Revista Fusión

 Subscripción RSS

FUSION también eres tú,  por eso nos interesan tus opiniones,  tus reflexiones y tu colaboración  para construir un  mundo mejor

Recibe nuestras noticias en tu correo

 


 

 

EL ALEPH

 

 

Ocurre, eso sí, que nos empeñamos en ser algo especial, incomunicado, encerrado en sí mismo, a través de un individualismo feroz, sin darnos cuenta que sin los demás no somos nada, que nuestra grandeza radica en ellos y no en nosotros mismos.

aleph.jpg (11914 bytes)
LA IGUALDAD DEL POETA
POR JOSE ROMERO SEGUIN

Fernando Pessoa pone en pluma de su heterónimo poeta, Caeiro, los siguientes versos "porque yo soy del tamaño de lo que veo/ y no del tamaño de mi estatura..."
Versos estos que me invitan a pensar que la grandeza de uno mismo no reside, como puede parecer, en mirar altanero, ni en transformar la pulsión que nos transmiten los sentidos a la imagen y semejanza de aquellas que reflejan nuestras filias o fobias, sino en fundirse en ella y ser aquello que sentimos, sin pretensión de colonizarlo, sino de darnos. Nada nos iguala más que sentir que todo cuanto nos rodea no nos es ajeno, sino que es tanto nosotros como nosotros somos él. Si fuésemos capaces de sentirlo así, veríamos que efectivamente todo es de nuestro tamaño, en cuanto nosotros somos él, y somos grandes en su grandeza, o diminutos en diminuta esencia, o ingrávidos y sutiles en la ingrávida sutileza de su ser. Porque ser lo que sentimos es tanto como reconocer que somos parte de todo y con todo compartimos.
El hombre es la medida de todas las cosas, proclamó el sofista Protágoras, puede ser, pero a mí me gusta más ser del tamaño de todas las cosas, que la medida dogmática y tirana de aquello que me rodea. La primera implica tallar su valía tomando como referencia la propia. La otra no busca delimitar, ni contar, ni pesar, sólo compartir. Ser en el ser de la mariposa y también en el del león. Ser estrella en la estrella, lisiado en el lisiado, anciano en el anciano, niño en el niño, río en el río, mar en el mar. Significa la confluencia total y la plena integración en la corriente espiritual que nos anima a todos en este planeta.
Ser del tamaño de lo que vemos es tenerlo todo sin tener nada, y obtener por ello todo el consuelo y toda la pena que no es necesaria para vivir, y también toda la alegría y toda la ternura con que alentar vida.
Ser lo que sientes sin intromisión metafísica, sin magia, sin intervención divina. Ser en el ser que somos todos, comulgar con todos en la mirada que busca identificarse con todo sin excluir ni rechazar nada.
Si tomase de aquello que sentimos, la disposición de ser con él, sería todo mucho más fácil, más sencillo y fraternal. No habría necesidad de tantos tratados de tolerancia, ni propósito de solidaridad. Seríamos el que sufre y el que ríe, y no habría salvación que no fuera nuestra propia salvación. Seríamos justos y buenos porque al serlo con los demás lo seríamos con nosotros mismos. Si todo se dispusiese bajo esta premisa, la utopía se haría realidad, seríamos iguales en el más libre de los términos, pues no habría necesidad de homogeneizar, sino que todo podría mantener incólume su heterogénea conciencia de ser.
De la bondad de este pensamiento nos habla con toda claridad ese pequeño esfuerzo que en tal sentido realizamos cuando antes de criticar o castigar a alguien hacemos el esfuerzo de ponernos en su lugar. Cuando en vez de apartarnos de él, de ignorarlo o contrastarlo con nuestra íntima convicción de lo que entendemos que debiera ser, no hacemos sino intentar aproximarnos a él, para entenderlo y atender a sus razones. Si cuando recurrimos a esta sana costumbre observamos de inmediato su bondad, cabe preguntarse, qué efecto produciría en nosotros el hecho de que él fuera en nosotros y nosotros en él.
Ser del tamaño de lo que sientes no es sino un humilde ejercicio de comunicación profunda, que va más allá de la mera tolerancia, puesto que la tolerancia nace, aún cuando no se pretenda, de un sentimiento de superioridad. En cuanto que ese elevado y sutil ejercicio de comunicación ensambla con algo mucho más profundo, como es la propia esencia y esencial vibración espiritual que habita y emana de todas las que puebla el planeta. Algo que está casi siempre por encima de nuestro propio entendimiento, y que percibimos como una indefinida pero agradable sensación que nos invita a ser en todo y con todo cuanto nos rodea.
Somos más sensitivos que pensantes, y es por ello que debemos sublimar los sentidos, pues son ellos quienes conforman el pensamiento, quienes tienen de verdad capacidad de mostrarnos la verdadera esencia de las cosas. Una mirada, una caricia, la percepción de un sonido o de un olor nos dan las más sutiles claves de las cosas, y de las que más tarde extraemos un pobre pensamiento, en muchas ocasiones, un mero nombre. Y somos así, no por capricho o error, sino porque nuestro principio y fin no es individual sino colectivo, porque no somos sino parte de un todo que nos contiene a todos y es él en todos y por todos.
Ocurre, eso sí, que nos empeñamos en ser algo especial, incomunicado, encerrado en sí mismo, a través de un individualismo feroz, sin darnos cuenta que sin los demás no somos nada, que nuestra grandeza radica en ellos y no en nosotros mismos. Como decía el gran poeta J.A.Goytisolo "un hombre solo, una mujer,/ así tomados, de uno en uno,/ son como polvo, no son nada,/ no son nada". Pero a nosotros esa sensación nos produce pena y rabia, y olvidamos, que como también decía él, tendremos amigos, tendremos amores, tendremos en definitiva a los demás para ser de su tamaño y ser así gigantes. ∆

 

   

   
INDICE:   Editorial Nacional, Internacional, Entrevistas, Reportajes, Actualidad
SERVICIOS:   Suscríbete, Suscripción RSS
ESCRÍBENOS:   Publicidad, Contacta con nosotros
CONOCE FUSION:   Qué es FUSION, Han pasado por FUSION, Quince años de andadura

 
Revista Fusión.
I  Aviso Legal  I  Política de privacidad 
Última revisión: abril 07, 2011. 
FA