LA INCONTROLABLE ESCALADA DE BUSH
Esperemos que esas medidas fascistas del gobierno Bush no enciendan
la chispa, también fascista, que anida en los gobiernos occidentales.
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L a decisión del presidente de los
EE.UU. de que sean tribunales militares los que juzguen a presuntos
terroristas, en secreto, y sin dar explicaciones a nadie alegando motivos
de seguridad nacional, convierten al supuestamente país más "democrático",
más "justo", y que más presume de ser ejemplo de libertades, en una mala
copia del Perú de Fujimori en sus buenos tiempos.
Cada día que pasa, y utilizando la cruzada contra el terrorismo como
disculpa, Bush y su equipo, con la sombra de papá Bush detrás, están dando
salida a sus verdaderas intenciones, del más puro y sofisticado fascismo,
que no son otras que crear un orden mundial basado en un control militar y
policial de los ciudadanos, en un recorte de las libertades y en un
someter a los países supuestamente aliados a unas exigencias tales que les
conduzcan a imponer las mismas medidas, las mismas leyes represivas.
El pueblo americano está empezando a darse cuenta de las intenciones de su
presidente, a quien por cierto entregaron un cheque en blanco bajo la
presión sentimental de los acontecimientos del 11 de Setiembre, y que
ahora está empezando a pasarles factura.
Lo que ahora se pone en marcha en los EE.UU no tiene nada que envidiar a
lo que los nazis hacían con los judíos poco antes de estallar la 2ª guerra
mundial. O sea, los tribunales militares pueden ocultar pruebas alegando
razones de seguridad, pueden inventarse sus propia reglas, pueden declarar
culpable al acusado incluso si un tercio de los funcionarios no están de
acuerdo, y pueden ejecutar al supuesto terrorista extranjero sin ninguna
posibilidad de que un tribunal civil revise el caso.
O sea, aquí te pillo y aquí te mato.
Vuelven los tiempos del lejano oeste, donde un supuesto ladrón era juzgado
en el saloon y ahorcado a la salida del pueblo.
Ese es el auténtico espíritu yankee, y eso es lo que pretenden que el
resto del mundo trague y certifique. Pero lo que en realidad Bush está
haciendo es cargarse el estado de libertades que siempre fue la bandera
que los EE.UU, sobre todo a través de Hollywood, enarbolaron en el mundo.
El sistema de derecho de los Estados Unidos va a ser sustituido por
tribunales militares. Bush dice que no se preocupen los ciudadanos
americanos, que la cosa va sólo con los extranjeros.
Si, pero eso, aparte de ser racismo puro y duro, también cierra la boca a
las voces discrepantes del país, a aquellos que no están de acuerdo con
estas medidas, y les puede colocar en la picota por presuntos
colaboradores o defensores de las tesis terroristas.
Además, las medidas tomadas colocan al presidente Bush como un poderoso
César que bajará o subirá su dedo indicando clemencia o ejecución, y de
todos es sabido que el dedo de César-Bush lleva demasiado tiempo hacia
abajo. A lo mejor, su experiencia con la silla eléctrica era sólo un
entrenamiento para tiempos "mejores" que parece que ya llegaron.
Con todo ello, cualquier extranjero debería mirarse ahora muy mucho de
poner los pies en territorio yankee, porque el simple hecho de no ser
ciudadano americano ya supone la posibilidad de pasar directamente a las
manos de un tribunal si resulta sospechoso de algo. Pero el término
"sospechoso" es muy amplio y muy abstracto, y la tensión que existe da pie
a que se puedan cometer muchos errores. No olvidemos que la justicia
americana, algo reconocido por ellos mismos, es experta en mandar
inocentes a la silla eléctrica.
Esperemos que estas medidas fascistas del gobierno Bush no enciendan la
chispa, también fascista, que anida en los gobiernos occidentales. Si así
fuera, si nos encontráramos ahora que las libertades ciudadanas se ven
recortadas en todas partes por la disculpa de un terrorismo muchas veces
hipotético, entonces iríamos hacia un estallido social de magnitudes
impensables. Y sino miremos a lo que el proyecto globalización mundial
provocó ya en todo el mundo.
Tal vez a Bush le resulte fácil creerse un César poderoso y omnipotente,
pero se olvida de algo fundamental, y es que los ciudadanos del mundo no
están dispuestos a un nuevo imperio nazi, aunque también esté avalado por
imágenes democráticas.
Lo que es evidente ya, es que al dictador Bush se le ven los fondillos./
M.C.
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