Lo de Celia
Villalobos me parece casi bien. Porque sus colegas son todos igual de
chapuceros (o más), pero a ella se la ve venir.
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SINCERIDAD
POR ELENA F. VISPO
Mal que
me pese, tengo que reconocer que estoy de acuerdo con Celia Villalobos:
España no está preparada para tener a una mujer como Presidenta del
Gobierno. Lo que no entiendo es por qué se ha montado tanto follón por
una evidencia que, a poco que se mire, es indiscutible.
Así que no voy a argumentar lo obvio, pero la verdad, y lo digo con la
boca pequeña, es que estoy de acuerdo con Celia Villalobos en muchas de
las cosas que dice. No todas, claro, porque a quién se le ocurre ponerse
de parte de las farmacéuticas en el tema de las patentes. Y es sólo un
ejemplo, pero bueno.
A la Villalobos la han puesto a caldo por lo del hueso de ídem. Mientras
el Gobierno negaba que hubiese problema con parte alguna de la vaca, Celia
se dedicaba a dar recetas de cocina: Querida ama de casa preocupada:
ante todo, lo importante es tu salud y la de los tuyos, así que mientras
no se aclara el tema, puedes echar en el caldo otras cosas que están
igual de ricas. Si no es vaca puede ser cerdo, le pones unas patatitas y
una hojita de laurel y pa' chuparse los dedos.
¿Sabía Villalobos que el hueso del espinazo era peligroso?
Probablemente, porque para algo es Ministra de Sanidad (no voy a entrar en
el tema de la incompetencia de los ministros porque sólo tengo esta
página). Pero si no, lo sospechaba, igual que cualquier ciudadano europeo
medianamente inteligente. Así que dio la receta que media España había
empezado a aplicar: ante la duda, abstenerse. Pura lógica de andar por
casa.
La otra versión de la lógica patria sigue la estela de Fraga en sus
mejores tiempos (aunque los de ahora no se puede decir que sean malos),
bañándose en aguas contaminadas. Así que se podía ver a Arias Cañete
en una degustación, día sí día también, venga a negarlo todo y a
meterse chuletones entre pecho y espalda: Aquí no pasa nada y el ejemplo
soy yo. Encefalopatía espongiforme no tendrá, pero da miedo pensar en
sus niveles de urea.
A Celia el tiempo le dio la razón, y cuando pierda el Ministerio algún
empresario listo le ofrecerá presentar un programa de cocina en alguna
televisión autonómica. Y se forrará. Pero ahora no se le reconoce el
mérito, que es ser política sin serlo, porque a veces -sólo a veces-
antepone la lógica a la diplomacia. Lo que nadie le perdona a la Ministra
es que se despiste y diga lo que piensa. Y piensa como una paisana, que
también es de agradecer, viendo la corte de estirados que tenemos en el
Gobierno. Porque no me imagino a Aznar preparando un caldito para Ana y
los niños, con lo cual tampoco será capaz de ponerse en el lugar del ama
de casa desorientada, que no sabe si le puede echar avecrem a la sopa o
no.
Más recientemente, la Villalobos ha dicho que cuidado con las ofertas de
leche muy barata, que podría ser de mala calidad. Y otra vez el grito en
el cielo: si la leche está mala y la Ministra de Sanidad lo sabe, que la
prohíba, dicen las voces críticas. Y tienen razón, pero todos sabemos
que un político no hace lo que debe, sino lo que le dejan. Cuenta hasta
donde puede, roba hasta donde puede, arregla hasta donde puede. Por eso la
sinceridad escandaliza, más si dice una verdad tan ingenua como ésta.
Que la leche barata no es buena lo sospechamos todos, pero es que la más
cara pasa los estrictos controles de calidad porque le echan lejía para
matar los microbios. Eso no lo puede contar ningún ministro de una
España que va bien, de modo que los deslices se pagan caros.
El escritor Paulo Coelho cuenta la historia de unos monjes budistas.
Todos se dedicaban a la oración menos uno, que era bebedor, mujeriego y
se saltaba todas las normas. Cuando el sumo sacerdote iba a morir escogió
como sucesor, para sorpresa de todos, al que tenía todos los vicios. Los
otros, claro, fueron a protestar: ¿pero cómo puedes escogerle a él,
cuando cualquiera de nosotros es mejor con diferencia? Y el anciano
contestó: Puede, pero es que a éste le conozco.
Por eso lo de Celia Villalobos me parece casi bien. Porque sus colegas son
todos igual de chapuceros (o más), pero a ella se la ve venir.
Igualmente, mis amigos son la gente a la que he visto enfadarse sin
motivo, perder el control cuando más falta hace y meter la pata hasta el
fondo. Y luego sacarla. Lo mismo que ellos me han visto a mí y aún así
me quieren (menos mal).
En fin, que a ver qué sacamos en limpio. En ello estamos. ∆
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