya está socialmente reconocida y es un movimiento que ya tiene vida propia y nadie ni nada puede detener, aún quedan muchos tabúes que liberar en la mujer, creencias que fueron trasmitidas incluso entre las propias mujeres, de madres a hijas, y que ahora nos corresponde superar y vencer.
Pero nosotras tenemos mucho trabajo aún por delante, y en él tendremos que aunar las fuerzas, porque el enemigo ahora no está tanto fuera como dentro de nosotras mismas, en nuestro genes, en los valores con los que crecimos, en los esquemas y tabúes que hay en nuestro interior.
Tenemos que conseguir destruir esa mujer vieja creada según los intereses de los hombres, que vivía sometida a sus deseos, llámense marido, hijo, hermano, padre o cura -otro hombre al fin y al cabo- siempre sumisa, siempre callada, siempre ahogando sus sentimientos y sus pensamientos. Por eso ahora tenemos que construir una mujer valiente, que exprese lo que piensa, que no se calle ante nada, que no admita ningún estado de inferioridad ni de dependencia del hombre.
Tenemos que enseñar a las nuevas generaciones que está naciendo una mujer distinta, una mujer que no es una mujer objeto, y para ello tenemos que enseñarles que la auténtica mujer no está en función de la talla que use, ni de la ropa de marca que se ponga, ni de tener móvil o el último invento creado para hacer más zombi a las personas, sino de una mujer que tiene, sobre todo, mente, capacidad de pensar por sí misma, de reflexionar sobre lo que es útil, lo que le sirve para algo, lo que le puede aportar un punto de superación.
Nos queda mucho por hacer porque aún veo a muchas chicas jóvenes, a muchas adolescentes, que repiten los mismos estereotipos de nuestras abuelas, que gritan si ven un ratón, que hablan mal unas de otras, que se ponen tontas ante los chicos, y que se pasan el día pendientes sólo de sí mismas.
Y pienso entonces que detrás de ellas, cerca de ellas, no hay aún ninguna mujer que quiera ser algo distinto. Que les muestre que la mujer no está aquí sólo para casarse y tener hijos. Que ellas pueden alcanzar nuevas metas y que no hay ninguna limitación.
Todas juntas tenemos que cuidar el nacimiento de la nueva mujer, y hay que hacerlo todos los días y en las cosas más pequeñas. Hay que abrir la mente a las mujeres, jóvenes y mayores, para que piensen por sí mismas. Hay que apoyar todo movimiento que surja y que una a la mujer con la mujer porque, digo yo, si el hombre lleva muchos miles de años intentando y fomentando la separación de las mujeres ¿no será porque teme la fuerza que surja de esta unión?
La fuerza de la mujer está en su interior y así lo demostró durante muchos miles de años de sometimiento. Ahora la fuerza tiene que salir fuera y tiene que crear con ella una mujer auténtica, una mujer que no quiera ser un hombre sino que se alegre cada día de ser mujer, de poseer la sensibilidad, la fuerza y la inteligencia con la que fue creada.
Por eso sueño con una mujer nueva, con una mujer que camine digna por la vida, segura de sí misma, consciente de su mente y de sus actos. Dueña de su cuerpo. Capaz de manifestar toda la ternura del mundo y toda la fuerza de un volcán. Una mujer libre.
Y esa mujer existirá, porque nuestras antepasadas, aquellas mujeres valientes que lucharon por la libertad, siguen vivas en nuestro interior. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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