Y si antes el
gobierno aún se sonrojaba un poco, por compromiso, cuando dejaba al aire
sus entrepaños autoritarios, después de las últimas elecciones ya se
muestra sin reparo, orondo y orgulloso, tal cual es. Abiertamente fascista.
Sin complejos. ¿Para qué, si es la voz de la mayoría? |
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INMIGRANTES
POR CAROLINA FERNANDEZ
No lo
entiendo. Dicen que hace falta mano de obra extranjera y que tenemos un
índice de natalidad tan bajo que en pocos años es más que posible que
nuestro actual sistema sufra un colapso; dicen que se están perdiendo
cosechas enteras porque no hay quien vaya a recogerlas; dicen que tenemos
el índice de inmigración más bajo de Europa y que organismos como la
ONU, el Banco Mundial y el INE aconsejan poco menos que una entrada masiva
de trabajadores -unos 240.000 al año- y animan a los gobiernos a
prepararse y preparar a la población para un cambio que ya es inminente e
inevitable. Por otra parte ya sabemos que el Banco Mundial no es
precisamente un estandarte del altruismo, de modo que si lo dice será
porque hace falta para nuestros intereses económicos. O sea, ni aún
poniéndonos en plan rematadamente egoísta, que es lo que nos va, ni así
se entiende lo que está pasando con los inmigrantes sin papeles.
Qué vamos a decir entonces de la faceta humana, o de eso, que no sé qué
es, pero que le duele a una cuando sabe de las barbaridades que se cometen
por el mundo adelante, y cuando tiene noticia del dolor ajeno. Para sentir
no hace falta saber de números, sólo no haber sido definitivamente
engullido por el sistema, y por tanto, no haberse convertido en un pedazo
de hielo.
¿Y la memoria? De qué sirve recordar que los españoles que tuvieron que
salir a la desesperada a buscarse la vida fuera de nuestras fronteras, no
recibieron ni de lejos un trato tan vejatorio; o que hay ahora mismo
muchos más españoles trabajando fuera de nuestro país que inmigrantes
en nuestro territorio. La memoria se perdió hace mucho tiempo.
De todas maneras ¿de qué nos quejamos? La anterior Ley de Extranjería,
que fue aprobada en la pasada legislatura, nació ya herida de muerte,
porque el gobierno, que había hecho lo imposible por torpedearla, puso a
Dios por testigo de que si ganaba las elecciones, al cabo de cuatro meses,
le rebanaría la cabeza a la nueva ley para instaurar la versión del PP,
que es este engendro que ahora tenemos. Este es para ellos el "orden
natural" de las cosas, o sea cada uno en su sitio, o sea el mundo
según Aznar, o sea una película de terror, a mi modesto entender. Pero
mi modesto entender no es la opinión de la mayoría, porque la mayoría
quiso repetir. Y si antes el gobierno aún se sonrojaba un poco, por
compromiso, cuando dejaba al aire sus entrepaños autoritarios, después
de las últimas elecciones ya se muestra sin reparo, orondo y orgulloso,
tal cual es. Abiertamente fascista. Sin complejos. ¿Para qué, si es la
voz de la mayoría?
El caso es que, siguiendo con el tema que nos ocupa, debe ser la primera
vez en la historia que un gobierno pone tanto empeño en cumplir las
promesas electorales. Y como prometió, cumplió. Así que resulta un poco
hipócrita llevarse ahora las manos a la cabeza. De todas maneras cabe
preguntarse qué mayoría, por democrática que sea, proporciona a un
gobierno, éste u otro cualquiera, la capacidad de crear esclavos. Entre
todas las formas posibles para llevar a cabo este proceso de integración
de inmigrantes extranjeros, que ya digo, es irreversible, ¿por qué
elegir la más complicada, la más enrevesada, la más traumática?
Mientras, la opinión pública, tarda más en reaccionar que un elefante
artrítico. Tenemos un dudoso concepto de la solidaridad. Somos capaces de
recaudar millones en una noche para las víctimas de tal terremoto o cual
inundación, pero no hay apenas reacción ante una impresionante tragedia
humana que se desarrolla delante de nuestras narices. Tiene en su contra
que es una tragedia silenciosa, cotidiana y cercana. El goteo de las
pateras acaba por ser un run run en el telediario. Y es que estas cosas si
son monótonas se quedan en nada, pierden lustre y no llaman la atención
en la tele, que es al fin y al cabo lo que les da nivel. Coincidió que
los mismos días que estaban decenas de inmigrantes en huelga de hambre
para llamar la atención del gobierno, apareció en la prensa una noticia
que nos informaba brevemente sobre las condiciones de vida de los cerdos
en la Unión Europea. Gracias a ese recorte me he enterado de que en
Europa hay una población censada de alrededor de 125 millones de cerdos.
Si existe un censo es muy posible que ellos sí tengan papeles, un
certificado que acredite su procedencia. Pues bien, la CE ha propuesto una
serie de medidas para mejorar las condiciones de vida del ganado porcino,
como por ejemplo, prohibir el confinamiento de las cerdas preñadas en
jaulas, ya que el encierro resulta molesto y limita notablemente su
movilidad en esas condiciones tan, digamos, aparatosas. Gracias a algún
equipo de expertos cualificados que se preocupa por los gorrinos, la
calidad de vida de nuestros cerdos en general y nuestras cerdas gestantes
en particular, se verá beneficiada. No merecen menos, son cerdos
europeos.
Desde luego que ser cerdo en la UE, y como consecuencia en España, es un
privilegio. Pues bien, mi enhorabuena a los cerdos por sus merecidas
conquistas sociales. Y de paso, mis disculpas a todos los miles de
personas indocumentadas que hemos empujado a la cuneta, y que viven
esperando ser expulsadas en cualquier momento desde que nuestro gobierno
aprobó esa terrorífica Ley de Extranjería.
Hay que ver qué especie más extraña, la humana. ∆ |