Y así es la historia, la triste historia que los
humanos vamos diseñando paso a paso, destrozándonos unos a otros,
matándonos, perdiendo, por tanto, la fe en el ser humano que es lo último
que se debería perder. |
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EL HOMBRE CONTRA EL HOMBRE
POR RAQUEL BUZNEGO (PSICOLOGA)
E ste mundo ¡qué mundo de locos!
Hombres que maltratan a sus compañeras, mujeres que matan a su novio, lo
trocean, lo guisan y lo dan de menú a sus hijos, a los de él ¡claro!, padres
que violan a sus hijas, madres que tiran el niño a la basura, guerras
inútiles, soldados que aprovechan la contienda para dar rienda suelta a sus
malévolos instintos... El mundo se ha deshumanizado ¿o lo estuvo siempre?
Quizá sí, pero yo no concebía que debería ser así; la tecnología, la
cultura, la medicina, el bienestar, al menos en algunas partes del planeta,
tenía que haber contribuido a un perfil más humano de los llamados humanos.
Y sin embargo aquí estamos, alucinando, cada vez más. La vida vale muy poco,
o nada, cualquier día cualquiera de nosotros puede hacer "crac" porque un
suicida al volante se espete a toda pastilla contra uno, o te encuentres,
sin más, ante un psicópata al que tu vida importa un comino, o bien, por
circunstancias, te encuentres en un lugar en el que a alguien se le ocurra
estrellar un avión, o bien alguien saca una pipa y "pum" apareces
espatarrado sin decir ni "mu".
Y eso sin citar otras historias más cotidianas donde el día a día te
desgasta, te agrede y te hace llegar a la conclusión que hay que protegerse
de no pocos seres humanos, hablo de la envidia, la crítica destructiva, las
zancadillas, la competitividad, y la deslealtad. El hombre, más que nunca,
vale justamente lo que posee o según el poder que ostenta en un determinado
momento, así porque sí, digamos lo que digamos.
El lado oscuro del ser humano nunca, creo yo, ha aflorado tan intensamente.
Se trafica con los sentimientos, se venden las emociones, se vende la propia
historia, todo hay que traducirlo en dinero, porque sin dinero nadie vale
nada.
La gente va a la televisión y cuenta todo aquello que la dignidad debería
custodiar. A todos nos parece criticable y, sin embargo ¿cuántos de los que
critican harían otro tanto según qué precio?
A los que mucho teorizan también los metía yo en vereda. Hablan para los
demás, para hacerse ver, para lucirse, pero son los que, en no pocas
ocasiones, así como quien no quiere la cosa, se benefician siempre que
pueden de los demás, les explotan, les exprimen y cuando no hay más jugo que
sacar, si te he visto no me acuerdo.
Cuántas personas hay a nuestro alrededor con las que nos hemos portado, les
hemos tendido una mano, les hemos dedicado tiempo, nuestro tiempo, el bien
más maravilloso que poseemos, ése que se nos escapa sin posibilidad de
recuperarlo, tal como se escapa el agua en el cuenco de las manos, con
rapidez y andando el tiempo ¡otra vez el tiempo! extendemos la mano en
demanda de ayuda y nos encontramos más solos que la una, o sea mojando la
almohada a fuerza de sentir rabia, impotencia y desencanto.
Al día siguiente ojeas el periódico y otra vez lo mismo, unas fotos tristes,
dramáticas, donde un hombre, sea quien sea, es arrastrado, por sus
congéneres, fuera de su cobijo, desposeído de sus pertenencias y acribillado
a balazos por mucha clemencia que haya pedido, cuando, a fin de cuentas, era
un hombre rendido, un hombre solo, un hombre sin capacidad alguna para la
agresión.
Y así es la historia, la triste historia que los humanos vamos diseñando
paso a paso, destrozándonos unos a otros, matándonos, perdiendo, por tanto,
la fe en el ser humano que es lo último que se debería perder.
Pensarán algunos que hoy estoy pesimista ¡ni hablar! Me encanta vivir, me
fascina pasear o dar una conferencia, me apasiona ver reír a una persona que
ha llegado a mi consulta absolutamente abatida y me apasiona un libro, un
cuadro, o una canción.
Más allá de eso me identifico totalmente con aquel que dijo: "Cuanto más
conozco a los hombres más quiero a mi perro". ∆ |