ALIMENTOS
IRRADIADOS
Fresas
frescas durante quince días, patatas y cebollas sin raíces durante
ocho meses, platos precocinados que se conservan hasta dos años sin
necesidad de nevera. Todo es posible gracias a la energía nuclear
puesta al servicio del ama de casa. Esta tecnología, denominada
irradiación, casi desconocida en España, es de aplicación común en
los alimentos franceses, belgas o sudafricanos. La polémica está en el
plato.
Texto:
Marta Iglesias
La
Radiactividad en la mesa
Precedida
por grandes crisis en los alimentos -pollos con dioxinas, alimentos
transgénicos, vacas locas...- se pone en marcha en nuestro país la
directiva europea que autoriza el empleo y comercialización de los
alimentos ionizados o irradiados. La directiva, publicada en el Diario
Oficial de las Comunidades Europeas el 22 de febrero de 1999, daba de
plazo hasta el 20 de septiembre de 2000 para que los países miembros
crearan su propia ley que autorizase los productos alimenticios
irradiados. En España, aunque ya ha pasado el plazo indicado, saldrá a
la luz en breve una norma que indicará la lista de alimentos
susceptibles de ser irradiados y el procedimiento a utilizar. Pronto
podremos encontrar en el mercado frutas, verduras, especias o platos
preparados señalados con un símbolo verde similar a una flor o con un
claro cartel indicando "Tratados por irradiación". En
realidad se trata de un sistema que utiliza la energía nuclear para una
mejor conservación de los alimentos, y se puede utilizar tanto en
productos frescos como cocinados. Avalados por la OMS y la FAO, estos
alimentos han encontrado en nuestro país grandes defensores y
detractores.
La
técnica a favor y en contra
El proceso consiste en irradiar
los alimentos con Cobalto 60 o mediante la aceleración de
electrones. El resultado es el mismo y, según Magdalena Gálvez,
profesora titular de la Facultad de Veterinaria en la Universidad
Complutense de Madrid y colaboradora del Foro Nuclear, es tan natural
como la misma naturaleza: "Una radiación ionizante es incluso la
luz del sol, los rayos ultravioletas. Ionizar es quitar el último
electrón y ello interrumpe la duplicación de la cadena del ADN, con lo
cual si el alimento tiene un hongo, una salmonela, o cualquier bacteria
que lo infecte se inhibe la posibilidad de que esos microorganismos se
dupliquen. Otro efecto es que mata las enzimas de la germinación, con
lo cual hay vegetales como las patatas o las cebollas que se conservan
muchos meses sin que les salgan raíces". Al parecer, es un sistema
redondo que esteriliza los alimentos y aumenta su conservación. Las
aplicaciones prácticas no se hacen esperar, si tomamos como ejemplo
otros países: en Sudáfrica hay una empresa que irradia platos
preparados y empaquetados -este sistema tiene la ventaja de que puede
aplicarse sobre alimentos ya envasados- con una duración de dos años,
en Alemania la ley autoriza a que en los hospitales se alimente con
comida irradiada a los enfermos de cáncer, SIDA y otras enfermedades
con inmunodepresión para evitar intoxicaciones; los astronautas en el
espacio sólo se alimentan de comida irradiada... En Europa, Francia y
Bélgica están a la cabeza en cuanto a cantidad de irradiación de
alimentos, pero en nuestro país las críticas ya se hacen notar.
"En Ecologistas en Acción les hemos puesto tres inconvenientes a
estos alimentos, -aclara Paco Castro, portavoz para las campañas
antinucleares de la citada Plataforma de ONG-. El primero tiene que ver
con el proceso de irradiación, porque muchos de los procesos que se
usan para irradiar alimentos están usando fuentes radiactivas que
requieren unas medidas de seguridad extremas y que originan
contaminación ambiental. El Cobalto 60 es un material muy
radiactivo y cuando se agota es un residuo de alta actividad que hay que
gestionar y para el que no hay solución. Y en cuanto a los alimentos
hay dos problemas más: una, que las radiaciones ionizantes cambian las
propiedades químicas de los alimentos y los desnaturalizan dando lugar
a la falta de proteínas. Incluso pueden dar lugar a la creación de
algunas sustancias tóxicas como radicales libres, aunque esto último
no está demostrado. El tercer inconveniente tiene que ver con el
equilibrio natural entre las especies de bacterias. En un alimento hay
diferentes tipos de bacterias, que son las que se intenta eliminar con
la radiación. Al irradiar se eliminan muchas de ellas, pero las más
resistentes permanecen, con lo cual el equilibrio natural
bacteriológico del alimento se altera y al pasar el tiempo estas
bacterias que han permanecido pueden crecer en el alimento sin
competición alguna, con lo que estaríamos ingiriendo un alimento con
una composición bacteriana totalmente antinatural cuyos efectos se
desconocen."
Efectivamente,
Magdalena Gálvez admite que en frutas y en verduras no se puede
asegurar que no disminuya el valor nutricional, pero a cambio están
más sanas: "la irradiación puede alterar un poco a la cualidad
nutritiva del alimento, pero no más de lo que le altera la cocción a
una verdura. La pérdida de valores nutritivos es análoga a cualquier
otro proceso de esterilización. Incluso respecto a algunas vitaminas
les hace perder menos cantidad que otros tratamientos, como la
esterilización o la congelación". Y efectivamente, menos
contaminante que el sistema de irradiación con Cobalto 60 es la
ionización mediante la aceleración de electrones -sistema Rhodotron-,
que funciona con electricidad. ¿Inconvenientes? Es más caro y sólo
penetra en los alimentos entre dos y tres centímetros, con lo cual no
sirve para todos los alimentos.
En cuanto se apruebe la norma en nuestro país ya será posible irradiar
en dos empresas que hoy se dedican a la esterilización de material
quirúrgico: la Aragó Gamma (Barcelona), mediante el método de
irradiación por Cobalto 60, y la Ionmed (Tarancón,
Cuenca) que posee un acelerador de electrones.
Con este proceso hay varios argumentos perfilándose en el horizonte: la
eliminación de intoxicaciones por ingerir comida en mal estado, la
reducción del hambre en el mundo y la mejoría de la economía para
países agricultores como el nuestro, ya que una vez irradiadas las
frutas y verduras, éstas aguantan más tiempo frescas para ser
vendidas.
Frente a estos nuevos alimentos, cada vez crece más en Europa la
necesidad de volver a los vegetales de siempre, cultivados sin abonos
químicos, pesticidas ni herbicidas, siguiendo el método natural que
seguían nuestros abuelos. Según informa Ana Acebes, Vocal de la
Asociación Cultivos Biológicos de Zamora, "el 99% del producto
bio que se cultiva en España se vende fuera, en el resto de Europa. De
lo que se produce en nuestro país los españoles consumimos un pequeño
1% que se centra básicamente en la costa, ya que por la influencia de
los países nórdicos se han visto en la necesidad de crear tiendas y
supermercados especializados en el tema. Yo creo que en España hay un
desconocimiento total sobre lo que son los alimentos de cultivo
ecológico. Es un problema de desinformación, no de valoración del
producto. Toda la gente que los conoce los encuentra muy positivos; que
luego lo compre o no ya es otra cosa, porque ahí también influye
bastante el precio".
Transgénicos, irradiados, tradicionales o biológicos, hay alimentos
para todos los tipos pero, gracias a la normativa, todos aquellos en los
que se utilicen técnicas especiales vendrán con un claro cartel
indicador. Ya queda en nuestras manos decidir qué queremos comer.
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